“De entre los obstáculos para la beatificación de la reina Isabel, la mal llamada expulsión de los judíos tal vez sea el principal”[1].
En la Posición Histórica de la vida de la Reina Isabel, el postulador Anastasio Gutiérrez, analiza seis hechos que podrían resultar “posibles impedimentos” para la Causa: la legitimidad de la sucesión al trono, la dispensa para el matrimonio, las capitulaciones de paz con Alfonso V, la fundación de la Inquisición Española, la expulsión de los judíos y las contiendas con los papas Sixto IV, Inocencio VIII y Alejandro VI.[2]
Luego de explicar brevemente cómo han sido aclarados a través de estudios rigurosos cada uno de estos posibles impedimentos, el P. Anastasio Gutiérrez afirma:
“En conclusión, según la Comisión histórica vallisoletana, no parece encontrarse hecho alguno de la vida pública de la Reina Isabel que pueda entenderse o apreciarse biográfica o históricamente como efecto de una consciente incorrección moral. La línea moral de sus hechos se perfila paso a paso en el examen serio y conjunto de toda la amplísima y críticamente bien cimentada documentación”[3].
Es decir, que todos estos temas han sido esclarecidos y no se ha encontrado en ninguna de estas acciones faltas morales de la Reina que puedan frenar su Causa. Y sin embargo, cinco siglos después de su muerte se continúa cuestionando su santidad.
Pero… ¿Por qué? ¿Por qué, si ya está todo aclarado, la figura de la Reina sigue siendo tan controvertida?
De las seis acusaciones que el postulador dice que podrían hacérsele a Isabel, dos son las que han perdurado en el tiempo, pues solo las cuestiones relacionadas con los judíos son las que conforman hoy los impedimentos para que Isabel la Católica sea canonizada, a saber: la instauración del Tribunal de la Inquisición y la mal llamada expulsión de los judíos.
Para explicar esto vamos a tener que regresar a la historia de la Causa, que habíamos dejado en el año 2002, con las alentadoras palabras de Mons. José Saraiva Martins, cardenal prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos: “la Causa no está frenada, camina” y el inquietante suspenso subsiguiente.
Pero para entender este suspenso, debemos volver el tiempo un poco hacia atrás. Revivamos el año 1991.
1991 y la suspensión del proceso de Isabel la Católica
En el año mencionado muchos valientes y sinceros señores dieron a conocer su opinión acerca de la Reina Isabel:
“El judaísmo no perdonará nunca a la reina el exilio forzado de la gran comunidad de judíos de España, las amenazas y las brutalidades que se cometieron para obligar a los judíos a convertirse y, como corolario los crímenes de la Inquisición”[4], declaraba Jean Kahn, presidente del Consejo representativo de las instituciones judías de Francia en Tribunejuive.
Samuel Toledano, portavoz de las comunidades judías de España para la promoción de la tolerancia religiosa expresaba en un artículo del Times, que “la reina de Castilla es un símbolo de intolerancia”[5].
En el mismo artículo el representante de la Sociedad Islámica decía que: “Isabel se parece más a un demonio que a un santo”[6].
Le Monde hacía a Isabel “responsable de la persecución de miles de judíos y musulmanes”[7].
Mientras tanto, La Croix, ese mismo año quitaba a Isabel su título de “Católica” mencionándola en adelante sólo como Isabel I de Castilla, llamada Católica[8].
¿Qué sucedía ese año para que tantos se envalentonaran contra el silencio en el que dormía Isabel de Castilla?
El historiador francés Jean Dumont nos trae la noticia:
“Todas estas denuncias, degradaciones e ignorancias tuvieron, por desgracia, el apoyo de una decisión romana, que se conoció el 28 de marzo de 1991, el día de jueves santo: la decisión secreta que tomó la Congregación para las Causas de los Santos de “suspender” el proceso de beatificación de Isabel”[9].
