Hoy he vuelto de un viaje a Suiza. He dado algunas charlas en la misión de habla hispana de Lucerna. Qué ciudad tan bonita. Os pongo la foto que me he hecho en el avión. Me han hecho muchas fotos, pero todavía no me han enviado ninguna. Por eso os pongo esta foto que es un poco anodina, bastante anodina. Pero del viaje es todo lo que tengo por ahora.
La gente que he encontrado allí ha sido muy buena. Gente llena de fe, llena de buenos sentimientos. Con deseos de sentarse en la sala de conferencias de la misión y charlar y hacer preguntas sin prisas, sin apresuramientos. Es un gusto a hablar a grupos no excesivamente numerosos en los que uno se siente como en familia. Después, por las tardes, estuvieron las oraciones en la iglesia. Todavía más fe, todavía más fervor.
Lucerna no es una ciudad normal. Simplemente es una de las ciudades más bonitas del mundo. Su nombre procede del nombre latino Luciaria. Resulta increíble la riqueza acumulada que hay ese pequeño país entre montañas. Eso se ve en las calles, en los escaparates, en las casas. Ojalá que todo el mundo pudiera ser como Suiza. Ojalá que toda la Humanidad pudiera vivir como los suizos. Bueno, al menos, podemos probar sus quesos en cualquier parte del mundo. Aunque vosotros, porque yo con el colesterol sólo puedo olerlos.
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