27 de febrero.

Foto anterior y esta tomadas en el Hermitage, Sant Peterburg, Rusia, donde se conserba el famoso cuadro de Rembrandt.

Foto anterior y esta tomadas en el Hermitage, Sant Peterburg, Rusia, donde se conserva el famoso cuadro de Rembrandt.

SÁBADO DE LA SEGUNDA SEMANA DE CUARESMA

Libro de Miqueas 7,14-15.18-20.

Apacienta con tu cayado a tu pueblo, al rebaño de tu herencia, al que vive solitario en un bosque, en medio de un vergel. ¡Que sean apacentados en Basán y en Galaad, como en los tiempos antiguos! Como en los días en que salías de Egipto, muéstranos tus maravillas. ¿Qué dios es como tú, que perdonas la falta y pasas por alto la rebeldía del resto de tu herencia? El no mantiene su ira para siempre, porque ama la fidelidad. El volverá a compadecerse de nosotros y pisoteará nuestras faltas. Tú arrojarás en lo más profundo del mar todos nuestros pecados. Manifestarás tu lealtad a Jacob y tu fidelidad a Abraham, como juraste a nuestros padres desde los tiempos remotos.

Salmo 103,1-4.9-12.

De David. Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía, y nunca olvides sus beneficios.
El perdona todas tus culpas y cura todas tus dolencias;
rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura;
no acusa de manera inapelable ni guarda rencor eternamente;
no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas.
Cuanto se alza el cielo sobre la tierra, así de inmenso es su amor por los que lo temen;
cuanto dista el oriente del occidente, así aparta de nosotros nuestros pecados.

Evangelio según San Lucas 15,1-3.11-32.

Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo entonces esta parábola: Jesús dijo también: “Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de herencia que me corresponde’. Y el padre les repartió sus bienes. Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros’. Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: ‘Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo’. Pero el padre dijo a sus servidores: ‘Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado’. Y comenzó la fiesta. El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso. El le respondió: ‘Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo’. El se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: ‘Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!’. Pero el padre le dijo: ‘Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado'”.

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1. Una oración humilde, llena de confianza en Dios, es la que nos ofrece Miqueas hoy.

Los rasgos con que retrata a Dios son a cual más expresivos:

– es como el pastor que irá recogiendo a las ovejas de Israel que andan perdidas por la maleza;

– volverá a repetir lo que hizo entonces liberando a su pueblo de la esclavitud de Egipto;

– y no los castigará: Dios es el que perdona; ésa es la experiencia de toda la historia: «se complace en la misericordia», «volverá a compadecerse», será «compasivo con Abrahán, como juraste a nuestros padres en tiempos remotos»;

– «arrojará a lo hondo del mar nuestros delitos». Es una verdadera amnistía la que se nos anuncia hoy.

El salmo 102, un hermoso canto a la misericordia de Dios, insiste: «el Señor es compasivo y misericordioso… no nos trata como merecen nuestros pecados». Es un salmo que hoy podríamos rezar por nuestra cuenta despacio diciéndolo en primera persona, desde nuestra historia concreta, a ese Dios que nos invita a la conversión. Es una entrañable meditación cuaresmal y una buena preparación para nuestra confesión pascual.

2. La parábola del hijo pródigo es de las que mejor conocemos y que siempre nos interpela, sobre todo en la Cuaresma. El próximo domingo, no mañana el cuarto de cuaresma será objeto de una reflexión más cuidada, pues corresponde a este ciclo litúrgico C. Digamos algo en cuanto lectura de este sábado.

Sus personajes se han hecho famosos.

El padre aparece como persona liberal, que da margen de confianza al hijo que se quiere ir y luego le perdona y le acepta de vuelta. Este padre sale dos veces de su casa: la primera para acoger al hijo que vuelve y la segunda para tratar de convencer al hermano mayor de que también entre y participe en la fiesta.

El hijo pequeño, bastante golfo él, es el protagonista de una historia de ida y vuelta, que aprende las duras lecciones que le da la vida, y al fin reacciona bien. Es capaz de volver a la casa paterna.

El hermano mayor es el que Jesús enfoca más expresamente: en él retrata a los «fariseos y letrados que murmuraban porque Jesús acoge a los pecadores y come con ellos». A ellos les dedica esta parábola y describe su postura en la del hermano mayor.

3. En Cuaresma nos acordamos más de la bondad de Dios. Como Miqueas invita a su pueblo a convertirse a Yahvé, porque es misericordioso y los acogerá amablemente, también nosotros debemos volvernos hacia Dios, llenos de confianza, porque él «arrojará nuestros pecados a lo hondo del mar».

Pero la parábola de Jesús nos pone ante una alternativa: ¿en cuál de las tres figuras nos vemos reflejados?

¿Actuamos como el padre? El respeta la decisión de su hijo, aunque seguramente no la entiende ni la acepta. Y cuando le ve volver le hace fácil la entrada en casa. ¿Sabemos acoger al que vuelve? ¿le damos un margen de confianza, le facilitamos la rehabilitación? ¿o le recordaremos siempre lo que ha hecho, pasándole factura de su fallo? El padre esgrimió, no la justicia o la necesidad de un castigo pedagógico, sino la misericordia. ¿Qué actitud adoptamos nosotros en nuestra relación con los demás?

¿Actuamos como el hijo pródigo? Tal vez en algún periodo de nuestra vida también nos hemos lanzado a la aventura, no tan extrema como la del joven de la parábola, pero sí aventura al fin y al cabo, desviados del camino que Dios nos pedía que siguiéramos.

Cuando oímos hablar o hablamos del «hijo pródigo», ¿nos acordamos sólo de los demás, de los «pecadores», o nos incluimos a nosotros mismos en esa historia del bien y del mal, que también existen en nuestra vida? ¿Nos hemos puesto ya, en esta Cuaresma del año de la misericordia, en actitud de conversión, de reconocimiento humilde de nuestras faltas y de confianza en la bondad de Dios, dispuestos a volver a él y serle más fieles desde ahora? ¿sabemos pedir perdón? ¿preparamos ya el sacramento de la reconciliación, que parece descrito detalladamente en esta parábola en sus etapas de arrepentimiento, confesión, perdón y fiesta?

¿O bien actuamos como el hermano mayor? Él no acepta que al pequeño se le perdone tan fácilmente. Tal vez tiene razón en querer dar una lección al aventurero. Pero Jesús contrapone su postura con la del padre, mucho más comprensivo. Jesús mismo actuó con los pecadores como lo hace el padre de la parábola, no como el hermano mayor. Éste es figura de una actitud farisaica. ¿Somos intransigentes, intolerantes? ¿sabemos perdonar o nos dejamos llevar por la envidia y el rencor? ¿miramos por encima del hombro a «los pecadores», sintiéndonos nosotros «justos»?

La Cuaresma debería ser tiempo de abrazos y de reconciliaciones. No sólo porque nos sentimos perdonados por Dios, sino también porque nosotros mismos decidimos conceder la amnistía a alguna persona de la que estamos alejados.


07:42
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