Solemnidad. Blanco
San Juan Bautista, es el único santo que se conmemora el día de su nacimiento, porque fue santificado en el vientre de su madre por la visita del Salvador. Su nacimiento es motivo de inmensa alegría para la humanidad por el anuncio que trae de la próxima Redención. El arcángel Gabriel anunció a Zacarías que su mujer estéril, iba a concebir y agregó: «Le darás el nombre de Juan y será para ti objeto de júbilo y alegría; muchos se regocijarán por su nacimiento puesto que será grande delante del Señor». Al nacer, Zacarías proclamó el «Benedictus», que repetimos a diario en el oficio.
Antífona de entrada Jn 1, 6-7; Lc 1, 17
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan; vino como testigo para dar testimonio de la luz, y preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.
Oración colecta
Dios nuestro, que confiaste a san Juan Bautista la misión de preparar para Cristo, el Señor, un pueblo bien dispuesto, concede a tu Iglesia la gracia de la alegría espiritual, y dirige los corazones de los fieles por el camino de la salvación y de la paz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas
Te ofrecemos estos dones, Señor, para celebrar dignamente el nacimiento de san Juan Bautista, que anunció la venida y señaló la presencia del Salvador del mundo. Que vive y reina por los siglos de los siglos.
Antífona de comunión cf. Lc 1, 78
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el Sol que nace de lo alto.
Oración después de la comunión
Renovados por el banquete del Cordero celestial, te pedimos, Padre, que tu Iglesia reconozca al autor de la salvación en aquel que fue anunciado por san Juan Bautista, cuyo nacimiento celebramos gozosos. Que vive y reina por los siglos de los siglos.
1ª Lectura Is 49, 1-6
Lectura del libro de Isaías.
¡Escúchenme, costas lejanas, presten atención, pueblos remotos! El Señor me llamó desde el vientre materno, desde el vientre de mi madre pronunció mi nombre. Él hizo de mi boca una espada afilada, me ocultó a la sombra de su mano; hizo de mí una flecha punzante, me escondió en su aljaba. Él me dijo: “tú eres mi Servidor, Israel, por ti yo me glorificaré”. Pero yo dije: “En vano me fatigué, para nada, inútilmente, he gastado mi fuerza”. Sin embargo, mi derecho está junto al Señor y mi retribución, junto a mi Dios. Y ahora, ha hablado el Señor, el que me formó desde el vientre materno para que yo sea su Servidor, para hacer que Jacob vuelva a él y se le reúna Israel. Yo soy valioso a los ojos del Señor y mi Dios ha sido mi fortaleza. Él dice: “Es demasiado poco que seas mi Servidor para restaurar a las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel; yo te destino a ser la luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra”.
Palabra de Dios.
Comentario
¿Realmente Dios se ocupa de nuestra causa? Esta pregunta nos puede sobrevenir en momentos de dolor y ansiedad. Dios nos ha elegido y, en el bautismo, nos ha comunicado su Espíritu. Somos los profetas y las profetisas que él sostiene. Dios atiende nuestra causa y nos anima con su fortaleza.
Salmo 138, 1-3. 13-15
R. Te doy gracias porque fui formado de manera tan admirable.
Señor, tú me sondeas y me conoces, tú sabes si me siento o me levanto; de lejos percibes lo que pienso, te das cuenta si camino o si descanso, y todos mis pasos te son familiares. R.
Tú creaste mis entrañas, me plasmaste en el vientre de mi madre: te doy gracias porque fui formado de manera tan admirable. ¡Qué maravillosas son tus obras! R.
Tú conocías hasta el fondo de mi alma y nada de mi ser se te ocultaba, cuando yo era formado en lo secreto, cuando era tejido en lo profundo de la tierra. R.
2ª Lectura Hech 13, 22-26
Lectura de los Hechos de los apóstoles.
En la sinagoga de Antioquia de Pisidia, Pablo decía: “Dios suscitó para nuestros padres como rey a David, de quien dio este testimonio: ‘He encontrado en David, el hijo de Jesé, a un hombre conforme a mi corazón, que cumplirá siempre mi voluntad’. De la descendencia de David, como lo había prometido, Dios hizo surgir para Israel un Salvador, que es Jesús. Como preparación a su venida, Juan Bautista había predicado un bautismo de penitencia a todo el pueblo de Israel; y al final de su carrera, Juan Bautista decía: ‘Yo no soy el que ustedes creen, pero sepan que después de mí viene Aquél a quien yo no soy digno de desatar las sandalias’. Hermanos, este mensaje de salvación está dirigido a ustedes: los descendientes de Abraham y los que temen a Dios”.
