La liturgia diaria meditada - Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo (Mt 16,13-19) 29/06



Miércoles 29 de Junio de 2016
Los Santos Pedro y Pablo, apóstoles
Solemnidad. Rojo

Pedro era un pescador del lago de Galilea, en una pequeña aldea, que tenía poca instrucción y estaba acostumbrado al trabajo rudo. Pablo provenía de una familia judía, de una ciudad importante, y había sido criado en el ambiente de la cultura grecorromana, letrado y culto.

Estas dos vidas que fueron distintas, se hermanaron en la fe en Jesucristo. Cada uno de ellos, con su propio estilo, anunció la Buena Noticia del evangelio. Ambos murieron mártires. Los recordamos el mismo día para celebrar con ellos el dinamismo que el Espíritu Santo les infundió para impulsar a la Iglesia en sus comienzos.

Antífona de entrada         
Estos hombres, durante su vida terrena, plantaron la Iglesia con su sangre, bebieron el cáliz del Señor y llegaron a ser amigos de Dios.

Oración colecta     
Dios nuestro, que nos alegras en la solemnidad de los apóstoles san Pedro y san Pablo, concede a tu Iglesia que se mantenga siempre fiel a las enseñanzas de aquellos por quienes comenzó la propagación de la fe. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas        
Te pedimos, Señor, que la oración de los apóstoles acompañe las ofrendas que te presentamos, y nos permita celebrar con devoción este sacrificio. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión        cf. Mt 16, 16. 18
Pedro dijo a Jesús: “tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Jesús le respondió: “tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.

Oración después de la comunión
Padre y Señor nuestro, renovados por este sacramento, te pedimos la gracia de vivir de tal modo en tu Iglesia, que firmemente arraigados en el amor y perseverando en la fracción del pan y en la doctrina de los apóstoles, lleguemos a ser un solo corazón y una sola alma. Por Jesucristo, nuestro Señor.

1ª Lectura    Hech 12, 1-11
Lectura de los Hechos de los apóstoles.
El rey Herodes hizo arrestar a algunos miembros de la Iglesia para maltratarlos. Mandó ejecutar a Santiago, hermano de Juan, y al ver que esto agradaba a los judíos, también hizo arrestar a Pedro. Eran los días de “los panes ázimos”. Después de arrestarlo, lo hizo encarcelar, poniéndolo bajo la custodia de cuatro relevos de guardia, de cuatro soldados cada uno. Su intención era hacerlo comparecer ante el pueblo después de la Pascua. Mientras Pedro estaba bajo custodia en la prisión, la Iglesia no cesaba de orar a Dios por él. La noche anterior al día en que Herodes pensaba hacerlo comparecer, Pedro dormía entre los soldados, atado con dos cadenas, y los otros centinelas vigilaban la puerta de la prisión. De pronto, apareció el Ángel del Señor y una luz resplandeció en el calabozo. El Ángel sacudió a Pedro y lo hizo levantar, diciéndole: “¡Levántate rápido!”. Entonces las cadenas se le cayeron de las manos. El Ángel le dijo: “Tienes que ponerte el cinturón y las sandalias”, y Pedro lo hizo. Después le dijo: “Cúbrete con el manto y sígueme”. Pedro salió y lo seguía; no se daba cuenta de que era cierto lo que estaba sucediendo por intervención del Ángel, sino que creía tener una visión. Pasaron así el primero y el segundo puesto de guardia, y llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad. La puerta se abrió sola delante de ellos. Salieron y anduvieron hasta el extremo de una calle, y en seguida el Ángel se alejó de él. Pedro, volviendo en sí, dijo: “Ahora sé que realmente el Señor envió a su Ángel y me libró de las manos de Herodes y de todo cuanto esperaba el pueblo judío”.
Palabra de Dios.

Comentario
Mientras Pedro estaba en la cárcel, toda la Iglesia oraba por él. En esta comunión queremos vivir, orando por una Iglesia que se libere de todas sus cadenas. Pidamos al Espíritu Santo que la Iglesia viva en libertad y con la decisión de cumplir su misión: anunciar la Buena Noticia a toda la humanidad.

Salmo 33, 2-9
R. El Señor me libró de todos mis temores.

Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios. Mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se alegren. R.

Glorifiquen conmigo al Señor, alabemos su Nombre todos juntos. Busqué al Señor: Él me respondió y me libró de todos mis temores. R.

Miren hacia él y quedarán resplandecientes, y sus rostros no se avergonzarán. Este pobre hombre invocó al Señor: Él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R.

El Ángel del Señor acampa en torno de sus fieles, y los libra. ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor! ¡Felices los que en él se refugian! R.

2ª Lectura    2Tim 4, 6-8. 17-18
Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo a Timoteo.
Querido hijo: Ya estoy a punto de ser derramado como una libación, y el momento de mi partida se aproxima: he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe. Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez, me dará en ese día, y no solamente a mí, sino a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación. El Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas, para que el mensaje fuera proclamado por mi intermedio y llegara a oídos de todos los paganos. Así fui librado de la boca del león. El Señor me librará de todo mal y me preservará hasta que entre en su reino celestial. ¡A él sea la gloria por los siglos de los siglos! Amén.
Palabra de Dios.

