¡QUÉ inmensa, negra noche desolada,
sus tinieblas de espanto y de amargura,
su frío desamor, su sombra impura,
descendió sobre mi alma abandonada!
¡Que triste corazón sin Tu mirada,
sin Tu luz, mi Señor, sin Tu ventura!
¡Qué muerte sin Tu amor! ¡Qué desventura
sentir mi sequedad, mi amarga nada!
Es la Noche, la Sombra, es el no verte,
Señor, en la ceguera del pecado
la más amarga, cruel, trágica muerte…
Te tuve en mis entrañas sepultado
tanto tiempo, Señor, sin conocerte…
¡Mas nuevamente en mí has resucitado!
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