15 de marzo.

La madre de los zebedeos

MIÉRCOLES DE LA SEGUNDA SEMANA DE CUARESMA

 

Libro de Jeremías 18,18-20.

Ellos dijeron: “¡Vengan, tramemos un plan contra Jeremías, porque no le faltará la instrucción al sacerdote, ni el consejo al sabio, ni la palabra al profeta! Vengan, inventemos algún cargo contra él, y no prestemos atención a sus palabras”. ¡Préstame atención, Señor, y oye la voz de los que me acusan! ¿Acaso se devuelve mal por bien para que me hayan cavado una fosa? Recuerda que yo me presenté delante de ti para hablar en favor de ellos, para apartar de ellos tu furor.

Salmo 31,5-6.14-16.

Sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi refugio.
Yo pongo mi vida en tus manos: tú me rescatarás, Señor, Dios fiel.
Oigo los rumores de la gente y amenazas por todas partes, mientras se confabulan contra mí y traman quitarme la vida.
Pero yo confío en ti, Señor, y te digo: “Tú eres mi Dios,
mi destino está en tus manos”. Líbrame del poder de mis enemigos y de aquellos que me persiguen.

Evangelio según San Mateo 20,17-28.

Cuando Jesús se dispuso a subir a Jerusalén, llevó consigo sólo a los Doce, y en el camino les dijo: “Ahora subimos a Jerusalén, donde el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Ellos lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos para que sea maltratado, azotado y crucificado, pero al tercer día resucitará”. Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo. “¿Qué quieres?”, le preguntó Jesús. Ella le dijo: “Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda”. “No saben lo que piden”, respondió Jesús. “¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?”. “Podemos”, le respondieron. “Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre”. Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: “Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”.

_______________________

1. Jeremías fue una figura impresionante de la pasión de Jesús. Tuvo que hablar en nombre de Dios en tiempos difíciles, inmediatamente antes del destierro final. No le hicieron caso. Le persiguieron.

En el primer párrafo hablan los que conspiran contra el profeta. Les estorba. Como estorban siempre los verdaderos profetas, los que dicen, no lo que halaga los oídos de sus oyentes, sino lo que les parece en conciencia que es la voluntad de Dios. «No haremos caso de sus oráculos». Irónicamente dicen estos «judíos malvados» que, aunque eliminen a un profeta como Jeremías, no les faltarán ni sacerdotes ni sabios ni profetas que sí digan lo que a ellos les agrada. Son los falsos profetas, que siempre han hecho carrera.

En el siguiente párrafo es el profeta el que se queja ante Dios de esta persecución y le pide su ayuda. Se siente indefenso, «me acusan, han cavado una fosa para mí». La súplica continúa en el salmo: «sácame de la red que me han tendido, oigo el cuchicheo de la gente, se conjuran contra mi y traman quitarme la vida… pero yo confío en ti, sálvame, Señor». Y eso que Jeremías habla intercedido ante Dios en favor del pueblo que ahora le vuelve la espalda.

Lo que pasa con Jeremías es un exacto anuncio de lo que en el NT harán con Jesús sus enemigos, acusándole y acosándole hasta eliminarlo. Pero él murió pidiendo a Dios que perdonara a sus verdugos. Jeremías es también el prototipo de tantos inocentes que padecen injustamente por el testimonio que dan, y de tantos profetas que en todos los tiempos han padecido persecución y muerte por sus incómodas denuncias.

2. ¡Qué contraste de actitudes entre Jesús y sus discípulos!

Jesús «iba subiendo a Jerusalén»: iba a cumplir su misión, aunque fuera a costar. Iba a ser entregado y condenado, a morir por la humanidad y a resucitar. Este es el tercero de los anuncios que hace de su pasión a sus asustados discípulos, que no entienden o no quieren entender. «El Hijo del hombre ha venido a dar su vida por muchos». Ellos siguen a Jesús como al Mesías, pero no entra en su cabeza que el estilo de la salvación sea a través de la cruz.

En efecto, basta ver la escena que Mateo cuenta a continuación: la madre de Santiago y Juan pide para sus hijos los puestos de honor. Exactamente lo contrario de lo que Jesús les estaba inculcando. No es de extrañar que los otros diez apóstoles reaccionaran disgustados: pero es porque ellos también querían lo mismo, y esos dos se les habían adelantado.

