La liturgia diaria meditada - El que se ensalce será humillado; y el que se humille será ensalzado (Lc 18,9-14) 23/10



Domingo 23 de Octubre de 2016
30º Domingo durante el año
Verde. Semana 2ª del Salterio.

Antífona de entrada         cf. Sal 104, 3-4
Que la alegría llene el corazón de los que buscan al Señor. Busquen al Señor y serán fuertes, busquen siempre su rostro.

Oración colecta    
Dios todopoderoso y eterno, aumenta nuestra fe, esperanza y caridad, y para conseguir lo que nos prometes, ayúdanos a amar lo que nos mandas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas       
Mira, Padre, las ofrendas que te presentamos, y que la celebración de estos misterios sean para tu gloria y alabanza. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión       cf. Sal 19, 6
Aclamemos tu victoria y alcemos los estandartes en nombre de nuestro Dios.

O bien:         Ef 5, 2
Cristo nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y sacrificio agradable a Dios.

Oración después de la comunión
Señor y Dios nuestro, te pedimos que lleves a su plenitud en nosotros lo que significan estos sacramentos, para que poseamos plenamente lo que ahora celebramos en esta liturgia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

1ª Lectura    Ecli 35, 12-14. 16-18
Lectura del libro del Eclesiástico.
El Señor es juez y no hace distinción de personas: no se muestra parcial contra el pobre y escucha la súplica del oprimido; no desoye la plegaria del huérfano, ni a la viuda, cuando expone su queja. El que rinde el culto que agrada al Señor, es aceptado, y su plegaria llega hasta las nubes. La súplica del humilde atraviesa las nubes y mientras no llega a su destino, él no se consuela: no desiste hasta que el Altísimo interviene, para juzgar a los justos y hacerles justicia.
Palabra de Dios.

Comentario
El sabio considera que la imparcialidad de Dios se juega, justamente, en escuchar al pobre. Es que no escucharlo es practicar una justicia parcial, torcida, y contra los derechos de todos.

Sal 33- 2-3. 17-19. 23
R. El pobre invocó al Señor, y él lo escuchó.

Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios. Mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se alegren. R.

El Señor rechaza a los que hacen el mal para borrar su recuerdo de la tierra. Cuando los justos claman, el Señor los escucha y los libra de todas sus angustias. R.

El Señor está cerca del que sufre y salva a los que están abatidos. El Señor rescata a sus servidores, y los que se refugian en él no serán castigados. R.

2ª Lectura    2Tim 4, 6-8. 16-18
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo.
Querido hijo: Ya estoy a punto de ser derramado como una libación, y el momento de mi partida se aproxima: he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe. Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez, me dará en ese Día, y no solamente a mí, sino a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación. Cuando hice mi primera defensa, nadie me acompañó, sino que todos me abandonaron. ¡Ojalá que no les sea tenido en cuenta! Pero el Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas, para que el mensaje fuera proclamado por mi intermedio y llegara a oídos de todos los paganos. Así fui librado de la boca del león. El Señor me librará de todo mal y me preservará hasta que entre en su Reino celestial. ¡A él sea la gloria por los siglos de los siglos! Amén.
Palabra de Dios.

Comentario
San Pablo considera que su búsqueda de Dios ha sido una carrera. Usando imágenes de las competencias de entonces, él se ha estado preparando para este momento. Ha llegado a la meta, es decir, al final de su vida, y su fe está firme.

Aleluya        2Cor 5, 19
Aleluya. Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, confiándonos la palabra de la reconciliación. Aleluya.

Evangelio     Lc 18, 9-14
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, Jesús dijo esta parábola: Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así: “Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas”. En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!”. Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado.
Palabra del Señor.

Comentario
Este fariseo se presenta ante Dios con su autosuficiencia y su lista de cosas cumplidas. Cree que Dios es un censor ante quien se rinde cuentas. No ha logrado comprender que Dios es puro amor. En cambio, el publicano sabe que no es perfecto y confía en que Dios es misericordioso. Y Dios ve complacido esta confianza total.

Oración introductoria
Señor, hoy como el publicano y el fariseo, me acerco a Ti a orar. Me acerco, porque sé que sin Ti nada puedo, como Tú mismo nos lo dijiste. Señor, yo llevo en mi interior un fariseo y un publicano. Tú conoces mi debilidad y cómo a veces, sin yo quererlo, caigo y te ofendo; otras, me esfuerzo por hacer tu Voluntad, pero cuántas veces en este interés por agradarte me busco a mí mismo. Señor, sin Ti nada puedo, y como me doy cuenta de ello, me acerco una vez más para presentarme como soy y dejar que Tú lleves las riendas de mi vida. Tú toma lo bueno que me has dado, para mayor gloria tuya, pero también hazte cargo de mi debilidad y utilízala también en favor tuyo; pues, como San Pablo decía, "cuando soy débil es cuando soy fuerte", porque Tú tienes un mayor protagonismo. Señor, yo sólo quiero ser tu instrumento.

Petición
Señor, toma mi vida y guíala por el camino que lleva a Ti; que en cada momento mi actuar vaya dirigido a cumplir tu Voluntad con alegría y sencillez.

