Jueves 24 de Noviembre de 2016
Santos Andrés Dung-Lac, presbítero, y compañeros, mártires.
(MO). Rojo.
Durante el siglo XVI, varias familias religiosas anunciaron el Evangelio en las diversas regiones del Vietnam. Mucha gente del pueblo recibió con alegría la Buena Noticia del Evangelio. Esta aceptación de la fe cristiana fue enseguida probada por la persecución. Durante los siglos XVII, XVIII y XIX, a pesar de que hubo breves intervalos de paz, muchos cristianos obtuvieron el don del martirio. Entre ellos hubo obispos, presbíteros, religiosos, religiosas, catequistas, tanto hombres como mujeres, y laicos de sexo y condición diversa. El papa Juan Pablo II canonizó ciento diecisiete mártires el día 19 de junio de 1988; este grupo de mártires estaba formado por noventa y seis vietnamitas, once misioneros dominicanos españoles y diez franceses. A petición del episcopado vietnamita, el mismo Papa ha introducido en el Calendario romano la memoria del presbítero Andrés Dung-Lac y sus compañeros.
Antífona cf. Gál 6, 14; 1 Cor 1, 18
Sólo nos gloriaremos en la cruz de nuestro Señor Jesucristo. El mensaje de la cruz es fuerza de Dios para nosotros, que hemos sido salvados.
Oración colecta
Señor Dios, fuente y origen de toda paternidad, que otorgaste a los santos mártires Andrés y compañeros permanecer fieles a la cruz de tu Hijo hasta derramar su sangre, concédenos, por su intercesión, que propagando tu amor entre los hermanos podamos llamarnos y ser en verdad hijos tuyos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas
Recibe, Padre santo, los dones que te presentamos en la memoria de los santos mártires Andrés y compañeros; concédenos serte fieles en las adversidades de la vida y convertirnos en una ofrenda agradable a ti. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión Mt 5, 10
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los cielos.
Oración después de la comunión
Alimentados con el pan de la vida en esta conmemoración de los santos mártires, Andrés y compañeros, te pedimos humildemente, Padre, que permanezcamos unidos en tu amor y alcancemos la recompensa eterna prometida a los que perseveran hasta el fin. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Lectura Apoc 18, 1-2. 21-23; 19, 1-3. 9a
Lectura del libro del Apocalipsis.
Yo, Juan, vi que otro Ángel descendía del cielo con gran poder, mientras la tierra se iluminaba con su resplandor. Y gritó con voz potente: “¡Ha caído, ha caído Babilonia, la grande! Se ha convertido en refugio de demonios, aves impuras y en guarida de toda clase de animales impuros y repugnantes”. Y un Ángel poderoso tomó una piedra del tamaño de una rueda de molino y la arrojó al mar, diciendo: “Así, de golpe, será arrojada Babilonia, la gran Ciudad, y nunca más se la verá”. Ya no se escuchará dentro de ti el canto de los que tocan el arpa y de los músicos, de los flautistas y de los trompetistas; ya no se encontrarán artesanos de los diversos oficios, ni se escuchará el sonido de la rueda del molino. No volverá a brillar la luz de la lámpara, ni tampoco se escuchará la voz de los recién casados. Porque tus comerciantes eran los grandes de la tierra, y con tus encantos sedujiste a todos los pueblos. Después oí algo parecido al clamor de una enorme multitud que estaba en el cielo, y exclamaba: “¡Aleluya! La salvación, la gloria y el poder pertenecen a nuestro Dios, porque sus juicios son verdaderos y justos. Él ha condenado a la famosa Prostituta que corrompía la tierra con su lujuria, y ha vengado en ella la sangre de sus servidores”. Y volvieron a decir: “¡Aleluya! La humareda de la Ciudad se eleva por los siglos de los siglos”. Después el Ángel me dijo: “Escribe esto: Felices los que han sido invitados al banquete de bodas del Cordero”.
Palabra de Dios.
Comentario
Hemos visto caer imperios, hombres y mujeres opresores, hacedores del mal y generadores de violencia. Ellos, como esta “Babilonia”, se han beneficiado de sus crímenes. Pero no siempre son tan manifiestamente poderosos. A veces son simples participantes de una maquinaria perversa y corrupta. Pero por encima de ellos tenemos que ver la fuerza y la Gloria de Dios. Eso nos hace caminar con esperanza, porque ni el dolor, ni el mal, serán eternos.
Sal 99, 1-5
R. ¡Felices los invitados al banquete de bodas del Cordero!
Aclame al Señor toda la tierra, sirvan al Señor con alegría, lleguen hasta él con cantos jubilosos. R.
Reconozcan que el Señor es Dios: Él nos hizo y a él pertenecemos; somos su pueblo y ovejas de su rebaño. R.
Entren por sus puertas dando gracias, entren en sus atrios con himnos de alabanza, alaben al Señor y bendigan su Nombre. R.
¡Qué bueno es el Señor! Su misericordia permanece para siempre, y su fidelidad por todas las generaciones. R.
Aleluya Lc 21, 28
Aleluya. Tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación. Aleluya.
