“Dijo Jesús a sus discípulos: “¿Qué les parece? Supongan que un hombre tiene cien ovejas; si una se le pierde ¿no dejará las noventa y nueve en el monto y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, les aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Así también, el Padre de ustedes que está en el cielo: no quiere que se pierda uno solo de estos pequeños”. (Mt 18,12-14)
Se trata de una de las parábolas de la misericordia.
Pero que, proclamada en este tiempo del adviento, yo le daría otra versión.
“La parábola de la Navidad”
Los hombres se habían apartado de Dios.
Vivían extraviados por los caminos del mundo.
Su corazón de Padre no podía ver a sus hijos perdidos.
Y decide algo increíble.
Decide encarnarse en el seno de una virgen.
Decide hacerse él mismo hombre, “un hombre cualquiera”.
Con una misión clara y definida “salvar a su pueblo”.
“Porque él salvará a su pueblo de los pecados”.
Esa es la razón que el Ángel da a María.
Esa es la razón que el Ángel da a José.
El misterio de la encarnación tiene como misión “salvar a los que estaban perdidos”.
Ya no es “una oveja contra las noventa y nueve”.
Es el rebaño entero de la humanidad.
¿Qué otra cosa es la Navidad?
Es Dios en su condición humana en la búsqueda de los hijos extraviados.
Es la alegría de Dios haciendo la experiencia humana para salvar a sus hijos.
Es la alegría de Dios rebajándose de su condición divina para echarse por los caminos del mundo al encuentro de los hombres.
De todos los hombres.
Pero que lo haría aunque no existiese más que uno solo.
Lo haría, aunque no fuese sino por ti solo.
Tú solo eras capaz de ser la razón de la Navidad.
Tú solo eras capaz de ser la alegría navideña de Dios.
La alegría de Dios en la Navidad:
No son los regalos ni las postales navideñas.
Ni la gran Cena de Nochebuena con su pavo y panteones.
No es el árbol cargado de luces y regalos.
La verdadera alegría de Navidad es “el encuentro de Dios con sus hijos perdidos”.
La alegría de la Navidad comienza en el corazón de Dios antes que en nosotros.
Pero es la alegría del “encuentro”.
Dios al encuentro de ti, de mí, de todos.
Y solo habrá verdadera alegría en Navidad si Dios llega a encontrarnos.
Niño en un pesebre, pero ya nos está cargando a todos sobre sus espaldas.
Por eso la Navidad es:
Dios camino del hombre.
Dios en busca del hombre.
Dios al encuentro del hombre.
Y el hombre cargado a hombros de Dios.
Navidad:
Es dejarnos encontrar por Dios.
Es dejarnos cargar por Dios.
Es encontrarnos con Dios.
Es la alegría de sentir el calor de los hombros de Dios.
“Darás a luz un hijo a quien le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Adviento, Ciclo B Tagged: buen pastor, encarnacion, Navidad, ovejas, parabola, salvacion
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