Cuando acabé de escribir La catedral de san Agustín, ensayo con cuya escritura disfruté mucho, se me ocurrió que yo, entusiasta admirador de la Catedral de Canterbury, y que había leído no poco sobre ese templo medieval que me fascinaba, debería escribir un breve ensayo sobre la catedral de Tomás Becket.
Se me ocurrió que sería para mí muy enriquecedor leer más sobre el episcopado inglés medieval y compararlo con el episcopado norteafricano del siglo V. Sencillamente me apetecía leer sobre el tema, recoger las notas sobre lo que encontrara y compartirlas con mis lectores.
Esa nueva obra, de ninguna manera, iba a ser una completa explicación del episcopado medieval, ni siquiera sobre el episcopado medieval inglés. Sólo pretendía ser un libro de apuntes. Apuntes que hablarían con mayor claridad para el que hubiera leído mi previo ensayo sobre la iglesia norteafricana del final del Imperio Romano.
Hablarían con mayor claridad porque este ensayo trataba de ser una comparación entre dos iglesias distintas, la africana y la anglosajona; dos formas de sentarse en la cátedra episcopal. Uno el templo númida y otro el templo del reino de Kent, cada uno con su vida propia y particular. Me sentí fascinado por la idea de escribir un diálogo entre templos.
Que apasionante eso si comparábamos la vida de un obispo alemán actual con esos obispos. Qué distinta era la vida episcopal de un obispo australiano del siglo XXI, respecto a un obispo del México colonial, o de un obispo nigeriano respecto a esos otros mencionados. Los detalles era lo que más me fascinaba.
En fin, en los próximos posts os ofreceré algunas de las cosas que escribí acerca de este tema. A no ser que Trump I me fuerce a hacer algún comentario. Puede ser él o puede ser el Orangután Latinoamericano par excellence. Tampoco descarto hablar de los vídeos de gatos en vez de los obispos medievales de la Heptarquía.
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