Evangelio Lc 21, 20-28
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación. Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que estén en medio de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no entren en ella; porque éstos son días de venganza, y se cumplirá todo cuanto está escrito.
»¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Habrá, en efecto, una gran calamidad sobre la tierra, y cólera contra este pueblo; y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación».
Palabra del Señor.
Comentario
Podemos sentirnos agobiados frente a todo el mal que nos rodea, perder la esperanza de una salida liberadora o incluso no tener más confianza al pensar que Dios nos ha abandonado. El texto de hoy nos inspira a ir más allá: a comprender lo que sucede como un signo, a discernir, en medio de todo lo que ocurre, cuál es la voz de Dios y el llamado a seguir creyendo.
Oración introductoria
Señor Jesús, pasajes del Evangelio como el de hoy pueden parecer inquietantes en un primer momento. Pero sabiendo que tengo la enorme gracia de poder tener un momento de intimidad contigo en la oración, lo que hago es levantar la cabeza para estar dispuesto a escucharte, porque sé que Tú eres mi liberación.
Petición
Jesús, Tú eres mi esperanza, ¡aumenta mi confianza!
Meditación
Hoy al leer este santo Evangelio, ¿cómo no ver reflejado el momento presente, cada vez más lleno de amenazas y más teñido de sangre?. Muchas veces, se ha representado la segunda venida del Señor con las imágenes más terroríficas posibles, como parece ser en este Evangelio, siempre bajo el signo del miedo.
Sin embargo, ¿es éste el mensaje que hoy nos dirige el Evangelio? Fijémonos en las últimas palabras: «Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación» (Lc 21,28). El núcleo del mensaje de estos últimos días del año litúrgico no es el miedo, sino la esperanza de la futura liberación, es decir, la esperanza completamente cristiana de alcanzar la plenitud de vida con el Señor, en la que participarán también nuestro cuerpo y el mundo que nos rodea. Los acontecimientos que se nos narran tan dramáticamente quieren indicar de modo simbólico la participación de toda la creación en la segunda venida del Señor, como ya participaron en la primera venida, especialmente en el momento de su pasión, cuando se oscureció el cielo y tembló la tierra. La dimensión cósmica no quedará abandonada al final de los tiempos, ya que es una dimensión que acompaña al hombre desde que entró en el Paraíso.
La esperanza del cristiano no es engañosa, porque cuando empiecen a suceder estas cosas —nos dice el Señor mismo— «entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria» (Lc 21,27). No vivamos angustiados ante la segunda venida del Señor, su Parusía: meditemos, mejor, las profundas palabras de san Agustín que, ya en su época, al ver a los cristianos atemorizados ante el retorno del Señor, se pregunta: «¿Cómo puede la Esposa tener miedo de su Esposo?».
El lenguaje escatológico empleado por Cristo en este pasaje nos muestra dos cosas: que Él es el Señor y dueño de la historia y de los acontecimientos, y que todo cristiano tiene como consigna la vigilancia, pues desconocemos el día y la hora en que todo esto sucederá. Cristo no nos pide lo que no le podemos dar pero sí reclama un seguimiento convencido por parte de cada uno: que le amemos por encima de nuestras tribulaciones o en medio de la perplejidad; que aguardemos con esperanza su segunda venida.
También nos advierte que el camino de la cruz no es fácil y que a veces cuesta, sin embargo sabemos que cuando Dios pide algo, no hace más que requerir lo que precisamente ha dado. Por lo tanto tenemos un modelo donde reflejarnos. Él nunca nos deja solos. Repitamos las palabras de Santa Teresa "Solo Dios basta" y seamos capaces de cobrar el animo y levantar nuestra cabeza porque se acerca nuestra liberación.
La "atención" no es un simple "oír" superficial, sino es "la escucha", acto de atención, de acogida, de disponibilidad hacia Dios. No es el modo distraído con el cual nosotros nos ponemos delante del Señor o ante los otros: oímos las palabras, pero no escuchamos realmente.
María está atenta a Dios, escucha a Dios. Pero María escucha también los hechos, es decir lee los acontecimientos de su vida, está atenta a la realidad concreta y no se para en la superficie, sino que va a lo profundo, para captar el significado. Esto también vale en nuestra vida: escucha de Dios que nos habla, y también escucha de la realidad cotidiana, atención a las personas, a los hechos, porque el Señor está en la puerta de nuestra vida y golpea en muchos modos, pone señales en nuestro camino; está en nosotros la capacidad de verlos. María es la madre de la escucha, escucha atenta de Dios y escucha también atenta de los acontecimientos de la vida.
Propósito
Liberarnos ante todo del pecado, de nuestra miseria, de nuestros rencores e insatisfacciones.
Diálogo con Cristo
Señor, ayúdame a ver todos los sucesos de mi vida en la perspectiva de la eternidad. Ver todo con tu mirada, para saber qué es lo que realmente tiene valor. Sólo al final de mi vida podré confirmar que todo tiene sentido y que la lucha por vivir el Evangelio vale la pena, pero ahora sé que nunca me voy arrepentir de lo que haya hecho por amor a Ti, ¡gracias por darme la certeza de mi fe!
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