Y en otra ocasión comenta:
Una violenta campaña judía y pro-judía ha logrado de Roma la «suspensión» del proceso de beatificación de Isabel la Católica. Suspensión anunciada por el cardenal Felici, Prefecto de la Congregación romana para la causa de los santos, el día 28 de marzo de 1991 y, que inmediatamente, ha motivado las felicitaciones (dirigidas el mismo día o el siguiente) de la célebre organización mundial del lobby judío, la Anti-Diffamation League of B’nai Brith[10].
Sí, el historiador francés nos dice que la causa de Isabel la Católica fue suspendida eternamente en 1991. En esta fecha, al acercarse el cuarto centenario del descubrimiento de América, las expectativas de la Iglesia Española respecto a la beatificación de la Reina Isabel eran notables. Pero pronto se verían frustradas, por obra insistente de judíos y pro-judíos.
Poco tiempo después de que se diera por suspendido el proceso, el Arzobispo de Valladolid escribía a Roma pidiendo que la Causa se acelerase. Lo mismo hará el Cardenal presidente de la Conferencia Episcopal Española.
Como respuesta a estos insistentes pedidos, vendrá desde Roma una vaga explicación en aquella carta de la Secretaría de Estado que ya mencionamos donde expresaba: “Por lo que hace a la Causa en cuestión, las circunstancias aconsejan profundizar algunos aspectos del problema, tomando un tiempo conveniente de estudio y reflexión”[11].
La Causa se había suspendido para siempre.
2002: La Causa de la Reina Isabel “¡no está parada, camina!” o las declaraciones de Flavio Capucci.
Las últimas noticias oficiales que tenemos del proceso
El sueño de ver canonizada, para el aniversario del descubrimiento de América (1492-1992), a la Reina más santa que cualquier siglo ha tenido, había desaparecido. Pero un nuevo aniversario se acercaba y en los corazones españoles e hispanoamericanos la ilusión volvió a renacer. Se aproximaba el año 2004, y con él el quinto centenario de la muerte de Doña Isabel. Las tentativas de canonizar a la Reina Católica volvían a aparecer.
Con este objetivo en el año 2001 el Cardenal Presidente de la CEE, Antonio María Rouco Varela escribió al Santo Padre rogando: “solicito de V. Santidad que, si lo considera oportuno, tenga a bien ordenar la prosecución de la Causa de Canonización de la sierva de Dios Isabel I, Reina de Castilla y León”[12].
Al año siguiente el mismo cardenal visitó al Santo Padre para su cumpleaños y le llevó de regalo una copia fiel del Testamento y el Codicilo de la Reina Isabel con los comentarios del Dr. Vidal González Sánchez.
Y ya estamos en el año 2002. Una nueva visita se realizó a la Sede de Pedro con el mismo pedido de siempre: La canonización de Isabel la Católica. El Vicario General del Arzobispado de Valladolid, Vicente Vara Sanz y el nuevo postulador de la Causa, el Padre Rafael Serra Bover, junto con el Dr. Vidal González Sánchez visitaron la Sagrada Comisión y pudieron escuchar de labios del Cardenal Prefecto de la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos que la Causa de la Reina Isabel “non é fermata, cammina”[13].
Y después de la promesa… el silencio, el olvido, la indiferencia consiente, el ostracismo.
La página oficial de la Comisión para la beatificación de Isabel no publicó una sola línea más.
Hoy hace trece años de esa declaración y la Causa sigue varada en el mismo lugar que en 1991. ¿Camina la Causa?
Las declaraciones de Mons. Flavio Capucci
Alguien más habló sobre la Causa de Isabel la Católica en el año 2002. Fue Mons. Flavio Capucci, conocido por estar a la cabeza de causa de canonización de José María Escrivá[14] durante 25 años. Él no fue tan optimista con lo que respecta a la Causa de la Reina. Varios diarios esparcieron sus declaraciones:
“El Vaticano desoye la petición del episcopado español ante el rechazo frontal de los judíos. El letrado de la causa de Escrivá cree «muy poco probable» que la reina castellana llegue a santa.”[15].
Comentaba el diario español, El Periódico.