Los criterios de aquellos apóstoles eran exactamente los criterios de este mundo: el poder, el prestigio, el éxito humano. Mientras que los de Cristo son la entrega de sí mismos, ser servidores de los demás, no precisamente buscando los puestos de honor.

3. En nuestro camino de preparación de la Pascua se nos propone hoy un modelo soberano: Cristo Jesús, que camina decididamente en el cumplimiento de su misión. Va camino de la cruz y de la muerte, el camino de la solidaridad y de la salvación de todos.

«No he venido a ser servido, sino a dar mi vida por los demás».

Es el camino de todos los que le imitan. Ya antes, Jeremías había sido fiel, a pesar de las dificultades, a lo que Dios pedía de él. Y después, millones de cristianos han seguido el camino de su Maestro hasta la cruz y la vida resucitada.

No nos suele gustar el camino de la subida a la cruz. A Jeremías también le hubiera sido mucho más cómodo renunciar a su fuego interior de profeta y callarse, para volver a su pueblo a divertirse con sus amigos. A Jesús le hubiera ido mucho mejor, humanamente, si no hubiera denunciado con tanta claridad a las clases dirigentes de su tiempo.

A un cristiano le puede parecer que en medio de este mundo es mejor contemporizar y seguir las mismas consignas que todos, en busca del bienestar personal. Pero el camino de la Pascua es camino de vida nueva, de renuncia al mal, de imitación de un Cristo que se entrega totalmente, que nos enseña a no buscar los primeros puestos, sino a ser los servidores de los demás, cosa que en este mundo parece ridícula.

Aquellos discípulos de Jesús que en esta ocasión no habían entendido nada, entre ellos Pedro, madurarán después y no sólo darán valiente testimonio de Jesús a pesar de las persecuciones y las cárceles, sino que todos morirán mártires, entregando su vida por el Maestro.

¿Nos está ayudando la Cuaresma de este año en el camino de imitación de Jesús en su camino a la cruz? ¿o todavía pensamos con mentalidad humana, persiguiendo los éxitos fáciles y el «ser servidos», saliéndonos siempre con la nuestra, sin renunciar nunca a nada de lo que nos apetece? ¿organizamos nuestra vida según nuestros gustos o según lo que Dios nos está pidiendo?

En la noche de la Vigilia Pascual se nos harán dos preguntas claves, que ya desde ahora debemos ir respondiendo en nuestra actuación concreta: «¿renunciáis al mal?… ¿creéis en Dios… en Cristo?». Es el tiempo de las opciones.

En la Eucaristía comemos a Cristo Jesús como «el entregado por los demás», como el «pan partido», como el que «ha derramado su sangre por todos». ¿Estamos aprendiendo de él esa actitud de entrega?

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Para profundizar:

Análisis
Siguiendo a Marcos, Mateo presenta tres anuncios de la muerte violenta de Jesús. En el Primer Evangelio se han agregado entre el segundo y el tercer anuncio una serie de textos propios de Mateo (suele llamarse fuente M) además de los textos de Marcos y algunos de la fuente Q con lo que el tercer anuncio aparece bastante distanciado de los dos primeros. A cada uno de los anuncios, ya desde Marcos, le sigue una incomprensión del grupo de los Doce: primero Pedro, luego la discusión por el mayor y finalmente, en nuestro caso, los hijos de Zebedeo. A continuación, pero formando una misma unidad (no así en Lucas), encontramos la comparación con los “jefes”. Tenemos, entonces, un texto que Mateo ha mantenido de su fuente Marcos, aunque ha incorporado una serie de elementos que no deben dejar de tenerse en cuenta. Veamos, entonces, lo común, para luego detenernos en lo propio de nuestro texto.

