“Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y aborrecerás a tu enemigo. Yo en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijo de vuestro Padre que esté en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Si amáis a los que os aman ¿qué mérito tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos?” (Mt 5,43-48)
Jesús nos presenta un cambio de cultura.
Nos presenta un cambio de mentalidad.
Un cambio en la manera de mirar a los hombres.
Un cambio de brújula en nuestro corazón.
Un cambio en la manera de amar.
“Se dijo: “Amarás a tu prójimo” y aborrecerás a tu enemigo”.
“Yo en cambio, os digo: “Amada a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen”.
¿Qué es lo que nos diferencia a los cristianos?
¿Qué es lo que nos hace distintos a los cristianos?
Una sola cosa: el amor.
Amamos como todos, pero amamos de otra manera.
Amamos como todos, pero con un amor que nos diferencia.
Amar al que nos ama, eso lo hace todo el mundo.
Amar a nuestros amigos, eso lo hacen todos.
Amar a los que nos hacen el bien, todos lo hacen.
Pero hasta ahí no somos cristianos, somos como todos.
Y Jesús no vino a hacernos como todos.
El cristiano ama a los que no le aman.
El cristiano ama también a los que no son sus amigos.
El cristiano ama a los que hablan mal de él.
El cristiano ama a los que murmuran de él.
El cristiano ama a los que le calumnian.
El cristiano ama a los que le persiguen.
El cristiano ama a los que le condenan.
El cristiano a los buenos y también a los malos.
El cristiano ama a los que piensan como él y a los que piensan distinto.
Ahí está la madre del cordero.
Amar sí, pero un amor diferente.
No el amor de nuestra lógica humana.
Sino el amor de la lógica divina, que hace salir el sol a malos.
No el amor que es correspondencia al amor.
Sino el amor que es correspondencia al desamor.
No el amor que es respuesta a los amigos.
Sino el amor que es la respuesta a nuestros enemigos.
No es el amor en respuesta a los que nos han hecho el bien.
Sino el amor como respuesta a los que nos han hecho mal.
No es el amor del “antes se dijo”, sino el amor del “yo os digo”.
Es el amor que nos hace “hijos del Padre celestial”.
Es el amor que nos hace “hermanos a todos”.
Es el amor con el que Dios ama a todos.
Es el amor que revela Jesús entregando su vida por todos.
“Este mi cuerpo que será entregado por todos”.
“Esta es mi sangre que será derramada por todos”.
No es el amor del “antes se dijo”, sino el amor del “yo os digo”.
Lo que nos distingue y diferencia a los seguidores de Jesús:
Es el amar como ama el Padre.
Es el amar como ama el Hijo.
Por eso mismo, el ideal del cristiano no es ser como todos.
Es ser “perfectos como vuestro Padre es ser perfecto”.
Ser cristiano no es fácil.
Porque no es fácil ser diferentes en medio del resto.
Ser cristiano no es fácil.
Porque la meta a la que estamos llamados es la perfección del Padre.
Porque el horizonte de nuestro corazón es el corazón del Padre.
Porque el amor ama a todos y ama siempre.
No somos distintos por rezar mucho.
Somos distintos por amar como El nos ama.
¿Quién se atreve a ser distintos al resto?
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo C, Cuaresma
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