“Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer?”
“En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como los ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección”. (Lc 20,27-40)
Son muchos los que ante el “más allá”:
se siente molestos.
se sienten indiferentes.
se imaginan cualquier cosa.
Muchos descubren los nuevos horizontes de la vida.
Para muchos:
Él “más allá” es la novedad de Dios.
El “más allá” no se ve sino como la prolongación del “aquí y ahora”.
Esta era la idea maliciosa de los saduceos, para quienes el más allá se les atragantaba.
Con frecuencia, las medias verdades, terminan siendo las grandes mentiras.
Las medias verdades son el mayor obstáculo para encontrarse con la verdad.
Porque, las medias verdades terminan siendo un engaño y una mentira.
Una Señora que se las daba de piadosa, y posiblemente lo era, me hizo una serie de preguntas.
Padre:
Y en el cielo mi marido ¿me estará viendo?
Y cuando vaya al cielo ¿podré ver a mis hijos que todavía viven?
Y cuando vaya al cielo ¿me enteraré de lo que están haciendo mis hijos en la tierra?
¿Lograré ver a mis nietos?
Una auténtica visión saducea de la resurrección.
Una resurrección donde lo importante es si recibíamos los periódicos de cada mañana.
Una resurrección donde lo importante es ver y tener noticias de aquí abajo.
Una resurrección donde Dios no se convertía en el centro.
Una resurrección donde la verdadera felicidad no es la contemplación y la felicidad de Dios.
Sino seguir enterándonos de toda la chismografía de aquí abajo.
El cielo no es la prolongación de la tierra.
Aunque lo bueno sería que la tierra fuese la prolongación del cielo.
Resucitar:
No es repetir nuestra condición terrena.
Ni siquiera es repetirnos a nosotros mismos con nuestros títulos, nuestros pergaminos y nuestro status social y cultural.
Resucitar:
Es entrar en nuestra condición de ser “como los ángeles”.
Es vivir nuestra condición de “hijos de Dios”.
Es nuestra transformación humana a nuestra condición divina.
Jesús lo expresa bellamente en su Oración Sacerdotal, cuando le dice al Padre:
“Padre, este es mi deseo:
que aquellos que me diste, estén conmigo donde yo estoy.
Y contemplen mi gloria, la que me diste antes de la creación del mundo, porque me amabas”.
En la resurrección:
Todo lo perecedero desaparecerá.
Todo lo contingente desaparecerá.
Solo quedará lo eterno de Dios, que será nuestra eternidad.
Solo quedará la felicidad de Dios, que será nuestra felicidad.
Aquí toda felicidad está amenazada de muerte.
“Pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir”.
Es vida en plenitud.
En la resurrección estaremos amenazados de eternidad y plenitud de Dios.
Clemente Sobrado C. P.
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