Martes 27 de Diciembre de 2016
San Juan, apóstol y evangelista
San Juan, apóstol y evangelista
Fiesta. Blanco
Juan era hijo de Zebedeo, natural de Betsaida, pescador del lago de Galilea. Fue uno de los primeros discípulos de Jesús. Lo encontramos mencionado por su nombre muchas veces en los Evangelios y en el libro de los Hechos. Otras veces el Evangelio habla también de un “discípulo amado”, de quien no se da el nombre. La tradición dice que se trata de Juan. Si tomamos como base los textos que hablan del “discípulo amado”, vemos que nos presentan un ideal de lo que es un discípulo. Al evangelista san Juan se lo representa con la figura del águila porque el prólogo de su evangelio contiene una teología elevada, que se remonta hasta el origen celestial de Jesucristo.
Antífona de entrada
Juan es aquel que durante la cena reclinó su cabeza sobre el pecho del Señor. Bienaventurado el apóstol a quien le fueron revelados los secretos celestiales, y difundió por todo el mundo las palabras de vida.
O bien: cf. Ecli 15, 5
El Señor lo colmó del espíritu de sabiduría y de inteligencia, y lo revistió de su gloria, para que anunciara su palabra en medio de la Iglesia.
Oración colecta
Señor y Dios nuestro, que nos has revelado el misterio del Verbo hecho carne por medio del apóstol san Juan, concédenos la gracia de comprender con claridad lo que él nos enseñó tan admirablemente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas
Santifica, Señor, los dones que te presentamos, y concédenos ahondar en el misterio de tu Verbo eterno, que en la última cena revelaste a tu apóstol san Juan. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión Jn 1, 14. 16
La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. De su plenitud, todos nosotros hemos participado.
Oración después de la comunión
Te pedimos, Dios todopoderoso, que el Verbo hecho carne, anunciado por el apóstol san Juan, habite siempre en nosotros por esta eucaristía que hemos celebrado. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.
Lectura 1Jn 1, 1-4
Lectura de la primera carta de san Juan.
Queridos hermanos: Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que hemos tocado con nuestras manos acerca de la Palabra de Vida, es lo que les anunciamos. Porque la Vida se hizo visible, y nosotros la vimos y somos testigos, y les anunciamos la Vida eterna, que existía junto al Padre y que se nos ha manifestado. Lo que hemos visto y oído, se lo anunciamos también a ustedes, para que vivan en comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Escribimos esto para que nuestra alegría sea completa.
Palabra de Dios.
Salmo 96, 1-2. 5-6. 11-12
R. Alégrense, justos, en el Señor.
¡El Señor reina! Alégrese la tierra,
regocíjense las islas incontables.
Nubes y Tinieblas lo rodean,
la Justicia y el Derecho son la base de su trono. R.
Las montañas se derriten como cera delante del Señor,
que es el dueño de toda la tierra.
Los cielos proclaman su justicia
y todos los pueblos contemplan su gloria. R.
Nace la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alégrense, justos, en el Señor
y alaben su santo Nombre. R.
Aleluya
Aleluya. A ti, Dios, te alabamos y cantamos; a ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles. Aleluya.
Evangelio Jn 20, 2-8
Del santo Evangelio según san Juan 20, 2-9
El primer día después del sábado, María Magdalena vino corriendo a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto". Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró. En eso, llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Observó los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces, entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.
Oración Introductoria
Jesús, abre mi corazón como abriste la puerta del sepulcro y has que comprenda que estás vivo y caminas a mi lado; por favor, Jesús, has que nunca lo olvide. Enséñame a poner mi confianza en ti, como la tuvo María, tu madre. Ayúdame a confiar plenamente, sabiendo que eres Tú quien nos aguarda.
Petición
Señor, que te vea en mi vida, que crea en ti y que te abra mi corazón en todos los momentos de mi día.
Meditación
Hoy, la liturgia celebra la fiesta de san Juan, apóstol y evangelista. Al siguiente día de Navidad, la Iglesia celebra la fiesta del primer mártir de la fe cristiana, san Esteban. Y el día después, la fiesta de san Juan, aquel que mejor y más profundamente penetra en el misterio del Verbo encarnado, el primer “teólogo” y modelo de todo verdadero teólogo. El pasaje de su Evangelio que hoy se propone nos ayuda a contemplar la Navidad desde la perspectiva de la Resurrección del Señor. En efecto, Juan, llegado al sepulcro vacío, «vio y creyó» (Jn 20,8). Confiados en el testimonio de los Apóstoles, nosotros nos vemos movidos en cada Navidad a “ver” y “creer”.
Uno puede revivir estos mismos “ver” y “creer” a propósito del nacimiento de Jesús, el Verbo encarnado. Juan, movido por la intuición de su corazón —y, deberíamos añadir, por la “gracia”— “ve” más allá de lo que sus ojos en aquel momento pueden llegar a contemplar. En realidad, si él cree, lo hace sin “haber visto” todavía a Cristo, con lo cual ya hay ahí implícita la alabanza para aquellos que «creerán sin haber visto» (Jn 20,29), con la que culmina el vigésimo capítulo de su Evangelio.
Para María Magdalena, Pedro y Juan, Jesús lo era todo. Por eso van y lo buscan. Pero, ¿cómo buscar entre los muertos al autor de la vida? Cristo vive. El sepulcro vacío no significa sino que Él ha resucitado, como lo predijo. Vive, y he aquí que se aparece a sus discípulos, quienes "se alegraron viendo al Señor" (Jn 20, 20).¡Se alegraron! Esta palabra es sencilla y a la vez profunda. Su temor se debía a la muerte de Jesús; por lo que la resurrección intensificó su alegría. ¡Cristo vive! ¿Por qué tenemos miedo?
Estos tiempos, en que algunos creen en la "muerte de Dios", exigen, de modo particular, el anuncio de la verdad sobre la resurrección del Crucificado. Y piden de nosotros -como antes lo pidieron de María Magdalena, de Pedro y de Juan-, que seamos testigos del Resucitado.
Propósito
Buscaré vivir alguna actividad de mi día pensando en Cristo que me ve, me oye y me escucha.
Diálogo con Cristo
Yo sé que estás vivo, Jesús; que tu muerte hizo brotar un manantial de vida para mí y que el océano de tu misericordia inunda todo el mundo. Eres fuente de Vida, insondable misericordia divina. Por eso, te pido que llenes mi corazón entero de tu amor, para que no viendo, crea; sufriendo, goce, y amándote, te anuncie.
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