Todos queremos −necesitamos− sentirnos integrados, acogidos, queridos; pero no a cualquier precio.
Que sí, que a casi todo el mundo nos da cosa.
Sí, hombre, sí: lo de decir que el rey va desnudo. Por más que sea verdad.
Esto no viene de hoy. Ni ocurre solo aquí; que el cuento de El traje nuevo del emperador se publicó allá por 1837 y… en Dinamarca.
Aunque a veces te dé cosa, hoy quiero animarte a que seas tú mismo; a que no te calles. Más aún: a que −cuando proceda− hables con la espontaneidad y el desparpajo del niño de aquella historia. El único entre el público que soltó esa verdad que tantos conocían.
Lo de hablar como el pequeño no es fácil. Ya decía Picasso que “todos los niños nacen artistas. El problema es cómo seguir siendo artistas al crecer”.
Porque, cuando uno crece, suele pensar que es más conveniente ser “prudente” y callar; o disfrazarse de camaleón. “Cierra el pico, Federico; y adáptate al paisaje; o al paisanaje. A ver si te van a decir algo”.
« El miedo es libre. Y hace falta un valor creciente ante una también creciente presión de lo políticamente correcto
Por eso algunos, en lugar de nadar a contracorriente como bravos salmones, prefieren hacerse el muerto y dejarse arrastrar en la dirección del agua. Conocen seguramente la afirmación de Woodrow Wilson de que “el hombre que está nadando contra la corriente conoce su fuerza”. Y ellos que la intuyen… renuncian a constatarla.
Es por ello que en este mundo hay personas que no quieren parecer lo que son. Y asumen que es más prudente parecer lo que no son.
Así, se someten a los imperativos, a los gustos, de quienes les rodean: de lo que se lleva; aunque sean chanclas en crudo invierno.
Creen que presentándose de tal forma no serán rechazados. Tienen interiorizado que ir a contracorriente… casi nunca es conveniente. Y pagan, cuando menos, con su silencio, con tal de ser aceptados.
« Todos queremos −necesitamos− sentirnos integrados, acogidos, queridos. Pero no a cualquier precio
No al precio de la sumisión. ¿No vivimos en un país libre? (Por favor, mamá, no me contestes. Ya sé tu respuesta).
En fin, si uno, con tal de caer bien a toda costa, “se pone chanclas en invierno” −entiéndeme la metáfora− para que no le miren mal, corre el riesgo de agarrarse un buen trancazo. Y de ir por ahí contagiándolo hasta propiciar una pandemia.
¿Somos conscientes de que si los que nos rodean nos quisieran de verdad deberían querernos, aceptarnos y −qué menos− respetarnos con nuestros propios zapatos? ¿Aunque no sean sus chanclas?
Me preocupa que está calando mucho la especie de que discrepar nos convierte en villanos.
No sé si me explico. Me han regalado un libro de Juan Meseguer: Pensamiento crítico. Una actitud. Y voy a leerlo. Aunque solo sea por dos razones:
1. En su contraportada concluye que es “un libro urgente ante el conformismo intelectual”.
2. Ya decía la santa Teresa de Jesús aquello de “Lee y conducirás. No leas y serás conducido”.
« Para no ir como ovejas en rebaño hay que aprender a ser valientes, críticos y autocríticos
Y así, necesitamos educarnos: la educación mejora tus aptitudes y actitudes, despierta tu interés y tu curiosidad. Enciende el deseo de acercarse a la verdad, de pensar por uno mismo, de contar con capacidad de análisis propio… y nos amplía las ventanas por las cuales vemos el mundo, en palabras de Arnold H. Glasow. Te lo contaba en mi post 7 ideas sobre Educación.
Hay quien no renuncia a sus convicciones ni se conforma −mira qué verbo− o se somete… por principios.
Acomodarse a aquello que otro pretende imponerte, además, no siempre es la solución vital. Muñoz Seca, con su habitual sorna, camino de ser fusilado, decía a quienes iban a ser sus verdugos: “Me temo que ustedes no tienen intención de incluirme en su círculo de amistades”. Y se lo temía bien.
No obstante ello, el autor de La venganza de Don Mendo no abdicó de ninguna de sus convicciones. Parecía tener claro aquello que Oscar Wilde escribió: “Sé tú mismo, los demás puestos ya están ocupados”.
« ¿Sabes aquél de esos turistas ingleses…?
No sé si conoces la historia de esos turistas ingleses que, paseando por la playa de un país bananero, preguntan a dos nativos latinos: ¿Y qué tal por aquí, tienen ustedes calidad de vida, viven en cierta libertad?
A lo que estos responden lacónicamente −cuatro palabras−: “No nos podemos quejar…”.
− Sorry?, preguntan los turistas creyendo no haber comprendido bien.
− ¡Que no nos podemos quejar!
Tú si puedes, si quieres: quejarte, si procede, disentir, manifestar tu opinión… Hazlo. Sé tú mismo. Y sé libre. Vive (recuerda que sólo quien nada a contracorriente, cuando procede, tiene la certeza de estar vivo…).
Hace ya tiempo te ofrecí algunas herramientas para dirigirte a tus representantes, cuando sea el caso. Pincha aquí.
A veces no se trata de hablar (solo) con ellos, sino de hacerlo a pie de calle. Aunque solo sea para defender aquello en lo que crees… y desmentir lo que hoy parece: que solo fuera legítimo opinar de una determinada −nunca mejor dicho− manera.
Afirmaba Eugène Ionesco que “pensar contra la corriente del tiempo es heroico; decirlo, una locura”.
Pero yo te animo a hablar cuando estén en juego cuestiones importantes… políticamente incorrectas.
En este mundo, que necesita referentes, el más pequeño gesto, unas pocas palabras o una pequeña acción pueden tener un gran valor. Incluso pedagógico, por ejemplar.
¡Ánimo, maestro!
P.D. Si has llegado hasta aquí mereces un regalo. Se llama Síndrome de inmunodeficiencia social. Te va a encantar. Es de José Antonio Marina. Y, como decimos en mi tierra, habla clarico. ¡Cuídate!
José Iribas, en dametresminutos.wordpress.com
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