Santo Tomás, Apóstol
“Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costad, no lo creo”. (Jn 20,24-29)
Como una especie de oasis en el camino del tiempo ordinario, hoy nos encontramos con un Jesús resucitado apareciéndose a sus discípulos. Y como figura central, la figura de Tomás.
El espacio normal para encontrarnos y para ver a Jesús es la “comunidad”.
La fe comienza por creer a la comunidad que “ha visto al Señor”.
Pero siempre hay quienes no creen en la comunidad.
Y siempre hay quienes para creer ponen condiciones.
“Tomás no estaba con ellos”.
No estaba en la comunidad y se perdió la ocasión de ver por primera vez al resucitado.
Es que Jesús tiene como espacio de su presencia “donde dos o tres estén reunidos” en medio de ellos estoy yo.
Nunca faltan los individualistas que prefieren caminar en solitario.
Nunca faltan los individualistas que prefieren vivir al margen.
Nunca faltan los individualistas que se niegan a ser uno más del grupo.
Se sienten especiales.
Se sienten más que los demás.
Se sienten autosuficientes y que no necesitan de nadie.
Sin embargo, la comunidad es lo más parecido a Dios.
La comunidad es el clima más humano para la convivencia humana y cristiana.
El cristiano no es un francotirador, sino alguien que vive en “comunión y fraternidad”.
La comunidad es como el ambiente climatizado donde mejor se está.
¿Era Tomás un individualista?
“Hemos visto al Señor”
Tomás no es un incrédulo.
El pecado de Tomás es “la duda”.
El pecado de Tomás es “no creer a la comunidad”.
El pecado de Tomás es “no creer que los demás puedan ver, si él no ha visto”.
Jesús se revela y manifiesta en la comunidad.
Jesús convierte a la comunidad en el testigo de que “El está vivo”.
“Yo creo en Jesús, pero no creo en la Iglesia”.
Es la actitud moderna y actualizada de los que también hoy se saltan a la comunidad.
Es la actitud moderna y actualizada de los que también hoy quieren saltarse a la comunidad eclesial para creer en Jesús.
Es la actitud moderna y actualizada de los que, en realidad, no creen en Jesús, y lo justifican pasando por encima de la Iglesia.
Piensan que el Evangelio lo escribió Jesús y no Mateo, Marcos, Lucas y Juan, miembros de la comunidad. Sin Iglesia no hubiésemos tenido los Evangelios.
Los Evangelios nacieron en la Iglesia. Sin Iglesia no tenemos camino.
Sin Iglesia no tenemos presencia del resucitado, ella es el “Sacramento pascual del resucitado”.
“Si no veo y si no meto mis dedos”
Hay quienes siempre ponen y exigen condiciones para creer.
Tomás es positivista: quiere ver y tocar.
La fe no viene del ver y tocar.
La fe se retransmite por el testimonio de los que han visto y creído.
Sin embargo, Tomás revela también el proceso de la fe del hombre de hoy.
No podremos ver las llagas de Jesús, pero sí necesitamos ver la fe vivida en la comunidad.
No podremos tocar y meter nuestros dedos en las llagas de Jesús, pero sí necesitamos testigos de esas llagas.
Tal vez, hoy, no sean las llagas del “Crucificado”, pero sí las llagas de los “crucificados”.
Necesitamos el testimonio de una Iglesia que sepa ver las llagas de los “crucificados”.
Necesitamos el testimonio de una Iglesia que sepa meter sus dedos en las heridas y llagas de los “crucificados” de hoy.
Es posible que el hombre de hoy, necesite ver una Iglesia identificada con esas llegas y esas heridas de los “crucificados”. Y que no sea suficiente decir: “Hemos visto al Señor”.
¿Dónde lo hemos visto?
De hecho, Jesús les mostró las llagas de sus manos, de sus pies y de su costado.
La Iglesia ¿no tendrá que manifestar también hoy las llagas de sus manos, de sus pies y de su corazón, fruto de su compromiso con los crucificados de hoy?
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo B, Santos, Tiempo ordinario Tagged: apostol, comunidad, doce, fe, iglesia, tomas
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