Los restos del penúltimo Virrey del Virreinato del Rio de la Plata fueron custodiados por nuestro cementerio parroquial durante un tiempo. Por eso, para saber un poco más de la historia de nuestra patria, conocemos quien fue Santiago Antonio María de Liniers y Bremond.
Datos biográficos
Nacido en, Niort, Francia, 25 de julio de 1753 fue un noble y militar de origen francés, caballero de la Orden de San Juan y de Montesa que se desempeñó como funcionario de la Corona de España y que por su destacada actuación en las dos fallidas Invasiones Inglesas, fue nombrado virrey del Río de la Plata entre 1807 y 1809, y en este último año, fue favorecido por Real Cédula con el título de conde de Buenos Aires. Fue el penúltimo virrey del Virreinato del Río de la Plata.
Sus penurias por el rey preso
Estando prisionero el rey Fernando VII, las sospechas sobre Liniers aumentaron, por lo que el gobierno de España, representado por la Junta Suprema Central nombró en reemplazo de Liniers a Baltasar Hidalgo de Cisneros. Cuando este llegó al Río de la Plata, en julio de 1809, algunos exaltados porteños pidieron a Liniers que se resistiera a entregar el mando, a lo que este se negó.
El virrey Cisneros ordenó, el 14 de agosto de 1809, su traslado a Mendoza hasta tanto pudiera realizar el viaje que planeaba a España. Pero Linires compró y se instaló en una antigua estancia de los jesuitas en Alta Gracia, Intendencia de Córdoba del Tucumán.
En tiempos de la Primera Junta
En 1810, cuando ya estaba preparado para regresar a España, llegó a Córdoba la noticia de la Revolución de Mayo. Instigado por su amigo y gobernador de la Intendencia de Córdoba del Tucumán, Juan Gutiérrez de la Concha, Liniers se unió al grupo que pretendía oponerse a la Primera Junta surgida de la Revolución de Mayo. El 15 de mayo, en una reunión entre el gobernador, el obispo Rodrigo de Orellana y el coronel Santiago Allende, entre otros, le informó a Liniers de los hechos ocurridos en Buenos Aires, a lo cual este comentó:
… será necesario considerar como rebeldes a los causantes de tanta inquietud. Como militar estoy pronto a cumplir con mi deber. Y me ofrezco desde ya a organizar las fuerzas necesarias. y agregó: ”… la conducta de los de Buenos Aires con la Madre Patria, en la que se halla debido el atroz usurpador Bonaparte, es igual a la de un hijo que viendo a su padre enfermo, pero de un mal del que probablemente se salvaría, lo asesina en la cama para heredarlo.”
Mientras algunos de sus conocidos independentistas de Buenos Aires lo exhortaban a que se sumara al movimiento, el mismo Cisneros lo instó a oponerse a la Junta revolucionaria.
Los preparativos de la contrarrevolución en Córdoba llegaron a verse muy avanzados, alcanzando a reunir 1.500 hombres. Pero cuando el 21 de julio llegó a la jurisdicción de Córdoba la Primera expedición auxiliadora al Alto Perú del revolucionario Francisco Ortiz de Ocampo, sus soldados desertaron en masa sumándose a la revolución. Los líderes contrarrevolucionarios huyeron hacia el norte pero fueron alcanzados por las avanzadas del ejército patriota comandadas por Antonio González Balcarce. El ayudante de campo José María Urien fue quien capturó a Liniers en la estancia de Piedritas, cerca de Chañar, el 6 de agosto. El día 7 fue capturado Orellana por el alférez Rojas, a ocho leguas de donde se halló a Liniers, ambos fueron maltratados por los soldados.
Ya el 28 de julio la Junta había decidido el fusilamiento de los cabecillas; sólo Manuel Alberti, por ser sacerdote, se abstuvo de firmar la orden.
Condenado a muerte
La Junta mandó entonces, que sean arcabuceados don Santiago Liniers, don Juan Gutiérrez de la Concha, el obispo de Córdoba, don Victorino Rodríguez, el coronel Allende y el oficial Real don Joaquín Moreno.
“En el momento que todos o cada uno de ellos sean pillados, sean cueles fuesen las circunstancias se ejecutará esta resolución, sin dar lugar a minutos, que proporcionasen ruegos y relaciones capaces de comprometer el cumplimiento de esta Orden y el honor de Vuestra Señoría.”
Sin embargo, Ocampo no cumplió con la orden de ejecución, ya que había sido compañero de armas de Liniers durante las Invasiones Inglesas. El Cabildo de Córdoba, ya en mano de los revolucionarios, decidió entonces enviar a los presos a Buenos Aires. Los miembros de la Junta se sorprendieron, ya que significaba regresarlo a la ciudad que lo tenía por un héroe, lo que podía suponer un gran peligro. Juan José Castelli salió a su encuentro con orden terminante de fusilarlos:
Vaya usted —le dijo Mariano Moreno a Castelli— y espero que no incursione en la misma debilidad que nuestro general (Ocampo)… iré yo mismo si fuese necesario…”
El 26 de agosto de ese año de 1810, en el Monte de los Papagayos, cercano a la posta de Cabeza de Tigre, cerca de la actual Los Surgentes en el sudeste de Córdoba, Liniers fue fusilado junto con los demás jefes de la resistencia: Juan Gutiérrez de la Concha, Brigadier de la Armada; Victorino Rodríguez, asesor; Santiago Allende, Coronel de Milicias, y Joaquín Moreno, oficial real. Sólo salvó su vida el obispo Orellana debido a su estado sacerdotal. El pelotón que arcabuceó a los contrarrevolucionarios fue dirigido por el coronel Domingo French.
