Historia
Claudio Newman era un hombre de raza negra que trabajaba el campo para un hacendado. Se había casado cuando tenía 17 años con una chica de la misma edad. Un día, dos años después, se encontraba arando en el campo. Otro trabajador corrió a decirle que su esposa estaba gritando dentro de su casa. Inmediatamente Claudio corrió y encontró un hombre atacando a su mujer. Claudio se enfureció, tomó un hacha y le rajó la cabeza al asaltante dejándosela abierta. Cuando descubrieron quien era el hombre muerto se dieron cuenta de que era el empleado preferido del dueño de la hacienda para la cual Claudio trabajaba. Claudio fue arrestado. Mas tarde fue sentenciado por asesinato y condenado a morir en la silla eléctrica.
La oscura espera
Mientras estaba en la cárcel esperando su ejecución, Claudio compartió un bloque de celdas con otros cuatro prisioneros. Una noche, los cinco hombres estaban pasando el tiempo hablando bobadas y se les había acabado la conversación. Claudio se dió cuenta que un prisionero llevaba algo colgado del cuello. El le pregunto que era eso y el joven Católico le dijo que era una medalla. Claudio le preguntó: ¿que es una medalla? A lo cual el joven no le supo responder o para que la llevaba. En ese momento y con ira, el muchacho se quitó la medalla de su cuello y la tiró al piso a los pies de Claudio diciendo grocerías y maldiciendo, y le dijo que la agarrara.
Claudio recogió la medalla, y con el permiso de los celadores de la cárcel la puso en una cuerdita y la llevó alrededor de su cuello. Para él era algo curioso, pero él se la quería poner.
La aparición de la Señora misteriosa
Durante la noche, mientras dormía fue despertado por un toque sobre la muñeca. Y allí parada, como Claudio le contaría luego al sacerdote, estaba la mujer mas hermosa que Dios hubiera creado. Al principio él estaba lleno de miedo. La Señora calmó a Claudio y le dijo, “Si tu quieres que yo sea tu Madre, y si te gustaría ser mi hijo, haz que te traigan un sacerdote de la Iglesia Católica” Luego de esto, ella desapareció.
Claudio inmediatamente se llenó de miedo, y empezó a gritar, “un fantasma, un fantasma”, y corrió a la celda de uno de los otros prisioneros. Empezó a gritar que él quería ver a un sacerdote Católico.
El sacerdote que relata esta historia, el Padre O´Leary, fue llamado a primera hora la mañana siguiente. Él fue y encontró a Claudio quien le contó lo que le había ocurrido la noche anterior. Entonces Claudio junto con los otros cuatro hombres de su bloque de celdas pidió que se les diera instrucción religiosa, y enseñanzas del Catecismo.
Inicialmente, el Padre O´Leary tenía dificultad para creer la historia. Los otros prisioneros le dijeron al sacerdote que todo en la historia era verdad, pero que por supuesto, ninguno de ellos vió o escuchó a la Señora
El Padre O´Leary prometió enseñarles el Catecismo como lo habían pedido. Luego regresó a su parroquia y le dijo al rector lo que había sucedido, después volvió a la prisión el día siguiente para darles instrucción.
Fue entonces cuando el sacerdote descubrió que Claudio Newman no podía ni leer ni escribir. La única manera para él saber sin un libro estaba al derecho era si el libro tenía alguna imagen. Claudio nunca había ido a la escuela. Su ignorancia de Religión era aun mas profunda. No sabía absolutamente nada de Religión. No sabía quien era Jesús. No sabía ninguna cosa, excepto de que existía un Dios.
Claudio empezó a recibir instrucciones y los otros prisioneros le ayudaron en sus estudios. Después de unos pocos días dos de las Hermanas Religiosas de la escuela de la Parroquia del Padre O´Leary consiguieron permiso del jefe de la cárcel para visitar la prisión. Ellas querían conocer a Claudio y también a las mujeres que estaban recluidas. Las hermanas empezaron entonces a enseñar el Catecismo a las mujeres también.
Después de varias semanas se llegó el momento en que el Padre O´Leary iba a dar instrucciones sobre el Sacramento de la Confesión. Las hermanas se sentaron también a participar en la clase. El sacerdote dijo a los prisioneros:
“Bueno muchachos, hoy voy a enseñarles sobre el Sacramento de la Confesión”
Claudio dijo, “yo ya se sobre eso”, y continuó diciendo:
”La Señora me dijo, que cuando nosotros encarcelados experimenta la conversión vamos a la confesión nosotros nos estamos arrodillando, no delante de un sacerdote, sino que nosotros nos estamos arrodillando ante la cruz de su hijo. Y que cuando nosotros sentimos realmente dolor por nuestros pecados, y los confesamos, la Sangre que él derramó fluye sobre nosotros y nos baña y libra de todos los pecados”
El Padre O´Leary y las hermanas se quedaron totalmente sorprendidos con las boca abierta. Claudio pensó que estaban enojados y les dijo “Oh, no se enojen, no se enojen. Yo no debí haberles revelado esto” El sacerdote dijo, “Nosotros no estamos enojados. Estamos sorprendidos. ¿Has vuelto a verla de nuevo? Claudio le respondió, “Venga padre conmigo, vamos allí alrededor del bloque de celdas, alejémonos de los demás” Cuando estaban solos, Claudio le dijo al sacerdote:
“Ella me dijo que si usted dudaba o me mostraba desconfianza, que Yo le recordara que cuando usted estaba caído en una zanja en Holanda, en 1940, usted le hizo una promesa a ella la cual Ella está todavía esperando que le cumpla.”
