Las 4.300 visitas que en blogspot han visitado mi último blog han provocado una abundante cantidad de comentarios, como pocas veces. Ya se ve que éste es un tema candente en los blogs eclesiales: unos muy a favor, otros muy en contra. Así que he optado por aportar algunas reflexiones más y así satisfacer tantas peticiones de aclaraciones. Mañana, probablemente, hablaré de tonterías de mi vida diaria, pero hoy no. Hoy hablemos de cosas serias.
Si para afirmar un gozoso y entusiasta Tu es Petrus, debiéramos esperar a tener una persona perfecta que encarnara magníficamente al Vicario de Cristo, francamente, al menos una vez por siglo nos hubiéramos refugiado en el cisma. Cierto es que hay obispos que, una vez llegados al solio pontificio han encarnado de manera dignísima la figura del Vicario del Maestro. Pero otros muchos se han quedado por debajo de las condiciones personales, de la nobleza, de la virtud mínima que se esperan de alguien que asume su cabeza la triple corona, coronas que expresan una triple autoridad divina. Sobre la tiara ya hablé en otro post.
Con lo cual, unos Papas encarnan dignamente esa figura del Vicarius, en su sentido romano clásico, y otros no. Es triste, pero ni siquiera todos los obispos de la Iglesia son dignos de esa autoridad sobre sus rebaños. Por piedad, pedidme lo que queráis, menos una estadística aproximada. En cualquier caso, los Papas dignos y los Papas indignos tienen su cabeza ornada de esa autoridad.
Por lo tanto, en mi anterior post, yo hablaba de mínimos. En ningún momento afirmé: este Papa es admirable, este Papa es un santo, este Papa debe ser encumbrado en lo más alto de nuestra opinión, este Papa es uno de los más grandes, compadezco al que no bese donde ha pisado, y cosas por el estilo. No, no dije eso. Ni dije ningún “entusiasmo” de ese tipo. Yo hablé de mínimos. Me conformo con que todo hijo de la Iglesia respete los mínimos. Y después que cada uno añada lo que sienta que debe añadir si siente tal entusiasmo por este o por otro Papa, que en la Iglesia nadie le va a forzar a ello ni tampoco se lo va a impedir.
¿Qué se espera de cada uno de vosotros? Pues como Chamberlain en su famosa alocución radiofónica: I know that all you will play your part.
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