El diario ABC, de España publicó la siguiente declaración de nuestro obispo en cuestión:
…en el trasfondo de la polémica, parece que ciertos sectores judíos habían presionado a la Iglesia católica para paralizar dicho proceso, dos años antes de que se cumpla el V centenario de la muerte de la Reina Católica. Algunos apuntan a la negativa del arzobispo de París, cardenal Lustiger (de ascendencia judía) como uno de los motivos principales de este parón[16].
Y en el popular diario El País, se leía:
La parafernalia con que los obispos españoles querían celebrar en 2004 el quinto centenario de la muerte de Isabel la Católica acaba de apagarse por donde más quería alumbrar: la beatificación de tan famosa reina y señora. Roma ha dicho que no, al menos de momento, a la causa de beatificación promovida desde el Arzobispado de Valladolid en 1952 y reactivada por la Conferencia Episcopal Española en el plenario de los prelados de marzo pasado. Las causas de este bloqueo, que parece definitivo, las explicó en Madrid este jueves el monseñor romano Flavio Capucci, durante una cena con varios periodistas. (…)Comprometida la Conferencia Episcopal en esa causa, parecía que la polémica beatificación de Isabel la Católica sería imparable y rápida, pero ya entonces el 25% de los obispos se opuso a avivar el proceso. ¿Motivos? Los mismos que ahora insinúa el eficaz postulador del Opus: evitar polémicas con la comunidad judía, que no perdona a la reina bajo cuyo mandato se produjo la expulsión de España de ese pueblo en unas condiciones consideradas ahora como insoportables[17].
Los diarios son lo suficientemente claros: Monseñor Flavio Capucci, en una entrevista que se le realizó en el año 2002, cuando las esperanzas de la posible beatificación se despertaba nuevamente por acercarse el quinto centenario de la muerte de la Reina, da por tierra todas las esperanzas.
El diario digital El Periódico es quien publicó de forma más completa las declaraciones de Capucci, que reproduce textualmente: “el Vaticano considera a Isabel I de Castillaun buen ejemplo de reina católica, pero no tiene intención de elevarla a los altares ante el rechazo frontal del lobi judío y del sector más progresista de los católicos. Un santo es un modelo para todos los cristianos, nunca una figura problemática y conflictiva”[18].
Y luego explican los periodistas:
Capucci, (…) cree «muy improbable» que la Santa Sede atienda la reciente solicitud de la Conferencia Episcopal Española y reabra el proceso iniciado en 1958 para elevar a los altares a Isabel la Católica. El 75% de los prelados empujaron esta causa el pasado febrero con el objetivo de que la polémica soberana subiese a los altares coincidiendo con la celebración del quinto centenario de su muerte, en el 2004[19].
El obispo, afirma en la misma entrevista: “Si a mí me encargaran este proceso, el único punto en el que creo que habría que concentrar la atención es el de asegurarse de que hay devoción popular. Si ésta no existe la causa no tiene posibilidad de comenzar”[20].
Además remarcó la necesidad de la “existencia de la fama de santidad documentalmente”: “A falta de eso, se juzga con criterios ajenos a una causa de beatificación, bajo criterios espirituales, culturales o de oportunidad pastoral. No sé cuál es el criterio de los obispos españoles para promover este proceso”[21].
La devoción popular.
¿Por qué remarca el cardenal la falta de devoción popular? ¿Es qué no hay un fervor hacia la Reina Católica? Cierto es, que no existe actualmente en nuestra protagonista un halo de popularidad que la rodee, como ocurría, por ejemplo, con San Juan Pablo II, antes de ser beatificado o canonizado. Absurdo sería afirmar tal cosa.
Sin embargo hay algo que se debe recordar: “No se ama lo que no se conoce”. ¿Cómo es posible pretender que la Reina Isabel la Católica goce de una ferviente devoción popular cuando durante cinco siglos su nombre ha sido manchado por mentirosas leyendas ideológicas? ¿Cómo gozará nuestra soberana de un “fervor popular” si los intelectuales, los medios y muchas veces los mismos miembros de la Iglesia Católica se han esforzado por borrar su nombre, o por convertirlo en casi una mala palabra, o reducirlo a su acción como reina, sin destacar su santidad de vida? Teniendo al mundo, a todo el mundo en contra, ¿es posible tener “devoción popular”?