La centralidad de Jerusalén es interesante de descubrir. Allí lo esperan sumos sacerdotes y escribas, grupo siempre ligado a Jerusalén desde la visita de los magos (2,4) hasta las burlas al crucificado, y también en el primer y tercer anuncio de la pasión (en el segundo dice “hombres”, anthropos); al principio y al final los encontramos ligados a los poderosos en contraposición a Jesús: a Herodes al principio, a Pilato al final…

El uso de la voz pasiva (“será entregado”) parece indicar que será entregado “por Dios” con lo que se referiría al obrar de Dios. Sin embargo, la voz pasiva no hace referencia Dios siempre y en todo momento. Se dice que Juan el Bautista fue entregado, para referir a su prisión (4,12), y no parece aludir a que sea Dios el que lo “entrega”, pero, por sobre todas las cosas, en el caso de Jesús, el acento está puesto en que el que lo entrega es Judas (ver Jn 13,2, y lo hace inspirado por el diablo). El texto lo encontramos en los dos anuncios finales de la pasión, y vuelve a aparecer (siempre en voz pasiva) en 26,2 (en la práctica un cuarto anuncio de la Pasión, en este caso inminente), y en 26,24 (“¡Ay de aquel por quien el hijo del hombre es entregado!”, y en el v.25 se aclara que refiere a Judas) y 26,45: “el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores” -lo que recuerda los textos de anuncio de la Pasión, entre otras cosas por el uso de “hijo de hombre”-,y en v.46 aclara “el que me va a entregar está cerca”, “todavía estaba hablando cuando llegó Judas” (v.47), el que con un beso entrega al hijo del hombre (ver Lc 22,48). “Será entregado”, no refiere, entonces, a que es Dios quien lo entrega, sino a la participación de Judas en el drama. Más difícil es saber si también Pablo se refiere a Judas en 1 Cor 11,23: “la noche en que fue entregado”, pero no es acá el caso dar respuesta a esto.

El título “hijo de hombre” suele ser bastante confuso en los Evangelios. Como se sabe, el término se remonta fundamentalmente a Dn 7 releído por algunos apocalipsis tardíos, algunos en clave mesiánica. Por lo que parece, los Evangelios los utilizan -aplicado a Jesús, ciertamente- en tres sentidos: (1) haciendo referencia a un personaje futuro que vendrá al final (cuando venga el hijo del hombre en su gloria…”), (2) haciendo referencia a la misma persona que habla (“el hijo del hombre [= yo] no tiene dónde reclinar la cabeza”), y (3) haciendo referencia a la pasión y muerte, como es el caso de estos textos. La imagen que subyace a los relatos es la del siervo sufriente (ver Is 52,13-53,12), aunque el término nunca pierde su “coloración” de “final de los tiempos”.

Por otra parte, Jesús “será entregado” por los escribas y sumos sacerdotes a los “paganos”, y en 27,1-2 se aclara que “todos los sumos sacerdotes y los ancianos” lo “entregan” a Pilato que es, entonces, el representante de los paganos; también ellos son quienes “lo entregan”.

A la referencia a los Doce, Mateo aclara “discípulos” aclarando que la indicación la da “aparte”, con lo que probablemente quiera aproximar a toda la comunidad eclesial a este momento y hacerlo solemnemente (parece evidente que camina con muchos otros, quizá en peregrinación al Templo para la fiesta). Subir a Jerusalén es una expresión típica: la ciudad no sólo se encuentra en un monte sino que al ser lugar de encuentro con Dios eso nos hace “subir”. Las “etapas del vía crucis” parecen bien detalladas aquí, e incluso con particular precisión en Mateo: Jesús no será “matado” sino “crucificado”, no resucitará “tres días después” sino “al tercer día”. Las “burlas” son características del relato de la pasión (27,29.31.41) y de los textos del justo que sufre (Is 53,3; Sal 22,7-8).

Difícilmente pueda negarse que Jesús conocía la suerte que le esperaba, aunque puede sospecharse que la precisión de datos sean lecturas posteriores a los acontecimientos. La referencia muy frecuente a los textos del Siervo, o del justo que sufre, en los textos que aluden a la pasión y muerte de Jesús, permiten descubrir que las comunidades primitivas encontraron en estos textos del AT una clave de interpretación a lo que representaba un escándalo: la cruz. Pero el texto muestra, de todos modos, la tribulación que Jesús esperaba para sí y los suyos.

Pero ya desde su fuente -como dijimos- Mt encuentra a continuación un diálogo que se suscita a partir de un pedido. Esta incomprensión no la encontramos en Lc, pero sí la referencia final a cómo debe comportarse el seguidor de Jesús en el manejo de la autoridad.