Y el Padre O´Leary, recuerda en sus escritos que Claudio le dijo exactamente cual era la promesa que él le había hecho a la Virgen María. Esto convenció al Padre O´Leary de que Claudio estaba diciendo la verdad acerca de las visiones de Nuestra Señora la Virgen María.
Continuando con las clases
Después regresaron a la clase del Catecismo sobre la Confesión. Y Claudio le siguió diciendo a los otros prisioneros:
“Ustedes no deberían de sentir miedo de ir a la confesión. Ustedes realmente le están diciendo los pecados a Dios, no a este sacerdote o a cualquier sacerdote. Le estamos diciendo los pecados es a Dios.”
Después Claudio les dijo:
“Saben ustedes, La Señora dijo que la confesión es algo como un teléfono. Nosotros hablamos a Dios a través del sacerdote y Él nos habla también a través del sacerdote”
El significado de la comunión
Una semana mas tarde, el Padre O´Leary se estaba preparando para enseñarles la clase acerca del Santísimo Sacramento. Las hermanas se encontraban allí también para participar. Claudio les dijo que la Señora también le había enseñado a el acerca de la Sagrada Comunión, y le pidió al padre que le dejara decirle lo que le había dicho ella. El sacerdote consintió inmediatamente. Claudio les relató:
“La Señora me dijo que en la Comunión, Yo solo puedo ver lo que parece un pedazo de pan. Pero Ella me dijo que ESO es realmente y verdaderamente Su Hijo. Y que Él estará conmigo tan solo por unos momentos como cuando Él estaba con ella antes de nacer en Belén. Y que yo debería de pasar mi tiempo como Ella lo hizo, en todo su tiempo con Él, amándole, adorándole, agradeciéndole, alabándole y pidiéndole sus bendiciones. Yo no debería de molestarme por nadie ni por ninguna otra cosa. Pero tan solo debería de pasar esos pocos minutos con Él”
Llega el tiempo de ejecutar la condena
Finalmente todos recibieron las instrucciones, Claudio fue recibido en la Iglesia Católica, y luego llegó también el tiempo para que el fuera ejecutado. Su ejecución iba a ocurrir a las doce y cinco minutos de la noche.
El Jefe de la Cárcel le preguntó, “Claudio, tu tienes el privilegio de una última petición. Que deseas?”
“Bueno, ustedes están todos conmovidos. El carcelero lo está también. ¿Pero acaso no entienden ustedes? Yo no voy a morir. Tan solo este cuerpo. Yo voy a estar con Ella. Entonces, ¿puedo tener una fiesta?, dijo “Que quieres decir?”, preguntó el Jefe de la Cárcel.
“Una fiesta!” dijo Claudio. “Le pueden dar ustedes permiso al Padre para que traiga algún ponché y crema helada y le permiten ustedes a los prisioneros del segundo piso estar libres en el salón principal para que podamos estar todos reunidos para tener una fiesta?”
Alguien podría atacar al Padre, dijo el carcelero.
Claudio volteó hacia los hombres que estaban allí y dijo, “Oh no, ellos no lo harán, ¿cierto que no, compañeros?”
El gran festín
Así que el sacerdote visitó un patrón rico de la parroquia y le suplicó la crema helada y el ponché. Ellos tuvieron su fiesta. Después, porque Claudio lo había pedido, hicieron una Hora Santa (Adoración al Santísimo Sacramento.) El sacerdote había traído libros de oración de la Iglesia y todos hicieron las Estaciones de la Cruz y tuvieron una Hora Santa, sin el Santísimo Sacramento.
Luego los hombres fueron puestos de nuevo en sus celdas. El sacerdote fue a la Capilla para sacar el Santísimo Sacramento y darle a Claudio la Sagrada Comunión.
El Padre O´Leary regresó a la celda de Claudio. Claudio se arrodilló en un lado de las rejas, el sacerdote se arrodilló en el otro, y juntos rezaron mientras el reloj seguía marcando la hora hacia la ejecución de Claudio.
Un plazo no esperado
Quince minutos antes de la ejecución, el Jefe de la Cárcel subió corriendo las escalas gritando:
“¡Perdón oficial! ¡perdón oficial!, el Gobernador ha dado un perdón por dos semanas!”