No desatinó Jean Dumont, en llamarla “la Incomparable”. Pese a la anti-propaganda, pese a la leyenda negra, pese a sus poderosos y muchos enemigos, el nombre de la “incomparable” después de cinco siglos de su fallecimiento continúa clamando ser elevado a los Santos Altares de la mano de numerosos cardenales, obispos y fieles. ¿Acaso no decía el diario el Periódico que el 75% de los prelados de la Conferencia Episcopal Española esperaban para el año 2004 la beatificación? ¿Y antes de cerrarse? El proceso estaba
“particionado por un gran número de obispos y cardenales: (…) Castrillón Hoyos, presidente del CELAM (Comité Episcopal de América Latina),(…)López Rodríguez, arzobispo de Santo Domingo, primado de América y sucesor de Mons. Castrillón en la presidencia del CELAM; López Trujillo, prefecto del Consejo Pontificio de Familia; Castillo Lara prefecto de la Administración del Patrimonio de la Santa Sede; Aponte Martínez, arzobispo de Puerto Rico (…);Mons. Law, cardenal de Boston; Mons. Álvaro Potrillo, prelado del Opus Die, Mons. Amigo, arzobispo de Sevilla”[22].
Y todos ellos sin contar a los postuladores y promovedores de la Causa en la misma España.
Pero… ¿Y antes de abrirse el proceso? ¿Nadie reclamaba la subida de nuestra Reina al más que justo y bien merecido Altar de los Santos?
Parece que sí. Ya en el s. XIX un reconocido teólogo e historiador, Don Modesto Lafuente, reprochaba a la Iglesia española:
Confesamos no comprender cómo no se halla el nombre de Isabel de Castilla entre la nómina de los escogidos, al lado de San Hermenegildo y San Fernando, mayormente cuando, a la luz de la más escrupulosa investigación, no se descubre un solo acto de su vida pública y privada que no sea de piedad y virtud; el no poder venerar a esta Reina en los altares, canonizada por la Iglesia, es cosa que sentimos de corazón[23].
Los pedidos por la beatificación de Isabel fueron constantes durante todo el siglo XX. En 1904, con ocasión del cuarto centenario de la muerte de la Reina el fervor popular se reavivó desde varios sectores de la sociedad:
- Desde los púlpitos de las iglesias: El arzobispo de Santiago de Compostela, Fray Zacarías Martínez, predicaría ese año en Medina del Campo:
Me veo en la precisión de hacer un panegírico y no una oración fúnebre, porque Isabel la Católica fue una Santa, aunque por designios inescrutables de Dios, no la veneramos en los altares…Esta mujer descuella entre todas las Reinas que no fueron santas, por las virtudes de su santidad; y entre todas las santas que no fueron reinas por las proezas de su reinado…
Cuando dentro de cien años otro orador suba a esta cátedra sagrada ¿quién sabe si en vez de una oración fúnebre tendrá que tejer el panegírico de una Reina Santa que nació en Madrigal y murió en Medina del Campo?[24]
- Desde las cátedras Universitarias: Fue en este caso el preceptor del entonces rey Alfonso XIII, quien por ser catedrático de la Universidad de Madrid, estuvo a cargo del discurso realizado en homenaje a Isabel la Católica. En él decía:
Saludemos como a madre a la mujer gloriosa, cuyo amor vive en el alma encendido y vivirá en las generaciones; y saludémosla así todos los españoles, los de aquende el mar y los de allende, porque a unos y a otros estando para morir nos dejó el corazón como lo más que podía dejarnos[25].
- Desde la academia de Historia: Se celebró aquí un acto público para la fecha de fallecimiento de nuestra Reina. El Conde de Cedillo fue quien estuvo a cargo de los festejos. Él mismo confesaba que al momento de preparar el discurso lo hizo obedeciendo: “de una parte, mi amor, o mejor dicho diré, veneración, a la gran Reina española; y de otra, el mandato de la Academia”[26].
