¡No tiene importancia!

Me lo contó un párroco de una iglesia de Roma.



Uno de los niños que había recibido la primera Comunión en la parroquia llevaba varias semanas insistiendo a su padre. Quería que le llevase a la iglesia para celebrar la Misa con el resto de niños que habían sido compañeros de su grupo de catequesis. El padre siempre tenía alguna excusa para no ir. El niño se encaró con él un domngo:



- Pero, papá, ¿por qué no quieres ir a misa los domingos?



- No tiene importancia - le contestó el padre para quitárselo de encima.



Al cabo de unos días, el papá se daba cuenta de que su hijo ya no se despedía de él por las noches, después de cenar. Al principio, pensó que era sólo un descuido. Después, intrigado, se animó a preguntarle:



- Oye, hijo, ¿por qué no te despides de mi con un beso, como has hecho siempre, antes de acostarte?



- Papá, ¡eso ya no tiene importancia!



El padre acudió a la iglesia al día siguiente para hablar con el sacerdote, contarle lo sucedido y pedirle que le confesara.