Martirologio Romano: En la ciudad de París, en Francia, beata Rosalía (Juana María) Rendu, virgen de la Hijas de la Caridad, que trabajó incansablemente en una vivienda de los suburbios más pobres de la ciudad, dispuesta como refugio para necesitados, visitando en sus casas a los pobres. En tiempo de luchas civiles trabajó a favor de la paz y convenció a muchos jóvenes y a ricos para que se dedicasen a obras de caridad (1856).
Fecha de beatificación: 9 de noviembre de 2003 por el Papa Juan Pablo II.
Jeanne Marie se preocupa mucho por corresponder bien a las exigencias de su nueva vida. Su salud se resiente tanto por la tensión de su espíritu como por la falta de ejercicio físico. Siguiendo el consejo del médico y de su padrino, señor Emery, envían a Jeanne Marie a la casa de las Hijas de la Caridad del barrio Mouffetard, para dedicarse al servicio de los pobres. Allí permanecerá 54 años.
En 1815, Sor Rosalía es nombrada Superiora de la comunidad de la calle de los “Francs Bourgeois”, que será trasladada dos años más tarde a la calle de “L´Epée de Bóis” por razones de espacio y de comodidad. Entonces van a poder revelarse todas sus cualidades de abnegación, de autoridad natural, de humildad, de compasión, su capacidad de organización, etc. Sus pobres, como los llama, son cada vez más numerosos en esta época turbulenta. Los estragos de un liberalismo económico triunfante acentúan la miseria de los marginados. Sor Rosalía envía a sus Hermanas a todos los rincones de la feligresía de la parroquia de “Saint Médard” para llevar alimentos, ropa, atender a enfermos, decir una palabra reconfortante… las damas de la Caridad las ayudan en las visitas a domicilio. La joven Conferencia de San Vicente de Paúl viene a buscar en Sor Rosalía apoyo y consejos para ir en ayuda de todos los necesitados.
Las Damas de la Caridad ayudan en sus visitas a domicilio. A menudo podía verse en el recibidor de la casa a obispos, sacerdotes, el embajador de España, Donoso Cortés, Carlos X, el general Cavaignac, los hombres de Estado y de la cultura, hasta el emperador Napoleón III con su cónyuge, así como estudiantes de derecho, de medicina, alumnos del politécnico, que iban a buscar información, recomendaciones o a pedir consejo sobre a qué puerta ir a llamar antes de hacer una buena obra. Entre ellos el beato Federico Ozanam, cofundador de las “Conferencias de San Vicente de Paúl” y el Venerable Juan León Le Prévost, futuro fundador de los Religiosos de San Vicente de Paúl, que buscaban consejo para poner en marcha sus proyectos.
Ella estaba en el centro de un movimiento de caridad que caracterizó París y Francia en la primera mitad del siglo XIX.
Las pruebas no faltan en el barrio Mouffetard. Las epidemias de cólera se suceden. La falta de higiene, la miseria favorecen su virulencia. De modo particular, en 1832 y en 1846, la abnegación y riesgos que corren Sor Rosalía y sus Hermanas causaron admiración. Se la vio recoger ella misma los cuerpos abandonados en las calles durante las jornadas de motines de julio de 1830 y de febrero de 1848 en las barricadas y las luchas sangrientas que enfrentan el poder a una clase obrera desencadenada.
En 1852, Napoleón III decide imponerle la Cruz de la Legión de honor. Ella está dispuesta a rehusar este honor personal, pero el Padre Etienne, superior de los Sacerdotes de la Misión y de las Hijas de la Caridad, le obliga a aceptar.
De salud frágil, Sor Rosalía nunca se tomó un instante de descanso, y acababa siempre por superar sus fatigas y sus fiebres. Pero, la edad, una gran sensibilidad y la acumulación de tareas, acaban por llegar al extremo de su gran resistencia y de su fuerte voluntad. Durante los dos últimos años de su vida, se va quedando progresivamente ciega y muere el 7 de febrero de 1856, tras una corta enfermedad.
Muy numerosos son los que van a visitarla al cementerio “Montparnasse”. Y a recogerse ante la tumba de aquella que fue su Providencia. Pero !qué difícil es encontrar el lugar reservado a las Hijas de la Caridad! Por eso, se trasladan sus restos a un lugar mucho más accesible, mas cerca de la entrada del cementerio. En su tumba sencilla, hay una gran cruz, en cuya base están grabadas estas palabras: “A Sor Rosalía, sus amigos agradecidos, los pobres y los ricos”. Manos anónimas han adornado y continúan adornando con flores su sepultura como homenaje, discreto pero permanente, a esta humilde Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl.
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