Es cierto, todos estos nombres y discursos que hemos citado, provienen de estudiosos, de historiadores o desde el clero. Por razones obvias estas personas pueden estar más inclinadas a venerar y recordar a la Reina Castellana. Sin embargo el pueblo, la gente sencilla, los simples laicos tanto de España como de Hispanoamérica, también han profesado una ardiente devoción hacia la Reina y han clamado por su subida a los Altares.
Veamos algunos ejemplos…
Allá por el año 1929, se celebró en Sevilla el Congreso Mariano Ibero-Americano. El postulador Anastasio Gutiérrez nos cuenta que allí “al verse juntos en Sevilla los españoles e iberoamericanos, surge espontáneamente entre ellos la idea de plantear ante los prelados allí asistentes, la canonización de la Reina Católica. Como escribió el periódico El Debate, en el congreso de Sevilla resonó sobre todos los nombres de héroes y misioneros del Nuevo Mundo el de Isabel la Católica”[27]. Allí, don Narciso de Estégana y Echeverría, prior de las Órdenes Militares, hizo suyo el clamor de la gente y expuso “su autorizado parecer de que Isabel la Católica merece el honor de los Altares”[28].
Un nuevo congreso sería reflejo de la devoción popular. En el año 1951, durante el Congreso Femenino Latinoamericano se redactó un acta en el cual numerosas asociaciones de damas católicas de España, Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Cuba, Chile, Ecuador, Méjico, Perú, Uruguay y también Filipinas; rogaban por la beatificación de la Reina. Las actas fueron elevadas al Vaticano por el entonces ministro de Educación, Don José Ibáñez Martín[29].
En el año 1956 llegaba a Roma desde la Argentina la carta de la señorita Bilbao (de la que ya hemos hablado) que daría el puntapié final para la apertura de la Causa. Una joven laica y universitaria. ¿Qué es sino devoción hacia la Reina lo que movió a la muchacha a escribir su carta?
En Norteamérica también hallamos ecos del fervor de la gente hacia la Santa Reina. En 1962 la asociación estadounidense Daugthers of Isabella (Hijas de Isabel) en su International Convention Daugthers of Isabella, realizado ese año en Monreal (Canadá) expuso en la resolución nº 2 del Congreso la solicitud de la beatificación de la Reina Isabel de España. A esta resolución se le unieron los cuarenta y cinco grupos de esta misma organización norteamericana.
Desde Méjico llegó a Valladolid en 1964 una carta de un “Caballero de Colón” expresando su deseo de ver beatificada a nuestra protagonista, expresando: “Ninguna mujer desde tiempos pasados hasta nuestros días es tan merecedora a tan alta distinción. Fue una heroína y una santa. Justísima beatificación”[30].
En Ecuador, en el año 1967 el “Instituto Ecuatoriano de Cultura Hispánica” y “El círculo femenino de Cultura Hispánica” clamaron también a Roma por la beatificación de Isabel la Católica.
El año anterior Estados Unidos había declarado el 22 de abril el día de la Reina Isabel como fiesta nacional.
El postulador de la Reina, quien nos ofrece todos estos datos afirma: “Imposible detenerse en el mundo hispanoamericano, porque aquí la ambientación de la Causa es tan desbordante, que sería cosa fácil de empezar pero nunca de acabar”[31].
Un nuevo siglo llegó y con él nuevas peticiones de reavivar el proceso de la Sierva de Dios.
En el 2002, El Mundo trae noticias: “Isabel de Castilla podría ascender a los altares. Venerada dentro y fuera de nuestro país, la Conferencia Episcopal ha reactivado su proceso de beatificación. Se le atribuyen dos milagros, pero haber expulsado a moros y judíos y rescatado la Inquisición son episodios que podrían aguar su causa”[32].
En el año 2003, el periódico El País nos trae una noticia contundente: “105.600 católicos remitieron cartas al Papa entre 1993 y 1995 (dos años) pidiendo la beatificación de Isabel la Católica, según los archivos de la causa de beatificación de esta reina, cuyo quinto centenario de la muerte se celebra el próximo año”[33].
