Lunes 26 de Diciembre de 2016
San Esteban, primer mártir
San Esteban, primer mártir
(F). Rojo
Esteban fue el primer mártir, el primero que entregó su vida por profesar a Cristo. Por eso, lo recordamos en este tiempo en que iniciamos el año litúrgico. Esteban era diácono, servicio para el que fue elegido al ser un hombre lleno de fe y del Espíritu Santo. Al igual que Jesús, él sufrió a causa de los jefes religiosos que no aceptaron el Evangelio y tenían poder para darle muerte. Su martirio ocurrió en el año 36 d.C.
Antífona de entrada
Las puertas del cielo se abrieron a san Esteban, el primero de los mártires, por eso triunfa coronado en el cielo.
Oración colecta
Concédenos, Señor y Dios nuestro, imitar a san Esteban y aprender a amar también a los enemigos, ya que celebramos el martirio de aquél que supo interceder por sus propios verdugos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas
Te pedimos, Señor, que aceptes los dones que te presentamos en la conmemoración del triunfo glorioso de tu mártir san Esteban. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión cf. Hech 7, 58-59
Apedrearon a Esteban que oraba diciendo: “Señor Jesús, recibe mi espíritu”.
Oración después de la comunión
Te damos gracias, Señor, por tu inmensa misericordia para con nosotros, porque nos ofreces la salvación mediante el nacimiento de tu Hijo y nos alegras con la celebración del mártir san Esteban. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Lectura Hech 6, 8-10; 7, 54-60.
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.
En aquellos días: Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y signos en el pueblo. Algunos miembros de la sinagoga llamada “de los Libertos”, como también otros, originarios de Cirene, de Alejandría, de Cilicia y de la provincia de Asia, se presentaron para discutir con él, pero no encontraban argumentos frente a la sabiduría y al espíritu que se manifestaba en su palabra. Esteban, lleno del Espíritu Santo y con los ojos fijos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús, que estaba de pie a la derecha de Dios. Entonces exclamó: “Veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios”. Ellos comenzaron a vociferar y, tapándose los oídos, se precipitaron sobre él como un solo hombre, y arrastrándolo fuera de la ciudad, lo apedrearon. Los testigos se quitaron los mantos, confiándolos a un joven llamado Saulo. Mientras lo apedreaban, Esteban oraba, diciendo: “Señor Jesús, recibe mi espíritu”. Después, poniéndose de rodillas, exclamó en alta voz: “Señor, no les tengas en cuenta este pecado”. Y al decir esto, expiró.
Palabra de Dios.
Comentario
Desde sus inicios, el cristianismo ha sufrido persecución y martirio. Aunque parezca paradojal, al relatar estos sucesos, el libro de los Hechos nos da un mensaje consolador: nada puede detener a la Palabra de Dios y su difusión.
Sal 30, 3c-4. 6. 8ab. 16bc-17
R. Yo pongo mi vida en tus manos, Señor.
Sé para mí una roca protectora, un baluarte donde me encuentre a salvo, porque tú eres mi roca y mi baluarte: por tu nombre, guíame y condúceme. R.
Yo pongo mi vida en tus manos: tú me rescatarás, Señor, Dios fiel. ¡Tu amor será mi gozo y mi alegría! R.
Líbrame del poder de mis enemigos y de aquellos que me persiguen. Que brille tu rostro sobre tu servidor, sálvame por tu misericordia. R.
Aleluya Sal 117, 26a. 27a.
Aleluya. ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! El Señor es Dios, y él nos ilumina. Aleluya.
Evangelio Mt 10, 17-22
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Dijo Jesús a sus discípulos: “Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en sus sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes. El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará”.
Palabra del Señor.
Comentario
El Espíritu Santo es quien anima y sostiene. Cuando profetizó la persecución, Jesús nos prometió la asistencia del Espíritu Santo. Hoy muchos cristianos sufren persecución y muerte a causa del nombre de Jesucristo. Oremos por todos ellos pidiendo al Espíritu Santo que les lleve fortaleza, paz y consuelo.
Oración introductoria
Gracias, Jesús, porque en tu gran misericordia, has querido abajarte a una condición tan pobre como la mía, y por ser el sostén de mis afanes cotidianos. Sé que sin Ti nada puedo, y por esta razón, me acerco a Ti, con un corazón lleno de confianza, a pedirte la fuerza para que pueda llevar con amor y paciencia las contrariedades que me permitas en este día. Jesús, confío en Ti. Sé que desde tu cruz, me ayudarás a ser feliz.
Petición
Señor, que al haberte recibido en esta Navidad, pueda tener un corazón dispuesto a ser testimonio de tu presencia ante las demás personas con las que me encuentre en este día. Concédeme sentirte vivo en mi vida, y que los demás te encuentren a Ti en mí.
Meditación
Hoy, la Iglesia celebra la fiesta de su primer mártir, el diácono san Esteban. El Evangelio, a veces, parece desconcertante. Ayer nos transmitía sentimientos de gozo y de alegría por el nacimiento del Niño Jesús: «Los pastores regresaron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto» (Lc 2,20). Hoy parece como si nos quisiera poner sobre aviso ante los peligros: «Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán» (Mt 10,17). Es que aquellos que quieran ser testimonios, como los pastores en la alegría del nacimiento, han de ser también valientes como Esteban en el momento de proclamar la Muerte y Resurrección de aquel Niño que tenía en Él la Vida.
El mismo Espíritu que cubrió con su sombra a María, la Madre virgen, para que fuera posible la realización del plan de Dios de salvar a los hombres; el mismo Espíritu que se posó sobre los Apóstoles para que salieran de su escondrijo y difundieran la Buena Nueva —el Evangelio— por todo el mundo, es el que da fuerzas a aquel chico que discutía con los de la sinagoga y ante el que «no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba» (Hch 6,10).
La humanidad entera reclama hombres y mujeres dispuestos a dar su vida, día a día, en el trabajo, en el hogar, en la universidad, en cada espacio cultural; en fin, en donde puedan ser faros luminosos que den luz a las almas perdidas en la vida cotidiana. El mundo está necesitado.
Por eso, debemos confiar y lanzarnos a ser ese faro de Dios para los demás, no teniendo miedo y abriendo nuestro corazón para Él, que es nuestra luz, nuestra fuerza y nuestra salvación. Hoy tenemos que confiar una vez más y mirar el mundo con ojos llenos de fe. Necesitamos ser testigos de Aquél que nos ha amado y que nos ha llamado por nuestro nombre con una sonrisa en el rostro. Y cuando experimentemos nuestra debilidad, nuestra miseria, acudamos a Cristo y a su Madre Santísima. Junto a ellos, nuestra confianza crecerá y se fortalecerá en ese darnos con amor a la Voluntad de Dios y en el constante ser testigos de la fe, aunque las persecuciones morales parezcan ahogarnos.
Propósito
Visitaré a Jesús en la Eucaristía y le pediré la gracia de ser su luz en esta semana para las personas que me necesiten.
Diálogo con Cristo
Jesús, gracias por haberme escuchado y por ser mi mejor amigo, en quien puedo confiar hasta la muerte. Tú sabes que hay momentos en los que me encuentro muchas veces solo, sin saber a quién acudir. Por lo mismo, me acerco lleno de fe a Ti que eres la fuerza en el camino, luz para mis pasos dudosos, y voz en medio del silencio. Jesús, manso y humilde de Corazón, haz mi corazón semejante al tuyo.
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