Durante la deportación de Babilonia, el pueblo judío adoptó un calendario lunar de tipo babilónico y lo llevó consigo al regresar a Palestina. Ordinariamente el año tenía doce meses lunares, pero como así se perdían, por término medio, once días cada año respecto al ciclo solar, de vez en cuando era preciso introducir un mes intercalar, con lo que algunos años tenían trece meses.
A principios de nuestra era no existía una regla rígida para la proclamación de los meses intercalares. Cada año el Sanedrín (el tribunal supremo judío) decretaba si debía o no intercalarse un mes adicional. Había varios criterios para decidirlo. El principal consistía en que la celebración de la Pascua tenía que tener lugar después del equinoccio de primavera, pero si el año agrícola había sido malo y los primeros frutos (que debían ofrecerse en dicha fiesta) no estaban maduros, o si los corderos del sacrificio no habían crecido lo suficiente, el Sanedrín podía decidir intercalar un nuevo mes, retrasando un ciclo completo la celebración de la fiesta mayor.
El día de la crucifixión
Estas peculiaridades del calendario judío han servido de base para el cálculo de la fecha probable de la crucifixión de Cristo. Según los evangelios, Jesús fue crucificado en la víspera o el día de Pascua (el viernes 14 o 15 del mes de Nisán, primer mes del año). También se sabe que la crucifixión tuvo lugar durante el gobierno de Poncio Pilatos, de quien sabemos por otras fuentes que fue procurador de Judea entre los años 26 y 36 de la era cristiana. Se trata, por lo tanto, de averiguar qué días 14 o 15 del mes de Nisán pudieron caer en viernes durante esa década, lo que nos daría las fechas posibles para la crucifixión.
¿Cuándo ocurrió todo?
El cálculo es complicado, porque no han quedado noticias históricas respecto a la introducción de meses adicionales en aquellos años. Teniendo en cuenta todas las posibilidades, se llega a la conclusión de que los días 14 y 15 de Nisán pudieron caer en viernes únicamente en una de las fechas siguientes:
· 11 de abril del año 27 (14 o 15 de Nisán).
· 7 de abril del año 30 (14 o 15 de Nisán).
· 3 de abril del año 33 (14 de Nisán).
· 23 de abril del año 34 (15 de Nisán).
El año 27 se elimina por ser demasiado pronto: de acuerdo con el evangelio de San Lucas (3,1-2), Juan el Bautista comenzó su predicación en el año décimo-quinto del imperio de Tiberio César, que viene a corresponder al 28 o 29 de nuestra era. El año 34 también se rechaza, pues (entre otros argumentos) la conversión de San Pablo pudo tener lugar en ese año.
Quedan, por tanto, los años 30 y 33.
Las preferencias de los historiadores se dividen entre las dos fechas. En un artículo publicado en Nature, Humphreys y Waddington, de la Universidad de Oxford, utilizan el siguiente argumento para decidirse por la segunda. En el libro de los Hechos de los Apóstoles (2,16-20), el Apóstol Pedro dice lo siguiente, refiriéndose a la crucifixión y resurrección de Cristo:
…esto es lo dicho por el profeta Joel: “…El sol se tornará tinieblas, y la luna sangre, antes de que llegue el día del Señor, grande y manifiesto.”
En ese momento se cree que cayó lluvia de polvo
Que el día de la crucifixión se oscureció el sol lo mencionan varios evangelios (Mt. 27,45, Mc. 15,33, Lc. 23,45). No pudo ser un eclipse solar, que sólo tiene lugar durante la luna nueva, pues la Pascua se celebra siempre en luna llena, pero sí pudo ser una tormenta de polvo.
En cuanto a lo de que la luna se tornó sangre, Humphreys y Waddington proponen un eclipse de luna, pues la luna eclipsada se tiñe de rojo y parece haberse convertido en sangre.
¿Fue un eclipse? Está sin resolver
¿Ocurrió un eclipse de luna el día de la crucifixión, y a ello se refieren las palabras de Pedro? Humphreys y Waddington han calculado las fechas de todos los eclipses de luna visibles en Jerusalén entre los años 26 y 36 de nuestra era. Sólo uno de ellos tuvo lugar en las proximidades de la Pascua judía: el 3 de abril del año 33. Esta fecha sería, según ellos, la más probable para la crucifixión.
La cuestión no está decidida. Por un lado, no está claro que ese eclipse fuese visible en Jerusalén. Humphreys y Waddington calculan que pudo serlo justo en el momento en que la luna se alzaba sobre el horizonte. Sin embargo, si acababa de tener lugar una tormenta de polvo, no habría buena visibilidad.
Por otra parte, sin necesidad de eclipse, las palabras “la luna se tornará sangre” podrían aplicarse también al 7 de abril del año 30. Si una tormenta de polvo oscureció el sol desde la hora sexta a la novena (desde el mediodía hasta las tres de la tarde) la atmósfera estaría cargada de polvo a las seis, cuando apareció la luna llena en el horizonte del este.
La presencia del polvo enrojecería la luz de la luna. La frase sería aplicable en ambas fechas y el razonamiento de Humphreys y Waddington no resulta totalmente convincente.
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