La liturgia diaria meditada - Vosotros sois la sal de la tierra. Luz del mundo (Mt 5,13-16) 13/06


Martes 13 de Junio de 2017
San Antonio de Padua, presbítero y doctor de la Iglesia
(MO). Blanco.

Antonio era un religioso de los canónigos regulares de san Agustín. Conoció a san Francisco de Asís, se unió a su movimiento y comenzó a predicar por toda Italia. Fue profesor de teología en Bolonia y provincial de los Franciscanos. Predicaba contra la avaricia y la usura y actuaba a favor de los pobres y oprimidos. Murió en Padua en 1231 y su tumba es hasta hoy lugar de peregrinación.

Antífona de entrada         cf. Sal 15, 5-6
El Señor es mi herencia y mi cáliz; tú me entregas mi herencia.

Oración colecta    
Dios todopoderoso y eterno, que en san Antonio de Padua nos diste un insigne predicador del Evangelio y un intercesor en las necesidades; concédenos, con su ayuda, que viviendo cristianamente experimentemos tu protección en toda adversidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas       
Dios misericordioso, que te dignaste hacer de san Antonio de Padua una nueva criatura según tu imagen, despojándolo de su antigua condición, concédenos que, renovados también nosotros, podamos ofrecer un sacrificio agradable a ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de la comunión   cf. Mt 19, 27-29
Yo les digo: “Ustedes que lo dejaron todo y me siguieron, recibirán cien veces más, y poseerán la vida eterna”.

Oración de la comunión  

Por la eficacia de este sacramento te pedimos, Padre, que a ejemplo de san Antonio de Padua, nos conduzcas siempre por el camino de tu amor y perfecciones hasta el día de Cristo Jesús la buena obra que has comenzado en nosotros. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.

Lectura        2Cor 1, 18-22
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.
Hermanos: Les aseguro, por la fidelidad de Dios, que nuestro lenguaje con ustedes no es hoy “sí”, y mañana “no”. Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, el que nosotros hemos anunciado entre ustedes –tanto Silvano y Timoteo, como yo mismo– no fue “si” y “no”, sino solamente “sí”. En efecto, todas las promesas de Dios encuentran su “sí” en Jesús, de manera que por él decimos “Amén” a Dios, para gloria suya. Y es Dios el que nos reconforta en Cristo, a nosotros y a ustedes; el que nos ha ungido, el que también nos ha marcado con su sello y ha puesto en nuestros corazones las primicias del Espíritu.
Palabra de Dios.

Comentario
La predicación no puede cambiar ni moverse de acuerdo con intereses. Es fundamental la coherencia del mensaje para no desvirtuarlo y no llevar a nuestro pueblo a la confusión.

Sal 118, 129-133. 135
R. ¡Vuelve tu rostro y ten piedad de mí, Señor!

Tus prescripciones son admirables: por eso las observo. La explicación de tu palabra ilumina y da inteligencia al ignorante. R.

Abro mi boca y aspiro hondamente, porque anhelo tus mandamientos. Vuelve tu rostro y ten piedad de mí; es justo que lo hagas con los que aman tu Nombre. R.


Afirma mis pasos conforme a tu palabra, para que no me domine la maldad. Que brille sobre mí la luz de tu rostro, y enséñame tus preceptos. R.

Aleluya        Mt 5, 16
Aleluya. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que los hombres vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo. Aleluya.

Evangelio     Mt 5, 13-16
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en el cielo.
Palabra del Señor.

Comentario
“Estamos acostumbrados a proclamar que Jesús de Nazaret y su Evangelio es la luz del mundo pero nos resulta sorprendente cuando se afirma que nosotros y nosotras somos tanto luz como sal. La identidad y hoja de ruta que establecen las bienaventuranzas son la identidad integral de las comunidades cristianas y de cada uno de quienes llevan la marca del Cordero en sus frentes y en sus vidas. Luz como paradigma escandaloso de compromiso con quienes la sociedad y muchas veces las mismas comunidades de fe consideran impuros, indignos y descalificados. Luz que ilumina todos los pesebres marginales y olvidados del mundo contemporáneo y guía a quienes la contemplan, no por los caminos que conducen a templos y palacios, sino por aquellos senderos por los cuales muy pocos quieren transitar: las márgenes de las vulnerabilidades”.

