He seguido leyendo estos días acerca de la historia personal del arzobispo Baldwin, también acerca de cómo se hacían los nombramientos de obispos en Inglaterra durante la Edad Media. Es un tema apasionante.
Qué película tan formidable sería contar la historia de Becket con una fidelidad perfecta de trajes, liturgias e interior de iglesias. Contar la historia con detalle, sin necesidad de aventuras ni historias paralelas inútiles, sólo lo que ocurrió con toda minuciosidad, deleitándose en todas las cuestiones legales y eclesiásticas.
Pero los productores y los directores piensan que una película debe ser sencilla y con una cierta dosis de aventuras, a ser posible de combates físicos. Se tiene la idea de que el público es poco inteligente y todo lo que vaya más alla de una pelea con espadas va a aburrir.
Si Dios me concede salud y tiempo, espero escribir un artículo de veinte o treinta páginas acerca de cómo era la vida ordinaria de un obispo inglés del siglo XIII. Ahora tengo que acabar el libro en el que estoy inmerso, el de la Trinidad. Que espero que esté acabado antes del domingo.
La razón de escribir un largo artículo sobre el tema que he dicho es porque así tendría un libro sobre cómo era la vida eclesiástica en La catedral de San Agustín ambientada en el siglo V, tengo otro sobre un nuevo concepto de catedral para el siglo XXI, La Catedral de San Abán. Desde que acabé el libro de San Agustín, pensé que sería interesante completar el ciclo con un libro sobre la vida catedralicia en un punto intermedio entre ambas.
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