El otro día hice mi primer bautismo en el hospital. Tantos años y nunca había entrado en la restringida zona de neonatos. Verdaderamente restringida para que no entren virus en los nacidos prematuramente.
El sábado pasado casé en la catedral a una antigua monaguilla mía. Me hizo mucha ilusión, mucha de verdad.
Cambiando de tema, mi novela sobre el Apocalipsis está camino de ser dejada en espera un mes. Sigo sin ver con claridad muchas cosas de ella. La primera de todas las cosas: quién es la Bestia. Perdón, quién puede serlo en el futuro. Ya que ahora todavía no está formada.
Otro problema es que tendrá diez reyes consecutivos. Si un presidente de una nación está cuatro años, eso significarían cuarenta años a contar a partir de ahora. Aunque uno dure poco tiempo, que menos dos o tres años cada uno. Eso aleja la novela de nuestra época, que era el propósito de esta ficción.
El otro problema es la índole religiosa de la Bestia, clara en el libro del Apocalipsis. Ahora es todo lo contrario: secularismo. Como se ve, problemas y más problemas que no he logrado solucionar por más conversaciones que he tenido.
Lo que sí que me gustaría escribir con brevedad es un artículo sobre la corrección de Burke al Papa comparándola con el episodio de san Pablo y san Pedro, referida en Gálatas. Sería un artículo enfocado desde un punto de vista exegético y ateniéndome a la cuestión del famoso episodio bíblico. Me temo que las conclusiones no serían del todo favorables al cardenal Burke, al que le tengo cariño y aprecio. Pero ya llevo meditando el texto desde hoy por la tarde, y me parece que las conclusiones no van a ir en su línea. En fin, ya veremos cómo se da el día de mañana.
El viernes vienen mis padres a casa a pasar la Navidad: se acabó la paz.
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