Un equipo de psicólogos y especialistas americanos, que trabajaba en terapia conyugal, elaboró los Diez Mandamientos del Matrimonio. Los podemos encontrar en Aleteia, resumimos los cinco primeros.
1. Nunca enfadarse al mismo tiempo.
A toda costa evitar la explosión. Cuanto más complicada es la situación, más necesaria es la calma. Entonces, será preciso que un de los dos accione el mecanismo que asegure la calma de ambos ante la situación conflictiva. Es necesario convencernos de que la explosión no traerá nada bueno. Todos sabemos bien cuáles son los frutos de una explosión: sólo destrozos, muerte y tristeza. Por tanto, jamás permitir que la explosión llegue a producirse.
2. Nunca gritar uno a otro.
A no ser que la casa esté ardiendo. Quien tiene buenos argumentos no necesita gritar. Cuanto alguien más grita, menos se le escucha. Alguien me dijo una vez que si gritar resolviese alguna cosa, ningún puerco moriría (…) Gritar es propio de quienes son flacos moralmente, y necesitan imponer con gritos aquello que no consiguen por los argumentos y por la razón.
3. Si alguien tiene que ganar en una discusión, dejar que sea el otro.
Perder una discusión puede ser un acto de inteligencia y de amor. Dialogar jamás será discutir, por la simple razón de que la discusión presupone un vencedor y un derrotado, y en el diálogo no. Por tanto, si por descuido nuestro, el diálogo se transforma en discusión, permite que el otro “venza”, para que termine más rápidamente.
4. Si fuera inevitable llamarle la atención, hacedlo con amor.
La otra parte tiene que entender que la crítica tiene el objetivo de sumar y no de dividir. Sólo tiene sentido la crítica que sea constructiva; y esa es amorosa, sin acusaciones ni condenaciones. Antes de apuntarnos un defecto, es siempre aconsejable presentar dos cualidades del otro. Eso funciona como un anestésico para que se pueda hacer la cura sin dolor. Y reza por el otro antes de abordarle en un problema difícil. Pide al Señor y a Nuestra Señora que preparen su corazón para recibir bien lo que tienes que decirle.
5. Nunca echar al otro en cara los errores del pasado.
La persona es siempre más que sus errores, y a nadie le gusta ser caracterizado por sus defectos. Siempre que acusamos a alguien de sus errores pasados, estamos trayéndolos de vuelta y dificultando que se libre de ellos. Ciertamente no es esto lo que queremos para la persona amada. Es preciso todo cuidado para que esto no ocurra en los momentos de discusión. En estas horas lo mejor es mantener la boca cerrada.
serpersona.info
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