La liturgia diaria meditada - Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor (Mt 24,42-51) 25/08



Jueves 25 de Agosto de 2016
Misa a elección:

Feria. Verde.
San Luis, rey de Francia. (ML). Blanco.
San José de Calasanz, presbítero. (ML). Blanco.
Beata María del Tránsito Cabanillas de Jesús Sacramentado, virgen. (ML). Blanco.

San Luis IX fue coronado como rey de Francia en el año 1226. Se casó y tuvo once hijos. Se destacó como un insobornable administrador de justicia y un pacificador de las contiendas que se suscitaban entre los señores feudales. Durante tres años visitó los lugares de Tierra Santa. Murió mientras recitaba las palabras del salmo 5: “Entro en tu casa, Señor”.

San José de Calasanz fue un gran educador. Abrió su primera escuela gratuita en el popular barrio del Trastévere (Roma) en 1597. Asimismo, fundó la congregación de Clérigos de las Escuelas Pías, para dedicarse a la educación de los niños pobres. En cinco años, ayudado por varios colaboradores, formó a mil alumnos. Esta Congregación hoy se encuentra en muchos países. Por todo esto, se ha elegido a este santo como patrono de las escuelas cristianas.

Antífona de entrada          Sal 85, 1. 3
Inclina tu oído, Señor, respóndeme; salva a tu servidor que en ti confía. Ten piedad de mí, Señor, que te invoco todo el día.

Oración colecta     
Señor Dios, que unes a tus fieles en una sola voluntad; concédenos amar lo que mandas y esperar lo que prometes, para que, en la inestabilidad del mundo presente, nuestros corazones estén firmes donde se encuentra la alegría verdadera. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

O bien:         de san Luis, rey de Francia
Dios nuestro, que hiciste pasar a san Luis de las solicitudes del gobierno temporal a la gloria del Reino de los cielos, concédenos, por su intercesión, que en todas las ocupaciones temporales, busquemos siempre tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo...

O bien:         de san José de Calasanz
Dios nuestro, que enriqueciste a san José, presbítero, con la caridad y la paciencia, para que se entregara constantemente a la formación humana y cristiana de los niños, concédenos imitar, en su servicio a la verdad, al maestro de sabiduría que hoy veneramos. Por nuestro Señor Jesucristo...

O bien de la bta. María del T. Cabanillas
Padre Santo, que infundiste un espíritu de caridad y humildad en el alma de la beata María del Tránsito Cabanillas de Jesús Sacramentado; concédenos imitar de tal modo el ejemplo de su vida que logremos ser auténticos discípulos de tu Hijo Jesucristo. Que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas        
Señor, que en el sacrificio único de Cristo, te has adquirido un pueblo de hijos, sé bondadoso con nosotros y concede a tu Iglesia los dones de la unidad y de la paz. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona      cf. Sal 103, 13-15
Señor, la tierra se sacia con el fruto de tus obras: el pan que sale de la tierra y el vino que alegra el corazón del hombre.

O bien:         cf. Jn 6, 54
Dice el Señor: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día”.

Oración después de la comunión
Padre nuestro, realiza plenamente en nosotros la obra de tu misericordia, y concédenos tu gracia para que podamos agradarte en todo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Lectura        1Cor 1, 1-9
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.
Pablo, llamado a ser Apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes, saludan a la Iglesia de Dios que reside en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos, junto con todos aquellos que en cualquier parte invocan el Nombre de Jesucristo, nuestro Señor, Señor de ellos y nuestro. Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. No dejo de dar gracias a mi Dios por ustedes, por la gracia que él les ha concedido en Cristo Jesús. En efecto, ustedes han sido colmados en él con toda clase de riquezas, las de la palabra y las del conocimiento, en la medida que el testimonio de Cristo se arraigó en ustedes. Por eso, mientras esperan la Revelación de nuestro Señor Jesucristo, no les falta ningún don de la gracia. Él los mantendrá firmes hasta el fin, para que sean irreprochables en el día de la Venida de nuestro Señor Jesucristo. Porque Dios es fiel, y él los llamó a vivir en comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
Palabra de Dios.

Comentario
Dos palabras unidas por el mismo deseo: “gracia y paz”. La primera, con un fuerte trasfondo griego, indica la fuerza y presencia de Dios; la segunda, inspirada en la paz anunciada por el pueblo hebreo, revela este valor como un don de Dios para los últimos tiempos. De este modo, Pablo reúne las expectativas de dos pueblos, dos dones que provienen de Cristo.

Sal 144, 2-7
R. ¡Te alabamos, Señor, y bendecimos tu Nombre!

Señor, día tras día te bendeciré, y alabaré tu Nombre sin cesar. ¡Grande es el Señor y muy digno de alabanza: su grandeza es insondable! R.

Cada generación celebra tus acciones y le anuncia a las otras tus portentos: ellas hablan del esplendor de tu gloria, y yo también cantaré tus maravillas. R.

Ellas publican tus tremendos prodigios y narran tus grandes proezas; divulgan el recuerdo de tu inmensa bondad y cantan alegres por tu victoria. R.

Aleluya        Mt 24, 42. 44
Aleluya. Estén prevenidos, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada. Aleluya.

Evangelio     Mt 24, 42-51
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús habló diciendo: Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada. ¿Cuál es, entonces, el servidor fiel y previsor, a quien el Señor ha puesto al frente de su personal, para distribuir el alimento en el momento oportuno? Feliz aquel servidor a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo. Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si es un mal servidor que piensa: “Mi señor tardará”, y se dedica a golpear a sus compañeros, a comer y a beber con los borrachos, su señor llegará el día y la hora menos pensada, y lo castigará. Entonces él correrá la misma suerte que los hipócritas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
Palabra del Señor.

