Sí, cada ciudad es un mundo. Hay que vivir en ella para entender esa gran verdad. La verdad de lo superficial de un viaje de un día a una ciudad. Hay más mundo del que podemos recorrer. Hace muchos años que yo sentí más placer en recorrer mundos literarios que el mundo real.
Lo cual no es óbice para que varias veces al año salga fuera del castillo que es mi pisito de cien metros cuadrados. La vida es demasiado corta para un mundo tan grande: para el mundo físico y el literario. Pero no hay que ser ambiciosos.
Hay otro viaje, que es el que realmente importa, que es el viaje hacia el interior de Dios. Sólo tenemos una vida para recorrerlo. Es este viaje el que eclipsa todos los demás viajes que se me han pasado por la cabeza. Es el viaje supremo. Y es un recorrido que comienza en esta vida.
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