Jesús también quiere a los ricos... (segunda parte)

Acababa el artículo anterior con una afirmación que ha escandalizado a unos pocos; quiza a más, pero solo unos pocos me lo han participado. Escribía -de intento- que toda esa vociferante y machacona insistencia por los “materialmente” pobres -orillando a la vez y conscientemente como auténticos apestados a los que no lo son, estigmatizándolos además como indignos de pertenecer a la Iglesia Católica, y ocultando que, ante Dios, TODOS SOMOS POBRES, auténticos INDIGENTES; silenciando a mayor abundamiento las voces discordantes con esta simplonería sentimentaloide, “política” y ahora también “eclesialmente correcta y esencialmente buenista", que a nada conduce ni nada resuelve-, NO ES CRISTIANA; es más, es una “nueva” IDOLATRÏA…

Y hay gentes -pocas- que se han escandalizado. Voy a intentar “explicar” y “explicarme"; no tanto por esas buenas gentes -si les sirve, pues estupendo-, sino porque ya tenía pensado hacerlo, y así lo anunciaba. Y en ello estoy.

Vaya por delante -porque es verdad- que Jesus algunas veces cita a los “pobres” y los ensalza, en la mejor continuidad veterotestamentaria. Y lo hace, en esas ocasiones, sin distingos entre pobreza “material” y pobreza “espiritual", porque son “los pobres de Yahweh". De estas expresiones algunos infieren que Jesús se está refiriendo especialmente a los pobres “materialmente pobres", a la pobreza “material” sobrevenida o en la que se está inmerso. Me van a perdonar pero nada más lejos de la Verdad Revelada, de la Palabra de Dios y, muy especialmente de los hechos obrados por el mismo Jesucristo. Por contra, en diversas ocasiones sí se refiere expresamente a la pobreza “espiritual” o a los “pobres de espíritu", por ejemplo, en las Bienaventuranzas. Y la Palabra de Dios no puede contradecirse.

En primer lugar, Jesucristo no vino a remediar ninguna indigencia o pobreza material: vino a SALVARNOS. Y a salvarnos de nosotros mismos, de nuestros pecados, de nuestra INDIGENCIA ESPIRITUAL, de la que de ningún modo podíamos salir por nosotros mismos. Entregó su Vida por la nuestra, que habiamos perdido, y estábamos abocados, sin remedio a nuestro alcance, a la condenación eterna. NO murió por nuestras necesidades materiales. En absoluto. Rotundamente: NO.

En segundo lugar, Jesús NUNCA remedió ni una sola situación de pobreza “material". Lo que no deja de ser muy, pero que muy llamativo, si hubiese venido a instaurar la “liberación” de esas pobrezas, y también -y como sería lógico-, de las condiciones tan “injustas” -según estos “nuevos profetas"- que las producen. Llamativo y sorprendente.  (Por cierto y como inciso necesario: pobrezas “espirituales” las atendió todas).

Máxime, cuando se nos quiere presentar a Jesús -al que ya no llaman “el Cristo, el Hijo de Dios vivo": ¡qué cosa tan demodé, por favor"-, como un liberador “social", un marxistoide anacrónico, fuera de tiempo y lugar, hasta el punto que nadie le hizo caso hasta que no vino un tal Marx -diecinueve siglos después, por cierto, que ya es tardar-, y ahora los de Podemos, si se me permite la licencia o la broma. Pasando -¡cómo no!- por el Comandante, que se me olvidaba: el último “mesías” o “libertador” de cuño -o “puño"- marxista: o sea, multimillonario. Otra de las cosas que no cuadran en Jesús: ¡no se hizo millonario con la monserga de los pobres!

Por último, y para no alargar más el escrito: es también “luminoso” e inequívocamente “dramático” -una auténtica tragedia- lo que ha pasado en la Iglesia, fruto de esa “opción preferencial por los pobres”. Valga como muestra el ejemplo alemán.

Desde hace muchos años, la Iglesia Católica en Alemania, se centró en la ayuda económica a las Iglesias en los países en dificultades políticas, sociales y, lógicamente, económicas. Dado su poderío ecnómico, la ayuda fue, y sigue siendo, muy importante; mucho. Y a esas Iglesias, que no tenían recursos, les vinieron de maravilla los dineros que les caían de los católicos alemanes. Desde este punto de vista, todo perfecto, pues se pudieron hacer muchísimas cosas que, de otro modo, no se hubieran hecho en esos países necesitados: desde obras asistenciales, como escuelas y hospitales, hasta sufragar los gastos de los seminaristas, en unos seminarios llenos de jóvenes y vacíos de comida; amén de otras muchas carencias.

Pero el “peaje” que tal perspectiva o "cultura” eclesial ha sido que la Iglesia Católica en Alemania se ha quedado “vacía": de espíritu y de espiritualidad. Y ha perdido a miles y miles de católicos en todos esos años. Lo que no deja de ser una paradoja que alguien tendrá que ver y descifrar. Porque si la ayuda a los pobres “materiales", si cuando se está en la “verdadera” iglesia, si cuando se está entendiendo a Cristo y su liberación, si cuando se es más misericordioso que nunca…, si todo eso lleva consigo la desaparición de los católicos y de la Iglesia…, con sinceridad, y con la mano en el corazón: si esos son los frutos…, "para ese viaje no se necesitan alforjas".

Porque, en esa perspectiva, TODO ESTA EQUIVOCADO DE RAÍZ. “Por sus frutos los conoceréis".

Pero se me ha quedado en el teclado una tercera entrega. Espero que llegue pronto.

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06:09

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