Oración introductoria 
Dios mío, me has llamado a la santidad. Ilumina mi mente y mi corazón en esta oración para descubrir dónde se encuentra la verdadera felicidad, sólo ésta quiero desear y no las burdas imitaciones que me ofrece el mundo. 

Petición 
Señor, te pido que deje entrar tu luz a mi conciencia para ser sal que ilumine y dé sabor a la vida de los demás. 

Meditación 

Hoy, san Mateo nos recuerda aquellas palabras en las que Jesús habla de la misión de los cristianos: ser sal y luz del mundo. La sal, por un lado, es este condimento necesario que da gusto a los alimentos: sin sal, ¡qué poco valen los platos! Por otro lado, a lo largo de los siglos la sal ha sido un elemento fundamental para la conservación de los alimentos por su poder de evitar la corrupción. Jesús nos dice: —Debéis ser sal en vuestro mundo, y como la sal, dar gusto y evitar la corrupción. 

En nuestro tiempo, muchos han perdido el sentido de su vida y dicen que no vale la pena; que está llena de disgustos, dificultades y sufrimientos; que pasa muy deprisa y que tiene como perspectiva final —y bien triste— la muerte.

«Vosotros sois la sal de la tierra» (Mt 5,13). El cristiano ha de dar el gusto: mostrar con la alegría y el optimismo sereno de quien se sabe hijo de Dios, que todo en esta vida es camino de santidad; que dificultades, sufrimientos y dolores nos ayudan a purificarnos; y que al final nos espera la vida de la Gloria, la felicidad eterna.

Y, también como la sal, el discípulo de Cristo ha de preservar de la corrupción: donde se encuentran cristianos de fe viva, no puede haber injusticia, violencia, abusos hacia los débiles... Todo lo contrario, ha de resplandecer la virtud de la caridad con toda la fuerza: la preocupación por los otros, la solidaridad, la generosidad...

Y, así, el cristiano es luz del mundo (cf. Mt 5,14). El cristiano es esta antorcha que, con el ejemplo de su vida, lleva la luz de la verdad a todos los rincones del mundo, mostrando el camino de la salvación... Allá donde antes sólo había tinieblas, incertidumbres y dudas, nace la claridad, la certeza y la seguridad.. 

La luz y la oscuridad nunca se juntan, es imposible unir el día con la noche. Debemos ser para los demás, alzándonos del polvo de la tierra que son la concupiscencia de la carne y la soberbia del espíritu. Debemos levantar la antorcha de luz, nuestra fe. Sin miedo, orgullosos de ser cristianos. El que lleva la luz de la fe no puede ir con la cabeza agachada, sino con una sonrisa en el rostro. La alegría de ser sal y ser luz para el mundo está en Cristo que murió y resucitó por cada uno de nosotros. 

Propósito 
Ser el primero en disculparme u ofrecer una solución en alguna discusión que se presente. 

Diálogo con Cristo 
Jesús, me llamas a ser la sal y la luz para los demás, esto implica que mi testimonio de vida, palabras y acciones deben ser un reflejo de tu amor, de tu misericordia infinita. Tu gracia es la fuente para la felicidad. Ayúdame, Señor, a guiarme en todo por el Espíritu Santo, para que Él sea quien edifique, en mí, al auténtico testigo de tu amor. 


La gente que ama mucho sonríe fácilmente, porque la sonrisa es, ante todo, una gran fidelidad a sí mismo. Y atención porque se habla de sonrisa y no de risa. "Mayor felicidad hay en dar que en recibir" (Hch 20, 35).

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10:16

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