Aunque Dios había hecho Alianza con los hebreos en el Sinaí, la religiosidad de las tribus era muy primitiva y su comportamiento bastante salvaje, con enfrentamientos entre ellos, venganzas, raptos, traiciones, sacrificios humanos, idolatría... tal como pone de manifiesto el libro de los Jueces. Dios aún no había enviado a sus profetas, que serán los verdaderos educadores del pueblo.
Mientras tanto, durante los más de 200 años que dura el período de conquista de la tierra, Dios suscitó personajes carismáticos para gobernar al pueblo –los jueces–. Ellos aglutinaron las tribus y unificaron sus esfuerzos para defenderse de los enemigos, especialmente de las bandas de salteadores fenicios, que llegaban por el mar y destruían todo lo que encontraban a su paso (cf. Jue 2, 16).
En el libro se nombran trece jueces: Otoniel, Aod, Samgar, Débora, Barac, Gedeón, Tola, Jair, Jefté, Ibzán, Elón, Abdón y Sansón. En el libro de Samuel aparecen cuatro más: Elí, Samuel, Joel y Abijah. Diecisiete en total. Algunos de ellos gobernaron simultáneamente en distintas zonas del país. Al escribirse una historia unificada de las tribus, fueron presentados en sucesión cronológica.
El libro de los jueces aclara que no fueron reyes o señores que se impusieron al pueblo por la fuerza ni tampoco fueron elegidos por la gente. Dios mismo los suscitó y les dio su Espíritu Santo para que pudieran liberar al pueblo de sus enemigos, pero su cargo no se transmitía a sus sucesores ni ellos tenían la capacidad de dictar leyes ni de imponer tributos.
El libro recoge ciertamente las costumbres de la época y el recuerdo de algunos acontecimientos y personajes históricos, pero es una reelaboración teológica que muestra que Dios mismo enviaba a los enemigos contra Israel cuando el pueblo era infiel a la alianza y suscitaba salvadores cuando se arrepentía y le suplicaba, como se puede ver en el siguiente texto y en otros similares:
«Los israelitas volvieron a hacer lo que desagradaba a YHWH. Sirvieron a los Baales y a las Astartés, a los dioses de Aram y Sidón, a los dioses de Moab, a los de los ammonitas y de los filisteos. Abandonaron a YHWH y ya no le servían. Entonces se encendió la cólera de YHWH contra Israel y los entregó en manos de los filisteos y en manos de los ammonitas. Estos molestaron y oprimieron a los israelitas ... Los israelitas clamaron a Yahveh diciendo: “Hemos pecado contra ti, porque hemos abandonado a YHWH nuestro Dios para servir a los Baales” … Y retiraron de en medio de ellos a los dioses extranjeros y sirvieron a Yahveh. Y Yahveh no pudo soportar el sufrimiento de Israel» (Jue 10,6-16).
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