Curso bíblico: 18. Isaac




En la Biblia, la figura de Isaac no está tan definida como la de su padre Abrahán y la de su hijo Jacob. Solo sirve de transición entre ellos. De él se cuentan dos acontecimientos principales: que su padre estuvo dispuesto a sacrificarle y que su padre le buscó una esposa, a la que amó sinceramente. Detengámonos brevemente en ambas escenas, especialmente en la primera.



Entre los pueblos primitivos, especialmente en Canaán, eran comunes los sacrificios humanos. Al asesinar a sus propios hijos, creían ofrecer lo mejor que tenían a sus dioses. La Biblia condena siempre de manera categórica este tipo de actos. Este relato fue originalmente una catequesis contra los sacrificios humanos. En su redacción final se convierte en una preciosa enseñanza sobre el amor a Dios antes que a sus obras y sobre la obediencia de la fe.



Dios pide a Abrahán que le entregue lo que él más quiere, el fruto de la promesa de Dios: «Toma a tu hijo, a tu hijo único, a tu hijo amado, a Isaac. Vete con él al monte Moria y ofrécemelo allí en holocausto» (Gen 22,2). Abrahán, con el corazón roto, se pone en camino y se decide a obedecer, quedándose con el Dios de los dones antes que con el don de Dios. Entonces, Dios le dice: «No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún daño. Ya veo que obedeces a Dios y que no me niegas a tu hijo único... Todas las naciones de la tierra alcanzarán la bendición a través de tu descendencia, porque me has obedecido» (Gen 22,12ss).



Abrahán demostró que amaba a Dios por encima de todo y que se fiaba de él y Dios no defraudó su esperanza: «Por la fe Abrahán, sometido a prueba, estuvo dispuesto a sacrificar a Isaac; y era su hijo único a quien inmolaba, el depositario de las promesas, aquel a quien se había dicho: “de Isaac te nacerá una descendencia”. Pensaba Abrahán que Dios es capaz de resucitar a los muertos. Por eso el recobrar a su hijo fue para él como un símbolo» (Heb 11,17-19).



Antes de morir, Abrahán quiso encontrar una esposa de su mismo clan para su hijo, por lo que envió un criado a la tierra donde vivía su hermano Najor. Allí encontró a la hermosa Rebeca, hija de Batuel y nieta de Najor (por lo tanto, resobrina de Abrahán). Ella aceptó dejar su casa paterna y ponerse en camino para ser la esposa de Isaac (Gen 24).



Dios renovó con Isaac la alianza que antes había hecho con Abrahán: «Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y te daré todas estas tierras, y todas las naciones de la tierra recibirán la bendición a través de tu descendencia» (Gen 26,4).



San Pablo alude a Isaac como imagen de Cristo y de la Iglesia (cf. Gal 3,16; 4,21-31) y la Carta a los hebreos también asocia la obediencia de Isaac (dispuesto a ser inmolado por su padre) con la de Cristo (cf. Heb 11,17-19). Los Santos Padres desarrollaron abundantemente este tema y el sacrificio de Isaac aparece frecuentemente en el arte cristiano como imagen de la eucaristía.
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