El año pasado Daniel Innerarity publicó este libro de indudable actualidad.
PREGUNTA. En el libro subraya una serie de límites inherentes a la política, a la que señala como el territorio de la decepción.
RESPUESTA. Es un límite brutal, funciona de una manera cruel. La política siempre decepciona porque es un espacio de promesas, proyectos y programas que contrasta con lo que de verdad se puede hacer. Ahora está muy inflada, por dos causas fundamentalmente: porque los políticos se ocupan casi todo el tiempo de hacer campaña, esto es, de hacer promesas, y piensan muy poco en gobernar y porque la campaña permanente en la que vivimos estira en exceso las expectativas. Es el caso de Obama, que fue un excelente candidato pero que se enfrenta a muchas limitaciones para gobernar, con un Congreso en el que no tiene mayoría y con una sociedad resistente a los cambios europeizantes.
P. Los límites internos de la política quedan extensamente analizados de su libro. Sin embargo, los exteriores tienen menos presencia, cuando es evidente que los dirigentes nacionales tienen una capacidad de acción muy limitada. El peso de las instituciones y de los actores globales, por ejemplo, dejan escaso margen a los políticos, especialmente en el terreno económico.
R. Hay un problema estructural anterior a eso. La política requiere acciones de gran complejidad que precisan de mucho conocimiento. En las estructuras de los estados y de las administraciones hay una gran presencia de saber experto, pero el problema está en que si los sistemas que deben regular son más inteligentes que los encargados de la regulación, el resultado es desastroso. Hoy se da la paradoja de que la única manera que tiene el poder político de ejercerlo es contando con la colaboración de los regulados, algo que, como me decía Joaquín Almunia, es como hacer una ley de caza contando con los conejos.
Publicar un comentario