Martes 11 de Julio de 2017
San Benito, abad
(MO). Blanco.
Benito vivió entre los años 480 y 547. Nació en una familia de origen lombardo y fue enviado a estudiar a Roma. Luego de conocer la gran ciudad, se retiró a vivir como ermitaño, hasta que, pasado un tiempo, se le unieron otros monjes. Establecido en el monasterio de Montecassino, fundó la orden benedictina, para lo cual redactó la Santa Regla, bajo la consigna “ora et labora”, reza y trabaja. Con ese lema, se organizaron las horas del día y el ritmo de la comunidad. San Benito es el padre del monacato occidental y el patrono de Europa.
San Benito, abad
(MO). Blanco.
Benito vivió entre los años 480 y 547. Nació en una familia de origen lombardo y fue enviado a estudiar a Roma. Luego de conocer la gran ciudad, se retiró a vivir como ermitaño, hasta que, pasado un tiempo, se le unieron otros monjes. Establecido en el monasterio de Montecassino, fundó la orden benedictina, para lo cual redactó la Santa Regla, bajo la consigna “ora et labora”, reza y trabaja. Con ese lema, se organizaron las horas del día y el ritmo de la comunidad. San Benito es el padre del monacato occidental y el patrono de Europa.
Antífona de entrada
Hubo un varón de vida venerable, bendecido por la gracia y por su nombre, que dejando su casa y los bienes paternos, buscando vivir sólo para Dios, pidió el hábito de la vida monástica.
Oración colecta
Dios nuestro, que hiciste del abad san Benito un esclarecido maestro en la escuela del servicio divino, concédenos que, sin anteponer nada a tu amor, avancemos con un corazón generoso por el camino de tus mandamientos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas
Mira con bondad estos dones, Señor, que te presentamos en la fiesta del abad san Benito, y concédenos que, como él, buscándote sólo a ti, podamos alcanzar la paz y la unidad en tu servicio. Por Jesucristo nuestro Señor.
Antífona de comunión cf. Lc 12,42
Este es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor ha puesto al frente de su casa para distribuir la ración de trigo en el momento oportuno.
Oración después de la comunión
Hemos recibido el anticipo de la vida eterna, y te suplicamos humildemente, Padre, que obedeciendo las enseñanzas de san Benito, seamos fieles a nuestro deber de alabarte y amemos a los hermanos con sincera caridad. Por Jesucristo nuestro Señor.
Lectura Gn 32, 23-33
Lectura del libro del Génesis.
Jacob regresó de Jarán a la tierra de Canaán. Una noche, Jacob se levantó, tomó a sus dos mujeres, a sus dos sirvientas y a sus once hijos, y cruzó el vado de Iaboc. Después que los hizo cruzar el torrente, pasó también todas sus posesiones. Entonces se quedó solo, y un hombre luchó con él hasta rayar el alba. Al ver que no podía dominar a Jacob, lo golpeó en la articulación del fémur, y el fémur de Jacob se dislocó mientras luchaban. Luego dijo: “Déjame partir, porque ya está amaneciendo”. Pero Jacob replicó: “No te soltaré si antes no me bendices”. El otro le preguntó: “¿Cómo te llamas?”. “Jacob”, respondió. Él añadió: “En adelante no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido”. Jacob le rogó: “Por favor, dime tu nombre”. Pero él respondió: “¿Cómo te atreves a preguntar mi nombre?”. Y allí mismo lo bendijo. Jacob llamó a aquel lugar con el nombre de Peniel, porque dijo: “He visto a Dios cara a cara, y he salido con vida”. Mientras atravesaba Peniel, el sol comenzó a brillar, y Jacob iba rengueando del muslo. Por eso los israelitas no comen hasta el presente el nervio ciático que está en la articulación del fémur, porque Jacob fue tocado en la articulación del fémur, en el nervio ciático.
Palabra de Dios.
Comentario
Dios nos ha hecho libres, tanto que hasta creemos que podemos luchar contra él. Y esta lucha sólo termina cuando lo reconocemos y le pedimos que nos bendiga para poder seguir caminando con lo que nos toque vivir.
Salmo 16, 1-3. 6-7. 8. 15
R. ¡Contemplaré tu rostro, Señor!
Escucha, Señor, mi justa demanda, atiende a mi clamor; presta oído a mi plegaria, porque en mis labios no hay falsedad. R.
Tú me harás justicia, porque tus ojos ven lo que es recto: si examinas mi corazón y me visitas por las noches, si me pruebas al fuego, no encontrarás malicia en mí. R.
Yo te invoco, Dios mío, porque tú me respondes: inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras. Muestra las maravillas de tu gracia, tú que salvas de los agresores a los que buscan refugio a tu derecha. R.