Comentario
La vida del apóstol es pura ofrenda. Así puede llegar al final de sus días, entregándose “como una libación”. Su tarea no han sido los rituales ni los sacrificios; su tarea ha sido anunciar, animado por el Espíritu Santo en todo momento.

Aleluya        Mt 16, 18
Aleluya. Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Aleluya.

Evangelio     Mt 16, 13-19
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?”. Ellos le respondieron: “Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas”. “Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?”. Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Y Jesús le dijo: “Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”.
Palabra del Señor.

Comentario
“¿Quién era san Pedro en la voluntad de nuestro Señor? El Señor se valió de metáforas para hacernos comprender lo que debía ser su elegido. Observen. La imagen más corriente es la de la piedra, la roca: el mismo nombre de Pedro la proclama. ¿Y qué significa este término aplicado a un hombre sencillo y sensible, voluble y débil? La piedra es dura, es fuerte, es estable, es duradera; es la base del edificio, lo sostiene todo... y el edificio se llama Iglesia” (Pablo VI, 17/6/1964).

Oración introductoria
Cristo, san Pedro y san Pablo, y muchos otros, dieron su vida porque creían en el amor, en la locura de tu amor que te llevó al extremo de morir en la cruz. Dame la gracia de comprender, en esta oración, que debo buscar vivir, transmitir y ser testigo de ese amor.

Petición
Dios mío, que este tiempo de oración sea una expresión de mi amor. 

Meditación 

Hoy es un día consagrado por el martirio de los apóstoles san Pedro y san Pablo. «Pedro, primer predicador de la fe; Pablo, maestro esclarecido de la verdad» (Prefacio). Hoy es un día para agradecer la fe apostólica, que es también la nuestra, proclamada por estas dos columnas con su predicación. Es la fe que vence al mundo, porque cree y anuncia que Jesús es el Hijo de Dios: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Las otras fiestas de los apóstoles san Pedro y san Pablo miran a otros aspectos, pero hoy contemplamos aquello que permite nombrarlos como «primeros predicadores del Evangelio» (Colecta): con su martirio confirmaron su testimonio.

Su fe, y la fuerza para el martirio, no les vinieron de su capacidad humana. No fue ningún hombre de carne y sangre quien enseñó a Pedro quién era Jesús, sino la revelación del Padre de los cielos (cf. Mt 16,17). Igualmente, el reconocimiento “de aquel que él perseguía” como Jesús el Señor fue claramente, para Saulo, obra de la gracia de Dios. En ambos casos, la libertad humana que pide el acto de fe se apoya en la acción del Espíritu.

La fe de los apóstoles es la fe de la Iglesia, una, santa, católica y apostólica. Desde la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo, «cada día, en la Iglesia, Pedro continúa diciendo: ‘¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo!’» (San León Magno). Desde entonces hasta nuestros días, una multitud de cristianos de todas las épocas, edades, culturas, y de cualquier otra cosa que pueda establecer diferencias entre los hombres, ha proclamado unánimemente la misma fe victoriosa.

Cristo pregunta a sus apóstoles: ¿quién dice la gente que soy yo? Pone esta pregunta sólo después de haber llevado a término su misión de enseñar lo que el Padre le ha dicho. Podría decirse que el caso ya está expuesto y ahora llega el momento de pronunciar el juicio. Sin embargo, la gente que ha visto y oído todas las pruebas necesarias para reconocerlo como Mesías, no termina por comprender sus signos. Es como si un velo cubriera sus ojos y les impidiese dar una respuesta segura y convincente: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo."

Este misterio sobre Cristo lo comprenderíamos mejor con los ojos de la fe que nos da el Padre. Mientras la fe no sea le oxígeno de nuestra vida, no seremos capaces de reconocer a Cristo como el Mesías. Por esto Cristo le dice a Pedro "dichoso Tú, Pedro, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre sino mi Padre que está en el cielo." 

El don de la fe se lo dona el Padre a Pedro no por mérito de Pedro ni por sus cualidades personales -era pescador- sino por su propia bondad Dios. Es el don más precioso, el de reconocer a Dios como Mesías, como la auténtica luz que guiará nuestros pasos hacia la felicidad eterna. Y gracias a la fe Pedro y Pablo encontraron la fuerza para llevar a término su misión en la tierra. 

Propósito
Haré una oración especial los sucesores de los apóstoles, pidiendo a Dios los ilumine y los fortalezca en su misión.

Diálogo con Cristo
Señor, siendo fiel a la Iglesia, estoy seguro que te soy fiel. Por eso hoy te quiero confirmar mi amor y mi deseo de caminar siempre al paso de la Iglesia, sin poner límites a mi servicio ni a mi amor.

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17:50

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