Claudio no se había dado cuenta de que el Gobernador y el Abogado del distrito estaban tratando de parar la ejecución para salvarle su vida. Cuando Claudio se dio cuenta, empezó a llorar. El sacerdote y el Jefe de la Cárcel pensaron que esta era una reacción de alegría porque el ya no iba a ser ejecutado. Pero Claudio dijo:
“Hombres, ustedes no saben. Y padre, usted no sabe. Si ustedes alguna vez miraran en el rostro de Ella, y miraran en sus ojos, ustedes no quisieran vivir un día mas”
Claudio entonces preguntó, “Que cosa he hecho errónea en estas últimas semanas que Dios no me permite ir a casa?” Y el sacerdote dijo que Claudio sollozaba como alguien que está descorazonado.
El Jefe de la Cárcel dejó el cuarto. El sacerdote permaneció allí y le dio a Claudio la Sagrada Comunión. Finalmente Claudio se aquietó. Después Claudio se preguntó: “¿Porqué? ¿Porqué todavía me tengo que quedar aquí por otras dos semanas?”
El sacerdote le recordó a Claudio acerca de un prisionero de la cárcel quien odiaba a Claudio intensamente. El prisionero había llevado una vida horriblemente inmoral, también iba a ser ejecutado a muerte.
El sacerdote dijo: “Quizás Nuestra Madre Santísima quiere que tu ofrezcas esta abnegación de estar con ella, para su conversión. Porqué no le ofreces a Dios cada momento que tu estás separado de Ella por este prisionero, para que de esta manera el no tenga que estar separado de Dios por toda una eternidad?”
Claudio se puso de acuerdo, y le pidió al sacerdote que le enseñara las palabras para hacer ese ofrecimiento. El sacerdote lo hizo. En ese entonces los únicos que sabían sobre el ofrecimiento eran Claudio y el Padre O´Leary.
Al día siguiente, Claudio le dijo al sacerdote, “Ese prisionero que me odiaba antes, pero, Oh Padre, como me odia ahora!” El sacerdote le respondió, “Bueno, ese es un buen signo”
Dos semanas después, Claudio fue ejecutado.
El Padre O´Leary cuenta:
“Nunca he visto a alguien ir a su muerte con mas felicidad y gozo. Aun los testigos oficiales y los reporteros de los periódicos estaban asombrados. Decían que no podían entender como alguien se podía ir y sentar en la silla eléctrica realmente radiante de felicidad.”
Sus últimas palabras para el Padre O´Leary fueron, “Padre, yo lo recordaré a usted. Y cuando usted tenga una petición, pídame, y yo le pido a Ella”
De la cárcel de la ira al perdón
Dos meses después, se llegó el momento para que el hombre de raza blanca quien había odiado a Claudio fuera ejecutado, el Padre O´Leary dijo, “Este fue el hombre mas sucio, la persona mas inmoral que yo haya conocido. Su odio por Dios, por todo lo espiritual desafiaba cualquier descripción”
Justo antes de su ejecución, el doctor del condado le rogó a este hombre que por lo menos se arrodillara y dijera un Padre Nuestro antes de que el Jefe de la Cárcel viniera por el, pero el prisionero le escupió la cara al doctor.
Cuando el había sido asegurado en la silla eléctrica, el Jefe de la Cárcel le dijo, “Si tienes algo que decir, dilo ahora”, pero el hombre condenado empezó a blasfemar.
De repente el condenado a muerte paró, y sus ojos se fijaron en la esquina del salón, y su rostro se llenó de terror absoluto y ¡gritó despavorido!. Entonces, volviéndo su rostro al Jefe de la Cárcel, le dijo, “Jefe, consígame un sacerdote!”
El Padre O´Leary había estado en el salón puesto que la ley requería que un hombre del clero estuviese presente en las ejecuciones. El sacerdote sin embargo estaba escondido detrás de unos reporteros puesto que el hombre condenado había amenazado maldecir a Dios si veía cualquier sacerdote.
La confesión liberadora
El Padre O´Leary inmediatamente fue hacia el hombre condenado. El salón fue desocupado de todo el resto de gente y el sacerdote escuchó la confesión del hombre. El hombre dijo que había sido Católico, pero que se había salido de su religión cuando tenía dieciocho años debido a su vida inmoral.
Cuando todo el mundo regresó al salón, el Jefe de la Cárcel le preguntó al sacerdote: “¿Que le hizo a este hombre cambiar de idea?”, “Yo no se” le respondió el Padre O´Leary, “yo no le pregunté por eso”.
El Jefe de la Cárcel dijo, “Bueno, yo no voy a poder dormir si no lo se”, así que se le acercó al hombre condenado y le preguntó, “Hijo, ¿qué te hizo cambiar de idea?
El prisionero le reveló lo siguiente:
“¿Recuerda ese hombre de raza negra, Claudio, a quien yo odiaba tanto? Pues bien, él está parado allá (señaló), allá en la esquina. Y detrás de él con una mano sobre cada uno de sus hombros esta la Madre Santísima. Y escuché a Claudio decirme: “Yo ofrecí mi muerte en unión con Cristo en la cruz por tu salvación. Ella ha obtenido este regalo para ti: el de que tu puedas ver tu lugar en el Infierno, si no te arrepientes”. Y entonces me fue mostrado mi lugar en el Infierno, y ahí fue cuando yo grité”
Este, entonces es el poder de Nuestra Señora.
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