1. (Año II) Apocalipsis 15,1-4
a) Se repite la Pascua. Se repite el éxodo de Moisés y los suyos, ahora con el nuevo pueblo guiado por Cristo Jesús, el Gran Libertador.
Junto al mar de fuego, “los que han vencido a la Bestia” entonan cantos acompañados de sus liras. Es un himno que decimos cada semana en Vísperas: “Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios soberano de todo…”.
No es de extrañar que el salmo sea también eufórico: “Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas, el Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia”. Con un estribillo del Apocalipsis: “grandes y maravillosas son tus obras”.
b) A los cristianos que estaban en situación dramática, perseguidos por el emperador romano, a fines del siglo I, el vidente de Palmos les quiere convencer de que la victoria es segura, que el Cordero y sus seguidores, aunque tengan que pasar por mil penalidades, van a terminar cantando himnos victoriosos y pascuales.
A los del siglo I y a los que pasamos del XX al XXI: porque todos sabemos de fatigas y dificultades en nuestro seguimiento de Cristo, y necesitamos palabras de ánimo. Cuando cantamos este himno en Vísperas, lo tendríamos que hacer con voz alta -además de afinada-, expresando nuestra alegría, que nunca debería quedar ahogada por la rutina, por haber sido incorporados al triunfo de Cristo contra el mal y por habernos mantenido libres, con su ayuda, en medio de la corrupción general.
No se repetirá cada tarde la escenografía del Apocalipsis. Pero su contenido y su mensaje, sí. Y eso nos tiene que hacer dirigir una mirada pascual y esperanzada a la historia del mundo y a la nuestra personal. A pesar de que la lucha sigue.
2. Lucas 21,12-19
a) Jesús avisa a los suyos de que van a ser perseguidos, que serán llevados a los tribunales y a la cárcel. Y que así tendrán ocasión de dar testimonio de él.
Jesús no nos ha engañado: nunca prometió que en esta vida seremos aplaudidos y que nos resultará fácil el camino. Lo que sí nos asegura es que salvaremos la vida por la fidelidad, y que él dará testimonio ante el Padre de los que hayan dado testimonio de él ante los hombres.
b) Cuando Lucas escribía su evangelio, la comunidad cristiana ya tenía mucha experiencia de persecuciones y cárceles y martirios, por parte de los enemigos de fuera, y de dificultades, divisiones y traiciones desde dentro.
A lo largo de dos mil años, la Iglesia ha seguido teniendo esta misma experiencia: los cristianos han sido calumniados, odiados, perseguidos, llevados a la muerte. ¡Cuántos mártires, de todos los tiempos, también del nuestro, nos estimulan con su admirable ejemplo! Y no sólo mártires de sangre, sino también los mártires callados de la vida diaria, que están cumpliendo el evangelio de Jesús y viven según sus criterios con admirable energía y constancia.
Jesús nos lo ha anunciado, en el momento en que él mismo estaba a punto de entregarse en la cruz, no para asustarnos, sino para darnos confianza, para animarnos a ser fuertes en la lucha de cada día: “con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.
El amor, la amistad y la fortaleza -y nuestra fe- no se muestran tanto cuando todo va bien, sino cuando se ponen a prueba.
Nos lo avisó: “si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros” (Jn 15,20), pero también nos aseguró: “os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí; en el mundo tendréis tribulación, pero ¡ánimo! yo he vencido al mundo” (Jn 16,33).
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