Otro dato: en el año 2006, la página web de la Comisión para la beatificación de Isabel la Católica comenzó a publicar boletines digitales tratando diferentes aspectos de la vida de la Reina. Al final de la revista adjuntan algunos comentarios que la gente les envía agradeciendo favores a la Reina o simplemente comentando su devoción hacia ella. En la actualidad se han publicado 32 boletines. Cada boletín publica de dos a cuatro favores hacia la Reina. Asimismo la revista publica noticias sobre estudios que se llevan a cabo acerca de Isabel, ya sea por grandes historiadores o por simples estudiantes universitarios que se comunican con la página. Como se ve, la devoción existe. La gente visita la página y se interesa, y sobre todo la gente le reza a Isabel la Católica, pues comunican pequeños favores obtenidos por su intercesión.[34]
¿Es la falta de devoción popular la verdadera causa de la suspensión de su proceso?…
No, parece que no; pero también reclamaba Capucci “existencia de la fama de santidad documentalmente”.
Fama de Santidad
Si hay en la Causa de nuestra soberana un terreno firme es justamente la fama de santidad. Si hay en la Causa de la Reina, cuestiones que estudiar más a fondo por no estar del todo claras, no conforma el tema de la fama de santidad precisamente uno de ellos. Ésta, como dijimos al comienzo del trabajo, comenzó incluso antes de su muerte.
En la Positio Histórica de la Reina se introduce el capítulo dedicado a su fama de santidad del siguiente modo:
La fama de santidad de la Reina Católica viene corroborada por el testimonio fehaciente de una ininterrumpida tradición histórica recogida en dos gruesos volúmenes por Vicente Rodríguez Valencia, Isabel la Católica en la opinión de españoles y extranjeros, Valladolid, 1970; que figuran en la documentación de la Causa (CIC) como vols. XV y XVI, de 566 y 678 páginas respectivamente[35].
¡Mil doscientas cuarenta y cuatro páginas para recoger su fama de santidad!
No transcribiremos aquí ningún testimonio de la santidad de la reina, puesto que lo hicimos en el capítulo anterior; pero sí nombraremos a todos los testigos de la santidad de Isabel la Católica que el postulador escogió de la investigación de Rodríguez Valencia para la Positio Histórica.
Quizá verlo así, en bruto, en un denso párrafo nos disipe cualquier duda y nos prevenga de malas interpretaciones acerca de los motivos por los cuales la Causa se cierra.
Hablan de su fama de santidad:
Coetáneos españoles: Fernando el Católico, Juan II de Aragón, el Cardenal Cisneros, Carlos V, Hernando de Talavera, Cristóbal Colón, el Dr. Toledo, Gonzalo Fernández de Oviedo, Andrés Bernáldez, Andrés Cabrera, un consejero real, Anónimo franciscano, Fernando de Lucena, Alvar Gómez de Castro, Hernando del Pulgar, Continuador anónimo del Pulgar, Diego Valera, la Crónica Incompleta, Lorenzo Ganíldez de Carvajal, Maese Rodrigo Santaella, Pedro Mexía, Alonzo de Santa Cruz, Jerónimo Zurita, Esteban de Garibay y Zamalloa, Fr. Luis de León, Fr. José de Sigüenza, P. Juan de Mriana, Testimonios de Guadalupe y S. Benito de Valladolid, Fr. Gabriel de Talavera, Pedro de Cartagena, Gómez Manrrique y Diego de S. Pedro, Juan de Encina.
Coetáneos italianos y Papas: Lucio Marineo Sículo, Pedro Mártir de Anglería, El papa Sixto IV, el papa Inocencio VIII, Alejandro VI, Julio II, Andrea Navaggiero, Francesco Guicciardini, Il Conte di Castiglione y Fr. Gilberto Nicolai.
Coetáneos alemanes: Jerónimo Münzer y Fr. Erhard Boppenberger.
Durante los siglos XVII y XVIII: Juan de Palafox, José de Palafox, Francisco Bermúdez Pedraza, Gil Gonzáles Dávila, Anónimo: Biografía de la Reina, Diego de Colmenares, Diego de Saavedra Fajardo, Baltasar Gracián, Francisco Pinel y Monroy, Prudencio de Sandoval, Diego Ortiz de Zúñiga, Monseñor Esprit Flechier, Bernardo Giusyiniani, Santiago Roil, Enrique Flórez, Rafael Floranes, Juan de Ferreras.
