Cientos de personas y una cincuentena de sacerdotes, presididos por nuestro Obispo, Don Carlos, con muchas ganas de aprovechar bien los frutos, hemos clausurado el Año de la Misericordia. Nos uníamos así al Papa, que lo hacía en Roma, y a la Iglesia universal, en este día grande de Jesucristo Rey del Universo. La Concatedral de Santa María de la Redondo lucía esplendorosa, calentando la frecura de esta tarde otoñal.
Y el mensaje de nuestro Obispo ha sido claro y motivador: Lo que hemos vivido en este año, tenemos que continuarlo con renovado impulso, porque contamos con la fuerza del perdón y la misericordia recibidos, que hemos de transmitir a los hombres y mujeres de hoy.
Ellos esperan, tal vez sin saberlo, esa nueva evangelización que los saque de su aburguesamiento, de sus miras estrechas y de su desesperanza. Y nosotros tenemos el remedio en el Evangelio, que hemos de transmitir con lenguaje renovado, entusiasmo creciente y contagiosa alegría.
¡Cuente con ello, Don Carlos, y gracias por contagiarnos ganas y motivación!
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