Comentario
La actitud de vigilancia nos hace estar atentos mientas cumplimos nuestra función. Lo contrario es la dejadez y la pereza espiritual. Tenemos una misión en esta vida, y cumplirla con amor es la mejor forma de esperar el regreso final de Jesucristo, cuando venga a instaurar definitivamente el Reino de Dios.

Oración introductoria 
Gracias, Jesús, por hacerte hombre para redimirnos. ¿Qué demostración de amor puede haber más grande que ésta? Con tu Encarnación asumiste nuestra carne, ahora quiero ofrecerte mi vida entera. Concédeme, en esta oración, nunca ser indiferente ni mal agradecido a tantos dones y permíteme alcanzar de Ti la gracia de la perseverancia final. 

Petición 
¡Ven, Señor, no tardes! ¡Ven que te esperamos! ¡Ven pronto, Señor! 

Meditación 

Hoy, el texto evangélico nos habla de la incertidumbre del momento en que vendrá el Señor. Si queremos que nos encuentre velando en el momento de su llegada, no nos podemos distraer ni dormirnos: hay que estar siempre preparados. Jesús pone muchos ejemplos de esta atención: el que vigila por si viene un ladrón, el siervo que quiere complacer a su amo... 

Pero, quizá, antes debiéramos aclarar de qué venida se nos habla. ¿Se trata de la hora de la muerte?; ¿se trata del fin del mundo? Ciertamente, son venidas del Señor que Él ha dejado expresamente en la incertidumbre para provocar en nosotros una atención constante. Pero, haciendo un cálculo de probabilidades, quizá nadie de nuestra generación será testimonio de un cataclismo universal que ponga fin a la existencia de la vida humana en este planeta. Y, por lo que se refiere a la muerte, esto sólo será una vez y basta. Mientras esto no llegue, ¿no hay ninguna otra venida más cercana ante la cual nos convenga estar siempre preparados?

«¡Cómo pasan los años! Los meses se reducen a semanas, las semanas a días, los días a horas, y las horas a segundos...» (San Francisco de Sales). Cada día, cada hora, en cada instante, el Señor está cerca de nuestra vida. A través de inspiraciones internas, a través de las personas que nos rodean, de los hechos que se van sucediendo, el Señor llama a nuestra puerta y, como dice el Apocalipsis: «Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3,20). Hoy, si comulgamos, esto volverá a pasar. Hoy, si escuchamos pacientemente los problemas que otro nos confía o damos generosamente nuestro dinero para socorrer una necesidad, esto volverá a pasar. Hoy, si en nuestra oración personal recibimos —repentinamente— una inspiración inesperada, esto volverá a pasar.

¿Cuáles promesas? Las que nos ha revelado en la Sagrada Escritura y a través de nuestra santa madre, la Iglesia. Es decir, aquellas verdades que confesamos en nuestra fe y que se hallan contenidas en el credo. Pero, además, todo aquello que nuestro Señor Jesucristo nos prometió en el santo Evangelio y en lo que Dios nos transmitió por boca de sus profetas. 

Entre ellos, Isaías es el gran cantor de la esperanza, el profeta de la esperanza mesiánica por antonomasia. Y, aunque Isaías profetizó varios siglos antes de la llegada del Mesías, sus promesas son siempre actuales y perennes, pues llevan el sello de la eternidad de Dios. 

Con el nacimiento de Jesús en Belén, Dios cumplió su promesa. Pero aún no hemos llegado a la "edad de oro anunciada" por el profeta. Es la paz que anhela profundamente nuestro corazón y por la que suspira todo nuestro ser. Es la paz que poseeremos plenamente en la vida futura, en donde "ya no habrá hambre, ni sed, ni caerá sobre ellos el sol ni calor alguno porque el Cordero, que está en medio del trono, los apacentará y los guiará hasta las fuentes de las aguas de la vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos" (Ap 7, 16-17). 

A esa paz llegaremos al final de los tiempos, cuando Dios "cree unos cielos nuevos y una tierra nueva, y ya no se recuerde lo pasado...". Entonces nos gozaremos en "un gozo y alegría eternas" ante lo que Dios va a crear para nosotros (Is 65, 17ss). 

Pero, para llegar a esa paz y a esa dicha bienaventurada, tenemos que preparar ya desde ahora nuestro corazón y tratar de vivir con el corazón en el cielo. Y con los pies sobre la tierra. Nuestro Redentor está para llegar, y necesitamos preparar nuestra alma para su próxima venida. 

Hemos de disponer nuestros corazones con la oración y la vigilancia –como nos recomienda hoy el Señor en el Evangelio— para poder vivir dignamente, en estado de gracia y en amistad con Él. Fue éste mismo el consejo que nos dejó antes de su Pasión: "Vigilad y orad para que no caigáis en tentación, pues el espíritu está pronto, pero la carne es flaca" (Mt 26, 41). 

Finalmente, una palabra sobre el pasaje del juicio final, en el que se describe la segunda venida del Señor, cuando Él juzgará a todos los seres humanos, vivos y muertos. La imagen utilizada por el evangelista es la del pastor que separa las ovejas de las cabras. A la derecha se coloca a quienes actuaron según la voluntad de Dios, socorriendo al prójimo hambriento, sediento, extranjero, desnudo, enfermo, encarcelado; mientras que a la izquierda van los que no ayudaron al prójimo. Esto nos dice que seremos juzgados por Dios según la caridad, según como lo hayamos amado en nuestros hermanos, especialmente los más débiles y necesitados.

Propósito 
Si vivimos así, nuestra esperanza no será un idealismo utópico, sino una actitud existencial realista y un comportamiento cristiano personal y exigente. Así podremos prepararnos dignamente para la doble venida del Señor: en el tiempo y en la eternidad. 

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19:44

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