Momento de planes pastorales parroquiales y diocesanos. Es el inicio del curso y hora de pergeñar unas líneas que nos sirvan de base y orientación en el quehacer pastoral del curso escolar que vamos comenzando.
Me atrevo a proponer para ello algunas palabras que me parecen clave, especialmente dos que ahí les suelto.
PREDICACIÓN. Y predicación del kerigma más básico: “Jesús, el que vosotros matasteis colgándolo del madero, ha resucitado y es el Señor”. Predicación dirigida a los gentiles, a los no creyentes, a los alejados, los que se olvidaron de su bautismo o nunca conocieron a Jesucristo.
Pero predicación también para los creyentes, para que no se nos olvide lo fundamental: la fe en Jesucristo, la conversión, la entrega de la vida a Cristo el Señor.
GRACIA. Claro. Porque la santidad, la perfección, solo es posible con la gracia de Dios, y aquí se supone que la Iglesia, las parroquias, las diócesis estamos para ayudar a los fieles a ser santos, a llegar un día al cielo.
Y si hablamos de gracia, tenemos que hablar de los medios a través de los cuales se nos da el acceso a la vida de gracia: la oración y los sacramentos.
Todos los días me llegan por diversos medios planes pastorales de parroquias o diócesis. No es que los busque, es que me los encuentro en un mail, una página web, publicados en Facebook, compartidos en las redes. Y es curioso la cantidad de ellos que se resumen en la nada más absoluta. Cosas del tipo: “profundizar en la identidad, construir la comunidad, solidaridad con el pobre, acogida a todos, celebraciones vivas, apertura al entorno”. Qué quieren que les diga, se me hace poco.
Poco porque si hay predicación, conversión a Cristo y una vida de gracia, todo lo demás me sobra. Una persona convertida, anclada en la gracia, es una persona que ama, comparte, ayuda a los pobres y hace comunidad. Así de sencillo.
Por eso, sea el plan que sea, el organigrama que deseen, o la organización parroquial aparentemente más perfecta, siempre busco lo mismo: que haya predicación a convencidos y alejados, y predicación con Cristo Señor en el medio, y una vida sacramental y de oración profunda que lleve a los fieles a la vida de la gracia.
Tristemente solemos hacer la planificación a base de buenismos sacados de Coelho y Benedetti, ocurrencias ocurrentes y generalidades que no están mal, y empezando por un servidor, que aquí pecadores somos todos.
Nada de nada. Una planificación pastoral sin predicación, gracia, sacramentos y oración es tiempo perdido. O al menos yo lo veo así.
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