Mt ha modificado su fuente y presenta a “la madre de los hijos de Zebedeo” como la que formula el pedido. La construcción es extraña (hubiera sido más lógico “la mujer de Zebedeo”, o “la madre de Santiago y Juan”) y quizá refleje el interés de Mateo de excusar un poco a los jóvenes. Otros proponen una “opción preferencial por los jóvenes” de Mateo, por eso el rico es “joven” y la madre intercede por los hijos. Es difícil sostener que así sea, teniendo en cuenta que en ninguno de los dos casos los jóvenes quedan bien parados. Parece preferible compararlo con el otro caso donde una madre pide a Jesús que interceda por su hija, la mujer cananea. En ambos casos la madre “se postra” ante Jesús (15,25; 20,20) y pide que le conceda algo (15,23; 20,20.23), pero en uno la mujer obtiene lo que pide insistentemente, mientras que en el otro no. Parece que Mateo quiere comparar dos actitudes, y enseñar cómo debe pedirse, y con qué actitud interior a fin de obtener lo que se pide; el lenguaje es semejante a 1 Re 1,15-21.

El asiento que se pide es “en tu reino” (el reino del hijo del hombre, ver 13,41; 16,28), no en la gloria, y se omite la referencia al “bautismo”. Se aclara, finalmente, que el que prepara los “asientos” es “mi Padre” cosa que estaba supuesta en la voz pasiva de Mc. Pero que se pida un lugar especial para Juan y Santiago no es extraño, ya que Jesús ha demostrado espacial predilección por ellos (17,1ss; 26,36-46). Precisamente, la idea de la “postración” no aparece aquí como religiosa; del mismo modo, la pregunta de Jesús “¿qué quieres?” recuerda a Est 5,3, la imagen parece real (tu reino). Esto permite una mayor conexión con lo que sigue acerca de “los jefes”. Jesús acababa de hablar del trono de gloria del hijo del hombre y los tronos donde los doce juzgarán (19,28); el pedido alude, entonces, a los lugares de preferencia a su lado. Es interesante que en Jerusalén, a dónde se dirige, será reconocido rey (27,29.37.42) en la cruz, pero a su derecha e izquierda se encuentran dos malhechores (27,38).

Lo omisión de la referencia al “bautismo” puede ser variada. Parece que la referencia al “bautismo” entendido como sufrimiento es comprensible en el mundo griego, y no así en el judío al que se dirige Mt; pero además, no es extraño que Mt haya intentado evitar una interpretación sacramental (copa y bautismo) fácilmente imaginable en este párrafo. “Copa” parece referir al martirio (ver martirio de Isaías 5,13 y algunos textos rabínicos), pero esto parece tener influencia cristiana. Parece preferible entender “copa” como simbología del “sufrimiento” ligado al juicio (Sal 11,6; 75,7-9; Is 51,17.22; Jer 25,15.17.27-28; 49,12; Lam 9,21; Ez 23,31-32; Hab 2,16; ver también PsSal 8,14-15: “¡No hubo pecado que no cometieran más que los paganos! Por eso les infundió Dios una copa de vino puro hasta embriagarlos…”; 1QpHab 11,14: «Antes al contrario, (el sacerdote impío) marchó por las sendas de la embriaguez para poder apagar su sed. Pero dejad: el cáliz de la ira de Yahvé lo devorará sin falta…»; 4QpNah 4,6) «La interpretación de esto se refiere a los impíos de Efraín, que compartirán su cáliz con Manasés»). La copa que Jesús beberá es el sufrimiento ligado a la suerte del pueblo de Dios (ver Jer 25,15ss): Jesús no está frente a su destino sino ante el juicio de Dios a los suyos.

“Podemos” puede ser incluso irónico, porque los de Zebedeo “no podrán” (26,40) ni siquiera permanecer despiertos en Getsemaní cuando Jesús pide que “pase esta copa” (26,39.42). Se debe dejar al Padre que sea él mismo quien conceda a los suyos los dones que él quiera…

La indignación de los otros diez no es porque Jesús no es comprendido rectamente, sino porque ellos esperaban lo mismo para sí.