Meditación 



1.- El Señor es un Dios justo, que no puede ser parcial; no es parcial contra el pobre, escucha las súplicas del oprimido. Este texto del libro del Eclesiástico nos aclara que Dios no es parcial al favorecer al pobre frente al rico, porque Dios es justo y quiere que todos tengamos lo necesario. Si Dios ayuda más al pobre es porque éste lo necesita más y Dios ayuda más a los que más lo necesitan. Así debemos ser nosotros, no es que amemos más al pobre que al rico, porque sí, sino que amamos más al pobre en el sentido que reconocemos que el pobre está materialmente más necesitado de nuestra ayuda que el rico. Amamos más al que más necesita nuestra ayuda, sea rico o pobre. No olvidemos que también hay ricos materiales que son muy pobres en otras cosas y en sus necesidades nosotros debemos ayudarles igualmente. La enfermedad es pobreza, la soledad es pobreza, el pecado es pobreza, y aunque los enfermos, las personas que viven solas o abandonadas, los pecadores sean materialmente ricos, nosotros debemos ayudarles en lo que son pobres, es decir, en su enfermedad, en soledad, en su condición de pecadores, porque en estos aspectos están necesitados de ayuda. Sin alimento uno no puede vivir feliz, pero con solo pan tampoco uno es feliz. Lo cristiano es ayudar a cada uno en lo que este necesita. Es en este sentido en el que dice el libro del Eclesiástico que Dios no es parcial al ayudar al pobre, más que al rico. Hagamos nosotros lo mismo.

2.- Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida. El autor de esta carta, un discípulo de Pablo, recuerda las palabras que san Pablo les decía momentos antes de morir, poniéndose el mismo Pablo como ejemplo de lo que deben ser todos los seguidores y discípulos de Cristo. Les dice Pablo, y nos dice a nosotros, que si somos fieles a Cristo hasta el final de nuestra vida, Cristo nos dará después de nuestra muerte la corona merecida, es decir, la gloria eterna. Lo nuestro es luchar hasta el final de nuestra vida, siendo fieles seguidores del mismo Jesús, estando dispuestos siempre, como lo estuvo Pablo, a predicar y vivir el evangelio del reino con todas nuestras apalabras y acciones. Si nosotros somos fieles seguidores de Jesús mientras vivamos en esta vida, Cristo no nos va a fallar y, al final de nuestra vida, nos dará el premio, la corona merecida. La esperanza y la confianza en el cumplimiento de las palabras de Cristo deben darnos, sobre todo en los momentos difíciles, fuerza y paz para vivir y predicar el evangelio con valentía y constancia. El ejemplo de san Pablo debe animarnos hoy a nosotros en estos tiempos difíciles para la fe que nos ha tocado vivir.

3.- Os digo que el publicano bajó a su casa, justificado; y el fariseo no. Ni el fariseo, ni el publicano eran materialmente pobres. El pobre material es el que no tiene los bienes materiales necesarios para vivir con dignidad; el pobre espiritual es, como nos dice san Agustín, el humilde, el que no pone su confianza en sí mismo, sino en Dios. En la parábola de este domingo vemos que el fariseo presumía de sus propios méritos ante Dios y le daba gracias a Dios porque él, el fariseo, era mejor que los demás; además despreciaba al publicano, al que consideraba un pecador. El publicano, en cambio, reconocía que era un pecador, que por sus propios méritos no podía salvarse y, por eso, imploraba la compasión de Dios. Jesús justifica al publicano no porque fuera pobre material, sino porque era humilde, es decir, era pobre en sentido espiritual. Esta parábola debemos aplicarla a nuestra vida, como todas las parábolas del evangelio. Hay pobres materiales buenos y malos, Dios tiene una opción preferencial también por estos pobres materiales, para que dejen de serlo, porque la pobreza material no elegida es un mal y Dios quiere que salgan de su pobreza material y se conviertan, haciéndose pobres en sentido espiritual, a los que san Mateo llama pobres de espíritu, declarándolos bienaventurados. Procuremos cada uno de nosotros tener los bienes materiales que nos son necesarios para vivir con dignidad y ayudemos, en la medida de nuestras posibilidades a los pobres materiales para que salgan de su pobreza. Y confiemos siempre en Dios, que es el único que puede concedernos la salvación espiritual. En definitiva, seamos humildes ante Dios y caritativos con el prójimo necesitado. Y, por favor, no despreciemos nunca a nadie.

Propósito
Haré una visita al Santísimo en la que, con humildad, le pediré al Señor me enseñe a amarle más y a cumplir su Voluntad.

Diálogo con Cristo
Señor, hoy como el publicano nos acercamos a Ti, pues nos reconocemos débiles y necesitados de Ti, que eres la fuente de toda gracia. Señor, Tú conoces nuestro corazón y sabes que sin Ti nada podemos; por eso, queremos pedirte que te quedes con nosotros, que nos acompañes en todo momento de nuestro día. Señor, queremos amarte, pero a veces no conocemos bien el camino, o nos dejamos llevar por nuestros intereses; por eso, como el publicano, te pedimos: ¡Ten compasión de nosotros! Y escucha nuestra oración.

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