“Al acercarse Jesús a Jerusalén y ver a ciudad, lloró por ella y dijo: “¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz”. Pero ahora está escondido a tus ojos. Llegará un día en que tus enemigo te rodearán de trincheras, te sitiaran, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el momento en que Dios vino a visitarte”. (Lc 19,41-44)
Una escena tierna.
Una escena dolorosa.
Una escena del corazón.
¿Has visto alguna vez llorar a Jesús?
¿Has visto alguna vez llorar el corazón de Jesús?
¿Has visto alguna vez correr las lágrimas por las mejillas de Jesús?
Llorar puede ser un signote debilidad.
Pero también puede ser la expresión de la ternura de corazón.
Como también puede ser la expresión del dolor del corazón.
Las lágrimas pueden expresar muchas cosas.
Las lágrimas pueden expresar el amor y el cariño.
Me emociona ver llorar a Jesús.
Me emociona ver llorar a Dios.
¿Cómo serán las lágrimas de Dios?
¿Cómo será el calor de las lágrimas de Dios?
¿Alguna vez te has puesto a contemplar las lágrimas de Jesús?
Y lo que más sorprende es:
Verle llorar, no por él mismo.
Sino verle llorar por su pueblo.
Verle llorar por el mismo pueblo que le crucificará.
Lágrimas que revelan el amor de Jesús a su pueblo.
Llorar por la desgracia de los demás.
Llorar por el sufrimiento de los demás.
Y son lágrimas íntimas.
Lágrimas que le brotan del corazón.
Lágrimas que le brotan de por la ceguera de su pueblo.
Lágrimas porque su pueblo se cierra a la llamada de Dios.
Lágrimas por la dureza del corazón que se resiste a la gracia de Dios.
Lágrimas por la negativa a abrirse al amor de Dios.
No solo se llora por el sufrimiento.
También se llora por amor.
Estoy pensando en cuántas veces Jesús:
ha llorado por mis infidelidades.
ha llorado por mis resistencias a su amor.
ha llorado por no aprovechar las llamadas de Jesús.
ha llorado por cerrarme a su palabra.
ha llorado por cerrarme a la gracia de la salvación.
ha llorado porque no he reconocido “reconocido el momento en que Dios vino a visitarme”.
¿Y cuántas veces he llorado yo por nuestra comunidad?
¿Cuántas veces he llorado yo por los que se resisten a la gracia?
¿Cuántas veces he llorado yo por los que se resisten a la visita y palabra de Dios?
Señor, dame lágrimas por mis hermanos necesitados.
Clemente Sobrado C. P.
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