“Dijo Jesús a sus discípulos: “Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa mía. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros y todos os odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvará vuestras almas”. (Lc 21,12-19)
¿Qué tiene la fe en el Evangelio?
¿Qué peligros tiene el Evangelio?
Se puede ser ateo y nadie le molesta.
Se puede ser ateo y nadie la persigue por su incredulidad.
Se puede ser de otras religiones y nadie les inquieta.
Pero basta que uno se declare cristiano, para que todos enfilen las baterías.
Se puede ser budista, sintoísta, protestante y no pasa nada.
Pero si usted se declara cristiano, prepárese.
La guerra está declarada.
Y declarada por todos:
Por la sinagoga.
Por los reyes y gobernadores.
Por los mismos padres y hermanos.
Y hasta los amigos os traicionaran.
Y os matarán y os odiarán a muchos por mi causa.
Las raíces del cristianismo están regadas con sangre de mártires.
El árbol del cristianismo está fortalece con la persecución y el martirio.
Dios resulta peligroso.
Jesús resulta peligroso, por eso lo crucificaron.
Los cristianos de verdad terminan siendo peligrosos, por eso somos perseguidos.
Y tal vez aquí esté:
La verdadera verdad del cristianismo.
La verdadera verdad del cristiano.
La verdadera verdad del Reino.
Porque es desestabilizador de eso que eufemísticamente llamamos “orden social”.
Mejor dicho, es desestabilizador:
Del desorden personal.
Del desorden social.
Del desorden familiar.
De desorden económico y político.
Doce hombres, Doce Discípulos comenzaron siendo un riesgo nada menos que para todo un imperio.
Alguien me llamó masoquita, porque dije que:
Prefiero una Iglesia martirial a una Iglesia imperial.
Prefiero una Iglesia perseguida a una Iglesia aplaudida.
Prefiero una Iglesia perseguido y mártir a una Iglesia triunfal y aceptada.
Porque el martirio es señal de una Iglesia auténtica.
Porque el creyente es señal de un hombre auténtico.
Porque una fe vivida es señal de Jesús crucificado.
Porque una fe vivida a fondo es señal del anuncio del cambio.
Porque una fe vivida a fondo es señal de un mundo distinto y nuevo.
Un cristiano de verdad:
Es un peligro para los negocios sucios.
Es un peligro para una economía injusta.
Es un peligro para una política mentirosa.
Es un peligro para una moral utilitarista y exclusivista.
Temo a una Iglesia:
Del lujo mundano.
Del aplauso del mundo.
Del aplauso de los grandes.
Porque es una Iglesia que ha renunciado a ser “luz, sal y fermento”.
Por eso son tantos los que quieren encerrarnos en las sacristías.
Por eso prefiero la Iglesia del Papa Francisco, “no de los balcones” sino “de los caminos”, “oliendo a pobre, a desvalido, a enfermo, a marginado”.
Por eso prefiero una Iglesia oliendo a sangre de mártir, de testigo y testimonio.
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo A, Tiempo ordinario Tagged: coherencia, cristiano, identidad, testimonio
Publicar un comentario