La referencia a “los jefes de las naciones” no puede menos que ser interpretada como referencia al Imperio romano por los lectores del Evangelio, pero lo que interesa es el contraste: el hijo del hombre y los jefes de las naciones actúan de modos contrapuestos y reflejan dos actitudes contrapuestas, que quedan reflejadas en el triple “entre ustedes” vv.26-27. Los jefes actúan “contra” y un ejercicio de poder que no sea en beneficio de la gente está pervertido (Mt usa dos términos con esta idea: literalmente dice que “contraseñorean” y “contradominan”).La actitud del servicio es exactamente contrapuesta: es en favor de los demás. La diakonía es algo despreciado “entre ellos”, los de “las naciones” que lo consideran algo innoble. “Servir” (que tiene su origen en el servicio de las mesas) refleja que el reino propone una inversión de valores con respecto a los otros.

El paralelismo de los dos grupos y la antítesis entre ambos refuerza el contraste:
A. jefes – dominan
B. grandes – oprimen
C. grande – servidor
D. primero – esclavo

A y B son paralelos sinónimos, lo mismo que C y D, pero el primer par y el segundo son, a su vez un paralelo antitético (y es bueno notar el paralelismo entre este párrafo y 23,1-12).

El v.28 presenta el clímax de la unidad, dándole a la unidad en paralelismo una iluminación cristológica. Él se caracteriza por el servicio (diakonía). “Rescate” es liberación, era el dinero que se pagaba por la manumisión de esclavos o prisioneros. El griego litron traduce con frecuencia términos hebreos como ga‘âl, kippur, p_dâ (aunque este más que de un rescate refleja la liberación de un mal) ver Ex 21,28-32; 30,12; Lev 25,26.51-52; Num 18,15. Pero los verbos ya han perdido la idea de rescate-pago para ser usados en un sentido más metafórico que remite a Dios que libera, de allí la traducción “redención”. Kippur precisamente lo encontramos en el canto del siervo en Is 43,3-4. Muchos es un semitismo para decir todos, humanidad (ver 1 Tim 2,6; y también Rom 5,15.19). El hijo del hombre, leído a la luz del Siervo de Isaías es un hijo del hombre que lleva su servicio hasta la muerte. Parece exagerado ir “más allá” y preguntarse ¿a quién se pagó este rescate? como hicieron con frecuencia los Padres de la Iglesia (¿a Dios? ¿al diablo?) la metáfora no hay que llevarla hasta el extremo. Con su muerte Jesús rescata un nuevo pueblo que se guía como sociedad alternativa con criterios diferentes a los de las naciones. La actitud de servicio hasta dar la vida es una suerte de resumen de toda su vida, y es esa vida la que se nos propone de modelo.

Comentario
Como es frecuente en los relatos de anuncio de la pasión, lo sigue un malentendido de los discípulos, en este caso un reclamo de “primeros puestos”. La unidad termina regresando al comienzo y dando sentido a la muerte de Jesús, presentado como Hijo del hombre: una muerte presentada como “rescate”.

Ya es conocida la predilección de Jesús por Santiago y Juan, por eso no extraña totalmente que pretendan sentarse en los tronos de mayor cercanía para el juicio que se avecina. Que el pedido lo haga, en este caso la madre, sirve para comparar con otra madre que también pide, que también se postra, pero que en este caso obtiene lo que solicita: la mujer cananea (15,21-28), es que una cosa es pedir movido por la compasión y ante el dolor ajeno, y otra para obtener beneficios y ser considerado “de los primeros”.

La pretensión de primeros puestos, propia de “los jefes” no es coherente con la actitud que Jesús refleja al decir “de la misma manera”. No debemos modelar nuestra vida y estructuras como “los jefes de las naciones” sino en base al criterio superador del “servicio”, como el de Jesús. El sentido cristológico de la unidad muestra que la vida, ejemplo, servicio y muerte del hijo del hombre dan sentido a nuestras actitudes y es esa dinámica, la del reino, y no la de “las naciones” la que nos debe mover en lo cotidiano, como personas, y como comunidades. Este “no así entre ustedes” nos revela que estas actitudes parecen repetirse también en la comunidad cristiana, como a su vez lo indica el paralelismo con Mt 23,1-12. Habrá que ser claros, y lamentar que “el giro constantiniano haya llevado a la Iglesia a una identificación con la sociedad cerrada de occidente, lo que ha hecho que los sucesores de los apóstoles terminaran siendo príncipes de esta sociedad” (J. Ratzinger).

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