Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Viernes de la 32 a. Semana – Ciclo A

“Dijo Jesús a sus discípulos: “Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían y se casaban, hasta que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos. Lo mismo sucedió en tiempos de Lot…” (Lc 17,26-37)


Nos cuesta aprender en cabeza ajena.

Nos cuesta convencernos de que lo que les sucede a otros, nos sucederá a nosotros.

Nos cuesta creer que lo que dice el Evangelio sea verdad.

Nos cuesta creer que lo que dice el Evangelio sea para nosotros.

Nos cuesta creer lo que no nace de nosotros.

Nos cuesta aceptar lo que nos dicen los demás.


Incluso, nos cuesta aceptar lo que nos dice Dios.

Además, siempre pensamos que lo dice para los otros.

Sabemos que la gente muere.

Pero nos cuesta convencernos que la muerte también llama a nuestra puerta.


Por eso mismo:

Dios siempre nos agarra de sorpresa.

Dios nos pesca cuando menos lo pensamos.

Dios siempre suele ser sorpresa en nuestras vidas.

No porque nos quiera dar un susto.

Sino porque nosotros no estamos preparados.

No porque quiera llegar de puntillas y casi sin sentirlo.

Sino porque nosotros andamos a mar de despistados.


Sabemos que Dios nos espera.

Pero a nosotros nos interesa poco dónde encontrarnos.

Sabemos que Dios está siempre disponible.

Pero nosotros siempre estamos ocupados en otras cosas.

Sabemos que Dios está siempre atento a nosotros.

Aunque nosotros estemos despistados para con él.

Sabemos que Dios nos quiere a todos santos.

Pero nosotros pensamos que eso no es para nosotros.

Que nosotros no tenemos cara de santos.

Recuerdo una frase que utilizaba mucho el hoy San Juan XXIII.

“Yo no entiendo. Si Dios sabía que yo sería algún día Papa, sabía que todos los fotógrafos del mundo me buscarían para sacarme una foto. Entonces ¿por qué no me dio una cara más fotogénica”.


Dios no saca ruidos cuando viene.

Dios no grita cuando llama.

Dios no golpea la puerta cuando quiere entrar.

Por eso necesitamos estar siempre más atentos.


Y Dios nos habla:

A través de los demás.

A través de lo que acontece en los otros.

A través de lo que les sucede a otros.

De alguna manera, todos somos parlantes de Dios.

Los pecadores me hablan de Dios a través de su ausencia.

Los santos me hablan de Dios invitándonos a la santidad.

Hasta las flores de mi jardín me hablan de la belleza de Dios.

Hasta el canario que tengo aquí cerca me habla de la alegría de Dios.

Lo difícil es que nosotros sepamos reconocerle en todo eso.

Todo habla de Dios, para quien tiene oídos de Dios.


La gente se dio cuenta de la verdad de Dios cuando el diluvio se les echó encima.

Los habitantes de Sodoma se dieron cuenta cuando Dios mandó fuego y azufre.

Jesús nos pone de sobreaviso para que:

Aprendamos a escuchar a Dios a través de los otros, buenos o malos.

Aprendamos a ver a Dios a través de los otros.

Todos somos testigos de Dios.

Todos somos voces de Dios.

Todos somos rostros de Dios.


Clemente Sobrado C. P.




Archivado en: Ciclo A, Tiempo ordinario Tagged: noe, signo
22:14

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