Durante los siglos XIX y XX: Juan Antonio Llorente, José Amador de los Ríos, Diego Clemencín, Modesto Lafuente, Vicente de La Fuente, Mariano Juderías, Cánovas del Castillo, Emilio Castelar, Joaquín Costa, William Prescott, Washingtong Irving, León XIII, Marcelino Méndez Pelayo, Alejandro Pidal y Mons. Pío Zabala Lera, Ramón Menéndez Pidal, Gregorio Marañón, Salvador de Lara, Antonio Ballesteros Beretta, Marqués de Lozoya, D. Juan de Contreras, Antonio Rumeu de Armas, Blas Piñar, Francisco Franco, un carmelita descalzo, biografía, P. Tarsicio de Azcona, P. Feliciano Ceredera, Monseñor Rafael García y García de Castro, P. Venancio Carro, William Thomas Walsh, Gabriel y Galán y L. Vázquez de Mella y A. Ballesteros.
No; efectivamente, no ha sido falta de documentación sobre su fama de santidad la tara del proceso.
Prof. Magdalena Ale
[1]Zavala, José María. Op. Cit., P. 101.
[2]Positio histórica super vita, P. XXXVII- XXXVIII.
[3]Ibídem, P. XXXVIII.
[4] Jean Kahn, presidente del Consejo representativo de las instituciones judías de Francia (Crif) en Trbune juive. En Dumont, Jean. Op. Cit., P. 9 Las negritas son nuestras.
[5]Ibídem P. 9.
[6]Ibídem P. 9.
[7]Ibídem P. 9.
[8]Ibídem P. 9 Todas estas declaraciones son también recopiladas por: Zavala, José María. Op. Cit, P. 101.
[9]Íbidem P.10. Las negritas nos pertenecen.
[10] Jean Dumont, Reconquista de la historia. Santa Isabel la Católica. www infocatolica.com. (19/02/2015). Las negritas nos pertenecen.
[11] Ver P. 12. Las negritas nos pertenecen.
[13] No está parada, camina.
[14] José María Escrivá es el fundador de la congregación “Opus Dei”.
[15]El Periódico, 28 de septiembre de 2002. Fecha de consulta: 30/05/14.
[16] ABC, El Gran Periódico Español, 28 de septiembre de 2002 Fecha de consulta: 30/05/14.
[17]Juan G. Bedoya, Isabel la Católica tendrá que esperar. El país. Madrid, 28 de septiembre de 2002.
[18]El Periódico, 28 de septiembre de 2002. Fecha de consulta: 30/05/14. Las negritas son nuestras.
[22] Jean Dumont, Op. Cit. P. 10.
[23] Modesto Lafuente. Cfr. Positio historica super vita, P. 937.
[24] Fray Zacarías Martínez, Oración fúnebre con motivo del cuarto centenario de la muerte de Isabel la Católica, en Medina del Campo, 26 de Noviembre de 1904. Impreso en Madrid, 1904, P. 8 y 57. (CIC, tomo XVI, doc. 1944, P. 321 y 323) Cfr. Ibídem, P. 938. Las negritas nos pertenecen.
[25] Discurso leído en la Universidad central, en solemne inauguración del curso académico (1904-1905). Madrid, Imprenta Colonial, 1904 (BN. V/154-10) CIC, tomo XVI, doc. 1943, P. 318-320. Cfr. Ibídem, P. 938.
[26] Conde de Cedillo. Cfr. Ibídem, P. 939. Las negritas nos pertenecen.
[27]Positio historica super vita, P. 940.
[28]Ibídem, P. 940.
[29] Vizcaíno Casas, Fernando. Op. Cit. P. 185.
[30]Positio historica super vita, P. 942.
[31]Ibídem, P. 943.
[32]El Mundo, domingo 03 de marzo de 2002. Las negritas nos pertenecen.
[33]El País, 23 de abril del 2003.
[35]Positio historica super vita, P. 877 y 878.
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