¿Hacia dónde va la Iglesia teológicamente? Vaya por delante que éste no es un post de divulgación. Sino que, esta vez, hablo para los lectores más formados teológicamente, que este humilde (y pobre) blog los tiene. Este sencillo y pequeñito blog cuenta con ellos. En fin, dejemos el asunto de la humildad del blog.
Después de haber examinado las principales corrientes teológicas de finales del siglo XX que son las de ahora. Después de haber examinado la evolución de las demás confesiones religiosas, veo que (aunque podemos imaginar muchas variantes menores) hay dos caminos esenciales: el de la Iglesia Anglicana o el de la Iglesia Ortodoxa.
El primero es el camino que mantiene todos los dogmas, todo el Magisterio, pero que promueve ad maximum un diálogo con los valores imperantes de nuestra sociedad democrática occidental del siglo XXI. En este camino los dogmas no provocan muchos conflictos intelectuales. En los puntos en que el magisterio choca con lo que para unos es el sentido común, y para otros la mentalidad moderna, unos abogarán por añadir matices y nuevas cláusulas que delimiten el campo de aplicación de ese punto magisterial al mínimo posible. En fin, este es un camino por el que se puede andar más o menos trecho, más católicamente o de un modo más liberal.
El otro camino es el de la petrificación de la teología. La producción futura teológica abandonaría la exploración de nuevos campos, limitándose a una fiel y segura recapitulación. La teología se convertiría en interpretación. El magisterio entraría en un indefinido diálogo consigo mismo. La neoescolástica sería inevitable, la vistiéramos formalmente como la vistiéramos.
Al haber escrito esto sobre una anglización o una ortodoxización de la teología católica, ya me parece estar escuchando el grito de todos aquellos que claman: ¡a la herejía no se le puede dar ningún lugar! También me parece escuchar a aquellos que gritan: ¡se puede avanzar dentro de la ortodoxia! Por supuesto, por supuesto. A todos os digo: por supuesto.
Quizá éste es el gran nudo gordiano que estamos intentando deshacer desde el Vaticano II. Quizá no sea necesario un gran tratado y los elementos esenciales caben en un post. No sé, mañana seguiré. Desde luego, no seré yo el que arregle todo aquí en este blog. Mi voz es más pequeña que la de un cardenal o de un rector de una universidad pontificia, pero también mis palabras son una voz en la Iglesia. Sin duda más pequeña, pero la verdad nada tiene que ver con la pequeñez.
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