“Entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Vivía allí un hombre muy rico llamado Zaqueo, jefe de publicanos. Esta trataba de de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió adelante y se subió a una higuera para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús levantó lo ojos y le dijo: “Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”. (Lc 19,1-10)
Para Jesús, ni los ricos ni los pobres están excluidos del Reino de Dios.
Hoy se habla mucho de los pobres como si fuesen los únicos dueños del Reino.
Se habla mucho como los excluidos del Reino.
Se habla mucho de la bondad de los pobres.
Se habla mucho de la maldad de los ricos.
Se condena a los ricos por su insensibilidad para con los pobres.
Es cierto que los sencillos son los privilegiados de Dios.
Pero tampoco podemos decir que los ricos sean excluidos del amor y la gracia de Dios.
Es cierto que Dios siente predilección por los pobres.
Pero también es cierto de que Dios no excluye a los ricos.
Y que la gracia encuentra menos obstáculos en el corazón de los sencillos.
Pero tampoco el corazón de los ricos es un imposible para la gracia.
La gracia es capaz de cambiar el corazón del pobre.
Pero la gracia también es capaz de cambiar el corazón del rico.
Zaqueo no era precisamente un privilegiado social.
Tampoco era un privilegiado de la religión.
Y sin embargo:
Jesús llegó primero al corazón de Zaqueo.
Jesús llegó primero al corazón de Zaqueo antes que Zaqueo llegase al corazón de Jesús.
El simple deseo de “ver a Jesús” ya era un don de la gracia.
El simple deseo de “ver a Jesús” ya era una llamada de Jesús al corazón del rico y publicano.
Y a pesar de ser un hombre muy rico y jefe de publicado:
No fue un obstáculo a sentir la llamada de Jesús.
No fue un obstáculo para dejarse tocar de la gracia.
No fue un obstáculo para no despertar en él las semillas de la conversión.
La gente era un obstáculo para ver a Jesús.
Pero la gracia de la llamada fue más grande que las dificultades.
Zaqueo, rompió con el orgullo de rico y publicano.
Así como la gracia se adelantó en su corazón,
Él fue capaz de adelantarse en el camino.
Lo que hacía imposible la pequeña estatura,
Lo hizo posible una higuera.
Mientras la gente lo excluía, Jesús se auto invita a su casa.
Mientras los demás critican la conducta de Jesús, el corazón de Zaqueo se siente tocado por la gracia de la conversión.
Mientras los demás ven a un pecador, Jesús ve un posible converso de la gracia.
Mientras los demás son muy religiosos, Zaqueo siente que la gracia le llega al bolsillo, a la chequera y comienza a repartir sus bienes.
El Evangelio se hace verdad cuando toca los billetes.
Está muy bien el rezo, pero un rezo que no afecta al bolsillo es poco evangélico.
No podemos excluir a nadie del poder de la gracia.
No podemos condenar a nadie, rico o pobre.
Podremos ver las dificultades para abrirnos a la gracia.
Pero no podemos ignorar que la gracia es más fuerza que sus dificultades.
Tendremos que denunciar el egoísmo de los ricos.
Pero nadie nos ha hecho jueces de unos ni de otros.
El poder de la gracia está por encima de la pobreza y la riqueza.
Ni la pobreza es virtud, sino carencia, ni la riqueza es ventaja.
La verdad la llevamos todos en el corazón.
Y esta verdad se manifiesta cuando abre nuestras billeteras.
Dios tiene sus preferencias por los pobres, pero sin excluir tampoco a los ricos.
Unos y otros están llamados al Reino.
Clemente Sobrado C. P.
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