Descripción de la escena prenavideña de mi casa, a cuatro horas de la cena. Primer personaje, el marido de mi madre: viudo casado con mi madre viuda. Para ahorrar palabras lo llamaré en mi blog “mi padre”. Pues mi padre (del que no corre por mis venas ni una gota de sangre suya) se ha pasado toda la tarde en el sillón, concentrado en su móvil. No sé qué hace, no tengo ni idea. Pero no tengo el más mínimo motivo de queja. Es como un gato, no da la más mínima molestia. Sería el suegro perfecto en cualquier familia.
Mi madre, segundo personaje. Ahora está en la cocina. Se ha pasado todo el día haciendo cosas, moviéndose por la casa siempre ocupada. No ha descansado ni cinco minutos. Caerá derrengada, como siempre, tras la cena; no antes. Después que saque los postres a la mesa se derrumbará en el otro sillón y verá cualquier programa (el que sea) hasta el final. No se perderá ni los anuncios. Sólo durante los anuncios dejará de mirar la pantalla para echarme en cara cualquier cosa. Su marido no la aprueba, calla. Pero es un silencio que no supone ni conformidad ni desaprobación. Observa la escena con neutralidad. Es un nombre neutral por naturaleza. La neutralidad es como si le saliera de dentro.
Tercer personaje: yo. Me he refugiado en escribir este post y con auriculares en los oídos. Dejo de escribir, vienen los vecinos; no es broma.
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