Hace un rato he abierto, un día más, el buzón de la correspondencia. Orondo y abundante durante el curso, preñado entonces de noticias, convocatorias, urgencias y posibilidades, ahora deviene en magro y casi inexistente. Apenas alguna cosa del banco, facturas mínimas de suministros y anuncios de la ultima pizzería abierta en la zona.
Por eso me ha extrañado encontrar un algo envuelto en una bolsa de esas que el ayuntamiento de Madrid coloca para recoger excrementos caninos. Una vez llegado al despacho, ese algo ha resultado ser unos cuantos cuadernillos de una barata edición de la Escritura, parcialmente quemados y con señales de haber sido empapados en algo que prefiero ni imaginar, aunque con la solanera que recibe el buzón a estas horas estaba más que reseco.
Me llamarán alarmista e incluso que no debo sacar las cosas de quicio, porque el asunto no pasaría de una simple chiquillada. El problema es que en otra ocasión lo que encontré en ese mismo buzón fue un preservativo usado. La gente que es así de simpática.
A lo que iba. Que alguien se toma la molestia da tomar unos cuadernillos de la Biblia, medio quemarlos, empaparlos en mejor no lo pienso, envolverlos en bolsa para caca de perro y meterlos en el buzón parroquial. Pues qué majo, oiga.
Hay gente amante de tocar narices ajenas y con las peores intenciones. Algunos, como el memo de Almodóvar, que si algo tiene es que callar, afirmando que la Iglesia se dedica a promover la cultura del odio. Hay que jorobarse, y eso lo dice alguien que en prueba de solidaridad y urgencia por el bien común, tiene sus buenos dineros en paraisos fiscales. Al menos, lo dice con su nombre y apellidos y dando esa cara que recibirá los aplausos de toda su progresía y la sonrisa de condescendecia de los que deberían ponerle en su sitio. Pero con su nombre.
Pero también hay unos cuantos pobres diablos que a falta de atributos para dar la cara no llegan más que a depositar cuatro papeles en un buzón de correos o a dejar un comentario anónimo en cualquier medio con la interesantísima y novedosísima reflexión de que la Iglesia debe estar con los pobres, a la que añaden, en alarde de imaginación y esfuerzo mental, otra sobre la maldad de las cruzadas.
Esto es lo que hay. No tiene mayor importancia lo de la bolsita y la Biblia. Si lo traigo al blog es para que seamos conscientes de por dónde van las cosas, de que hay efectivamente una persecución contra lo católico que aprovecha cualquier cosa para arremeter comtra la Iglesia y que lo hace sabiendo que goza de la más absoluta impunidad, porque los jueces tiene uno la impresión de que estas cosas suelen acabarlas las más de las veces con sobreseimiento, y porque para pedir condenas a otras instancias, mejor se piden peras al olmo. Más posibilidades.
Don Jorge, me dirá alguno, que se equivoca, que lo de la bolsita con la Biblia quemada no es nada. ¿Que no es nada…? No me, no me… que te, que te…
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