Hace algún tiempo escribí una primera parte ya con este título. Pero la vida parroquial sigue y continúa ofreciendo anécdotas para dar y tomar. Les prometo que todo que aquí se escribe es real como la vida misma. Más aún, la realidad como suele suceder, supera a la ficción.
Misa a primera hora en la parroquia. Estoy predicando. Y, de repente, exclamo: ¡no puede ser! Por favor, saquen inmediatamente a esos niños de la pila bautismal. Un papá que para entretener a sus retoños decidió meter a los dos pequeños a jugar dentro de la pila.
Otro domingo. Estamos en pleno ofertorio. Excepcionalmente no hay nadie en el confesionario porque mi compañero ha tenido que salir urgentemente a atender a una persona que está agonizando. Desde el altar observo que dos niños como de seis o siete años han decidido jugar al escondite en los confesionarios, ora entrando en uno, ora en el otro, ahora dando portazos… y los papás, por supuesto, ahí al lado. En esos casos no me reprimo, y desde el altar suelto: “por favor, esos papás que tienen a sus niños en la capilla, que comprendan que la capilla no es una sala de juegos; especialmente que tengan cuidado con los confesionarios”.
Naturalmente, tanto en el caso de la pila bautismal como en el de los confesionarios no faltó quien me lo reprochara… pero hombre, cómo dices esas cosas desde el altar. Ya saben, qué cura más borde.
Funeral de la abuela. Dos nietos por la mañana para hablar conmigo y contarme que han preparado ellos algunas cosas para la misa. Bien. Veamos. Ná, detalles: cambiar la primera lectura por un texto de Tagore, el salmo por un poema de una nietecita. Una procesión de ofrendas interminable, varias intervenciones familiares a la entrada, la homilía, la acción de gracias y monición final. Y entre otros cantos el “Gracias a la vida”. Pues no puede ser. Me llamaron de todo y se fueron a buscar una parroquia donde hubiera un sacerdote más razonable. Menos borde…
Lo de las dos madrinas o dos padrinos varones para bautizos, o incluso cuatro, se va extendiendo. La cosa de que si quiero dónde está el problema. Tímidamente respondes que el derecho no lo contempla… Es igual, el problema es que eres un borde.
Miércoles de ceniza. El templo parroquia es pura austeridad. Llega doña Justa y se te pone en jarras: ¿y las flores de la boda de mi hija, que fue el sábado, dónde están, por qué las han quitado? Es miércoles de ceniza y durante la cuaresma no se ponen flores. Bobadas, responde doña Justa, nos costaron carísimas y están bien, así que haga el favor de ponerlas. No puede ser. A usted no hay quien le aguante. Ya, que soy un borde… ¿no?
Les prometo que todo esto es real. Tan real que lo de los niños y la pila me ha pasado esta mañana en la misa de las 9:30 h.
(En la foto, el templo parroquial de la Beata Mogas desde la capilla del Santísimo. En primer plano, la pila bautismal)
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