Escribe Benigno Blanco: «Hacen falta en la vida política española nuevas voces que no se sientan atadas al mantenimiento del status quo de la actual clase política» EL reciente Congreso del PP ha puesto de manifiesto el consciente abandono por este partido de sus señas de identidad clásicas, consolidando así de forma oficial lo que se ya se deducía de los hechos desde hace algunos años.
La progresiva asunción, de forma expresa o tácita, por el PP de la agenda política de ZP en materias como aborto, familia, imposición de la ideología de género, memoria histórica, etcétera; el desarrollo por el primer gobierno de Rajoy de unas políticas fiscales y de endeudamiento público de corte socialdemocráta; el abandono práctico en sus programas y acción de gobierno de toda idea inspirada en el humanismo cristiano.
La desconexión con las preocupaciones de la juventud y la insensibilidad lacerante hacia los dramas sociales que conmueven a la sociedad española en materias como paro juvenil, becas, dependencia o inmigración; la renuncia a la formulación y defensa de un proyecto ilusionante de nación, reduciéndola a un juridicismo constitucionalista sin alma ni pasión… son manifestaciones ya consolidadas de que el PP que sale del congreso del 11-12 de febrero es algo distinto a lo que este partido fue y significó en la España reciente.
Esta mutación del PP que abandona todo perfil ideológico para convertirse en una mera máquina de conservación del poder sin principios ni lealtades, crea un vacío inmenso en la vida política parlamentaria española que habrá de llenarse.
Quienes seguimos creyendo que la sociedad española será más justa y rica si se reducen los impuestos y el endeudamiento público para generar más libertad económica y social; quienes seguimos pensando que proteger la familia y al no nacido y la mujer embarazada hará de nuestro país una comunidad más humana y acogedora por la que merece la pena trabajar; quienes no queremos acostumbrarnos a una generación de jóvenes abandonados al desempleo y la inestabilidad laboral sin esperanza; quienes creemos que más libertad en materia de educación ayudará a mejorar la calidad de nuestro sistema educativo; quienes no renunciamos a la regeneración democrática de nuestras instituciones y a la reforma de nuestro sector público para hacerlo más eficiente y menos costoso; quienes creemos en una democracia no secuestrada por el partidismo que agosta y enturbia la vida pública ni rendida a ideologías antihumanistas impuestas desde los poderes públicos… tenemos la obligación de crear instrumentos para que nuestra voz no quede definitivamente excluida del parlamento y del gobierno.
No es razonable que una parte de la sociedad española renuncie a que su voz se oiga en la vida política española y por eso creo que hay, desde la sociedad civil, que impulsar plataformas que devuelvan esa voz a las instituciones.
En toda Europa y en Estados Unidos se está viviendo este mismo fenómeno: surgen partidos y líderes nuevos para dar voz a aquellos que ya no se sienten representados por unas formaciones políticas que se enquistan en planteamientos viejos, cómodos, autorreferenciales y políticamente correctos, pero ajenos a las nuevas sensibilidades y a la necesidad de no tirar por la borda lo mejor de nuestra tradición cultural y ética.
Hacen falta en la vida política española nuevas voces que no se sientan atadas al mantenimiento del status quo de la actual clase política y no rindan sus ideales a la defensa de posiciones de poder consolidadas; que no tengan miedo de proponer y defender principios humanistas sin rendirse ante la imposición de tópicos de moda; que defiendan una sociedad más libre en materia económica; que propongan sistemas de gestión de las políticas sociales más óptimos y eficientes y por tanto viables; que no intenten arreglar todos los problemas subiendo los impuestos; que se ilusionen con regenerar Europa para sacarla de su anquilosamiento actual; que no renuncien a hacer política con mayúsculas y por tanto no abandonen el discurso emotivo e ilusionante en manos de los populistas.
En la sociedad española hay energías estupendas: hay muchísimas familias responsables que día a día crean un ambiente de cuidado interpersonal y se ocupan de la formación de los menores y de la atención de los mayores; hay emprendedores y empresarios que crean empleo y dinamizan nuestra economía; hay estupendos profesionales de la enseñanza que desearían que se les deje educar en libertad; hay jóvenes bien formados que serían capaces de participar en política si se les ofrece un marco abierto y respirable; hay una memoria histórica nacional de grandes proyectos y realidades que no hay porqué ocultar y que puede volver a ser semillero de ilusiones colectivas. No hay razones para la desesperanza política si se abre la vida parlamentaria a la buena gente que se ha quedado sin voz y representación. Se puede hacer y hay que hacerlo.
abc.es
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