“Estad despiertos y vigilantes: pues no saben cuando llegará el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que vigilara. Estén atentos, pues no saben cuando vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y los encuentre dormidos. Lo que les digo a ustedes se lo digo a todos: ¡estén vigilantes!”
(Mc 13,33-37)
Ultimo día de noviembre.
Y primer día de Adviento.
Los extremos se tocan y se besan.
Termina un Ciclo y comienza otro.
La vida sigue y el tiempo sigue.
La historia de Dios sigue y la de los hombres también.
Lo que parecía el final se convierte en comienzo.
Así es la vida y así es la historia de Dios con los hombres.
Termina una esperanza y se abre una esperanza nueva.
Termina Jesús en la cúspide de la historia.
Y comienza la doble esperanza:
De Jesús que vendrá “de su viaje a la casa del Padre”.
Y de su venido como un niño en un pesebre.
La vida humana y cristiana se alimente de esperanzas.
Pero no es la esperanza del perezoso que todo lo espera de los demás.
Es la esperanza de quien tiene “su tarea”.
Todo lo tenemos que esperar de Dios.
Pero todo lo tenemos que hacer nosotros.
Aquí no hay lugar para “perezosos”.
Aquí no hay lugar para “dormidos” sino para “despiertos”.
Aquí no hay lugar para “yo no encuentro trabajo”, hay “trabajo para todos”.
Cada uno tiene su “quehacer” y lo que uno no haga, nadie lo puede “hacer por él”.
No hay esperanza:
para los dormidos.
para los perezosos.
para los que prefieren la droga de la distracción o evasión.
para los que se refugian distraídos en el bingo.
para los que se refugian en la telenovela.
para los que se refugian es ese “far niente” anestesiante.
La esperanza es:
para los que están despiertos.
para los que están vigilantes.
para los que están con los ojos abiertos.
para los que están con los oídos atentos.
para los que cada día se comprometen en hacer su tarea.
La vida del cristiano es toda ella una Adviento.
Un Adviento que espera a Dios.
Un Adviento que espera el cambio.
Un Adviento que espera un mundo más humano.
Un Adviento que espera un mundo más justo y fraterno.
Un Adviento que espera un más solidario.
Un Adviento que espera cada día la Navidad.
Un Adviento que espera cada día la conversión del corazón.
Yo no sé, Señor, la hora de tu llegada a mi corazón.
Tampoco se, Señor, la hora en la que decida mi propio cambio.
Tampoco sé, Señor, la hora en que haga una opción por ti y por mis hermanos.
Pero no me importa la hora.
Pero sí me importa que esté atento a tu hora, porque esa será la mía.
“Ven, Señor, y no tardes”.
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Adviento, Ciclo B Tagged: Adviento, alerta, vigilantes
Publicar un comentario