Después de haber hecho fusilar a Santiago de Liniers y a sus compañeros contrarrevolucionarios, Castelli ordenó enterrar los cadáveres en una zanja al costado de la cercana iglesia de Cruz Alta.
Exhumado y trasladado
En 1861, el gobierno de la confederación Argentina, cuya capital estaba en la ciudad, ordeno la exhumación de Liniers en Cruz Alta, para lo cual se trasladó a esa población de la provincia de Córdoba el Mayor Felipe Salas para recabar en nombre del Presidente de la República, la entrega de los restos del virrey y sus cuatro compañeros. Del resultado de su cometido informó en un acta donde consta
“el Comandante Militar del pueblo y fuerte de Cruz Alta. Habiendo dispuesto S.E. el Presidente de la República la exhumación de los restos de los señores Ex Virrey don Santiago Liniers, Ex Gobernador de Córdoba don Juan Concha, Ex Oidor Fiscal Dr. Victorino Rodriguez, Coronel Santiago Allende y ex tesorero Don Moreno, fusilados y sepultados a inmediaciones de este pueblo, fue llamado el vecino don Pascual Almirón de edad 72 años y que presencio la ejecución, residente actualmente en esta villa, que asistió a la exhumación de dichos.“
Pascual Almirón, que era suegro del comandante militar de Cruz Alta Reyes Araya y había sido testigo de la inhumación de los restos por haber sido conductor de diligencias entre Cabeza de Tigre y Cruz Alta y que había ido en un potrillo rosillo al entierro de los maturrangos. Los cadáveres, que se encontraban semidesnudos y con los ojos picoteados por los caranchos, fueron conducidos unos sobre otros en una carretilla de cincha. Si bien no recordaba exactamente el lugar donde habían sido enterrados sino en forma aproximada, sí se acordaba que dado que la fosa no podía contener en sus superficie los cinco cadáveres y sí solo tres, dos de ellos se ubicaron trasversalmente sin que conociera a ninguno de ellos.
Con estos datos se iniciaron las excavaciones en rumbos diversos hasta que se hallaron los restos tal como había dicho el testigo. Se encontraron en la fosa 10 suelas de botas y zapatos, dos botones en uno de los cuales se percibía una corona en relieve. Estos esqueletos fueron puestos en una caja sellada y lacrada por sus cuatro costados y enviada a la Capital y cuya llave fue entregada al Mayor Felipe Salas, esta acta lleva fecha del 25 de marzo de 1861.
Enterrado en Paraná
Los restos fueron trasladados hasta Rosario y de ahí embarcados en el buque de Guerra Español Covadonga que los trajo hasta Paraná. Aquí llegaron el 17 de abril confundidas en una urna los restos. Según informes de viejos vecinos de la ciudad y el puerto, fueron llevados hasta el cementerio parroquial y depositado con honores militares hechos por la fuerza armada del buque, en el panteón de la Familia del general Galán. Los dos hijos menores de Liniers que vivían en España agradecieron este gesto.
En junio de 1862, el cónsul español en Rosario expresó en una nota al Encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, el brigadier general Bartolomé Mitre, la satisfacción de Su Majestad por
“el homenaje tributado al valor y a la lealtad de los que sellaron con su sangre los juramentos que habían prestado al trono y a la patria” y además pedía que “se pusiesen a disposición del consulado de Rosario los expresados restos mortales para trasladarlos a la Península”.
Nuevamente exhumado
El Sr. Joaquín Fillol, solicito en nombre de la Reina Isabel II, al Gobierno de la Confederación la entrega de los restos. Con motivo de esas gestiones el Ministerio General de Entre Ríos con fecha 18 de julio de 1862, paso nota firmada por José Dominguez, al jefe político de Paraná, pidiéndole en nombre del poder ejecutivo que no ponga impedimento alguno a la exhumación y traslación de estos restos.
Como el cementerio dependía de la autoridad eclesiástica, el jefe de la policía de Paraná con fecha 28 de julio de 1862 y al día siguiente el Señor Cónsul Fillol se dirigieron por nota al gobernador eclesiástico José Maria Velazco pidiendo se les permitiera lo que pedían, ya que era voluntad de la soberana que estos restos pasaran a la Península para rendirle los honores correspondiente a su rango, el premio a la virtud y patriotismo con un monumento que perpetúe su memoria.
Con fecha 31 de julio de 1862, se constituyó en el cementerio público el Canónigo Velazco, con los canónigos, prebendados y cura párroco de la Catedral y practicadas las ceremonias del Ritual Romano y cantando un solemne responso se hizo entrega formal de de la urna cineraria que contenía los restos de los Sr. Liniers, Concha, Rodriguez, Allende y Moreno al Cónsul encargado. Con el acompañamiento religioso fue llevado hasta el vapor preparado a tal efecto.
El lugar final de su descanso
La hija de Liniers que vivía en Buenos Aires le pidió a Mitre que los restos permanecieran en el país y fueran inhumados en la bóveda que la familia tenía en el Cementerio de la Recoleta. Pero no logró convencerlo y tanto los restos de Liniers como de Gutiérrez de la Concha fueron llevados a España, donde se los recibió con honores militares y fueron sepultados en Cádiz, en el Panteón de Marinos Ilustres. En Italia se construyó el mausoleo que llegó a Cádiz en abril de 1864, culminándose las obras de adecuación del Panteón en 1867.
La República Argentina donó una placa de bronce, ubicada en el mausoleo, que contiene la frase final del libro Santiago de Liniers, Conde Buenos Aires, de Paul Groussac:
Los últimos héroes de la Patria vieja fueron las primeras víctimas de la Patria nueva. Homenaje de la Marina de Guerra Argentina. Agosto de 1960.
Algunos de estos documentos, los que refieren al trámite de exhumación, forman parte de la rica documentación de nuestro archivo Arquidiocesano.
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