Palabra de Dios.
Comentario
La comunidad cristiana tenía muy presente el recuerdo de Juan Bautista y su predicación. Reconocieron en él al profeta precursor, al que preparó los corazones y supo ponerse en su lugar. Juan no buscó destacarse a sí mismo, sino que sabía que era un instrumento para que el pueblo reconociera el paso de Dios por su vida.
Aleluya cf. Lc 1, 76
Aleluya. Tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo; irás delante del Señor preparando sus caminos. Aleluya.
Evangelio Lc 1, 57-66. 80
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan». Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre». Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Él pidió una tablilla y escribió: ‘Juan es su nombre’. Y todos quedaron admirados.
Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues ¿qué será este niño?». Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él. El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.
Palabra del Señor.
Comentario
El evangelio nos señala cuál es la reacción ante la experiencia salvífica de Dios: es la alegría. Esta sensación, cargada también de asombro ante los portentos de Dios, es la que inundó a los vecinos de Isabel y Zacarías. Esta alegría es la que nos transmite hoy el Evangelio, porque Dios sigue enviando profetas que guían a su pueblo.
Oración introductoria
Jesús, quiero que ocupes mi persona en mis relaciones personales. A semejanza de san Juan Bautista, quiero disminuir a mis caprichos para que Tú crezcas en mí. Deseo ser tu testigo entre mis familiares, amigos y compañeros de trabajo. Aumenta cada día más en mí tu presencia.
Petición
Señor, mandaste a tu primo Juan como precursor de tu mensaje y luego lo señalaste como el más grande nacido de los de mujer. Espero que en este día yo sea un testigo tuyo y de tu mensaje. Estoy a tu disposición para lo que me pidas en este día.
Meditación
Hoy, 24 de junio, celebramos la solemnidad del Nacimiento de san Juan Bautista. Con excepción de la Virgen María, el Bautista es el único santo del que la liturgia celebra el nacimiento, y lo hace porque está íntimamente vinculado con el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. De hecho, desde el vientre materno Juan es el precursor de Jesús: el ángel anuncia a María su concepción prodigiosa como una señal de que "para Dios nada hay imposible", seis meses antes del gran prodigio que nos da la salvación, la unión de Dios con el hombre por obra del Espíritu Santo. Los cuatro Evangelios dan gran relieve a la figura de Juan el Bautista, como profeta que concluye el Antiguo Testamento e inaugura el Nuevo, identificando en Jesús de Nazaret al Mesías, al Consagrado del Señor. De hecho, será Jesús mismo quien hablará de Juan con estas palabras: "Este es de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti, para que prepare tu camino ante ti. En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él."
San Juan es un hombre de grandes contrastes: vive el silencio del desierto, pero desde allí mueve las masas y las invita con voz convincente a la conversión; es humilde para reconocer que él tan sólo es la voz, no la Palabra, pero no tiene pelos en la lengua y es capaz de acusar y denunciar las injusticias incluso a los mismos reyes; invita a sus discípulos a ir hacia Jesús, pero no rechaza conversar con el rey Herodes mientras está en prisión. Silencioso y humilde, es también valiente y decidido hasta derramar su sangre.
Quizás el secreto de su grandeza está en su conciencia de saberse elegido por Dios; así lo expresa el evangelista. Toda su niñez y juventud estuvo marcada por la conciencia de su misión: dar testimonio; y lo hace bautizando a Cristo en el Jordán, preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto y, al final de su vida, derramando su sangre en favor de la verdad.
Todos nosotros, por el bautismo, hemos sido elegidos y enviados a dar testimonio del Señor. En un ambiente de indiferencia, san Juan es modelo y ayuda para nosotros. En Juan, sus actitudes de Precursor, manifestadas en su oración atenta al Espíritu, en su fortaleza y su humildad, nos ayudan a abrir horizontes nuevos de santidad para nosotros y para nuestros hermanos.
Propósito
Hoy durante el día, para ser testigo de Cristo voy a mencionar a Dios al menos cinco veces en este día: «Bendito sea Dios», «Gracias a Dios», «Dios mediante», «Si Dios nos quiere», «Hasta mañana, si Dios quiere», etc...
Diálogo con Cristo
¡Jesús, mándame como testigo tuyo! Estoy dispuesto a que tu mensaje sea transmitido por mi medio. En las redes sociales en los encuentros con los demás, en mis mensajes, en todas las cosas que haga hoy serán para tu mayor gloria. «Señor, hazme fiel a tu amistad y jamás permitas que me separe de ti».
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