El martes 22 de marzo de 1994, el beato Álvaro visita el Cenáculo. De camino, en el coche, lee los textos evangélicos de la Última Cena del Señor. Al llegar al lugar, don Alvaro se arrodilla y reza con gran recogimiento.
Después de hacer un rato de oración, el beato y sus acompañantes pasaron a la iglesia situada a lado del Cenáculo, donde don Álvaro celebró la que sería su última Misa. Ese día concelebraron con él: Mons. Echevarría, don Joaquín Alonso y los dos sacerdotes de la Prelatura que residían en Jerusalén por aquel entonces. Al llegar el momento de la homilía, don Álvaro –muy cansado- le pidió a Mons. Echevarría que la predicara él.
Después de la misa, el beato decide visitar los dos centros de Jerusalén, el de varones y el de mujeres, para poder despedirse de sus hijos antes de coger el avión que le llevará de vuelta a casa. Durante el viaje de regreso a Roma, comentó con emoción la alegría que le trajo poder visitar los Santos Lugares:
Estoy contentísimo de haber hecho este viaje; lo considero una caricia del Señor.
A la llegada al aeropuerto de Ciampino, a las 21,15h, le estaban esperando algunos matrimonios que deseaban recibir su bendición. Después de saludar y bendecir a las familias, emprendió si camino de vuelta a casa.
Se concluye así el viaje a Tierra Santa del beato Álvaro. A la mañana siguiente, sería llamado a los brazos del Padre.
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