Escóndeme a la sombra de tus alas; por tu justicia, contemplaré tu rostro, y al despertar, me saciaré de tu presencia. R.
Aleluya Jn 10, 14
Aleluya. “Yo soy el buen Pastor; conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí”, dice el Señor. Aleluya.
Evangelio Mt 9, 32-38
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
En aquel tiempo, le presentaron un mudo endemoniado. Y expulsado el demonio, rompió a hablar el mudo. Y la gente, admirada, decía: «Jamás se vio cosa igual en Israel». Pero los fariseos decían: «Por el Príncipe de los demonios expulsa a los demonios».
Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies».
Palabra del Señor.
Comentario
¡Cuánto trabajo todavía por hacer para llevar el evangelio! ¡Cuántos prójimos que andan como ovejas sin pastor! Además de rezar y pedir obreros para la cosecha, respondamos también nosotros con nuestro compromiso para continuar la obra de Jesús: enseñar, anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, sanar y liberar.
Oración introductoria
Jesús, me postro ante tu presencia con la seguridad de tu amor. Tu gracia puede moldear mi corazón, curarlo de esas debilidades que me alejan de tu amor. Compadecete de mí, soy tu oveja descarriada que te busca en esta oración.
Petición
Señor, sé que la mies es mucha y los trabajadores pocos. ¡Hazme un obrero de tu mies!
Meditación
Hoy, el Evangelio nos habla de la curación de un endemoniado mudo que provoca diferentes reacciones en los fariseos y en la multitud. Mientras que los fariseos, ante la evidencia de un prodigio innegable, lo atribuyen a poderes diabólicos —«Por el Príncipe de los demonios expulsa a los demonios» (Mt 9,34)—, la multitud se maravilla: «Jamás se vio cosa igual en Israel» (Mt 9,33). San Juan Crisóstomo, comentando este pasaje, dice: «Lo que en verdad molestaba a los fariseos era que consideraran a Jesús como superior a todos, no sólo a los que entonces existían, sino a todos los que habían existido anteriormente».
A Jesús no le preocupaba la animadversión de los fariseos, Él continuaba fiel a su misión. Es más, Jesús, ante la evidencia de que los guías de Israel, en vez de cuidar y apacentar el rebaño, lo que hacían era descarriarlo, se apiadó de aquellas multitudes cansadas y abatidas, como ovejas sin pastor.
Todos nosotros, «si fuéramos consecuentes con nuestra fe, al mirar a nuestro alrededor y contemplar el espectáculo de la historia y del mundo, no podríamos menos de sentir que se elevan en nuestro corazón los mismos sentimientos que animaron al de Jesucristo», lo cual nos conduciría a una generosa tarea apostólica. Pero es evidente la desproporción que existe entre las multitudes que esperan la predicación de la Buena Nueva del Reino y la escasez de obreros. La solución nos la da Jesús al final del Evangelio: rogad al Dueño de la mies que envíe obreros a sus campos (cf. Mt 9,38).
Después de que expulsó al demonio, comenzó a hablar el mudo. Así sucede con nuestra alma: aspira dones espirituales muy elevados y nosotros la tenemos callada con un demonio que le impide hablar todas las cosas buenas de Dios. Este demonio seguramente es nuestro orgullo y soberbia que nos mantiene tan irreconciliables con Dios como lo pudiesen estar la noche y el día al mismo tiempo. Sin embargo, para superar estos obstáculos que nos impiden ser santos sólo nos queda la esperanza de ser curados por Cristo. Sólo con su presencia permitiremos dejar hablar a nuestra alma todas esas palabras bellas que quiere transmitir de Dios, del perdón, del consuelo, del amor, de la paz.
Hoy día Cristo no se olvida de nosotros. Él desea seguir curando enfermos y expulsando demonios, pero "le faltan" pies y manos, "le faltan" corazones y bocas, "le falta" la fuerza corporal de la juventud para que todos queden sanos. Podría permitir que el mundo se convirtiese en un instante pero no lo hace por respeto a nuestra libertad, el don más grande después de nuestra fe.
Qué hermosa lección sacaríamos de este evangelio si nos diésemos cuenta de esta compasión que siente Jesucristo por nosotros. Compasión de ver a tantas ovejas sin pastor y que sienten la necesidad de recibir la salud pero que no pueden por falta de esos pastores entregados y generosos. Pidamos a Cristo que nos envíe hombres y mujeres que no teman dar su vida para seguir a Cristo incondicionalmente.
Propósito
Organizar mi tiempo para participar, en una Hora Eucarística por las vocaciones.
Diálogo con Cristo
Acéptame, Jesús, como uno de los tuyos, como un fiel seguidor dispuesto a todo por tu Reino.

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