“Seré el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor”. (Is 2,1-5)
Comenzamos hoy el tiempo del Adviento.
La liturgia es celebración.
Por tanto es tiempo de alegría.
Tiempo de esperanza.
El Profeta Isaías, profeta del Adviento:
Comienza por abrir nuestro espíritu.
Comienza por abrirnos a la esperanza.
Comienza por anunciarnos lo nuevo.
Comienza por anunciarnos una nueva convivencia.
Comienza por formar entre todos un nuevo pueblo.
Un nuevo futuro.
Un futuro donde no harán falta “espadas” para la mutua defensa.
Un futuro donde no harán falta “lanzas” para la mutua defensa.
Que lo que necesitaremos:
Serán arados para arrancarle el pan a la tierra.
Serán arados para roturar la tierra y producir de comer.
Una linda maravillosa noticia.
El mundo no necesita de espadas,
Pero sí de pan.
El mundo no necesita heridos de guerra.
Pero sí bien alimentados.
El mundo no necesita de armas.
Puede vivir muy bien sin ellas.
Pero el mundo necesita de aperos de labranza, con los que arranquemos a la tierra el alimento necesario para vivir con dignidad cada día.
El Adviento, como anuncio del que está para venir, es un tiempo de pan y de fraternidad y de solidaridad.
“No se adiestrarán para la guerra”.
Porque el mundo no está llamado a vivir de la guerra sino de la paz.
Los hombres no están llamados a vivir peleándose sino en fraternidad.
Comenzamos el Adviento con un grito que suena fuerte desde el mensaje del Papa Francisco:
¿Dónde están los arados?
¿Dónde están las armas de guerra convertidas en arados?
¿Dónde están las podaderas que fortalecen y dan nueva vida a los árboles frutales?
¿Dónde está el pan que tantos pueblos necesitan?
¿Dónde está el pan que ofrezca un mundo sin hambre?
¿Dónde están los alimentos que permitan vivir con dignidad y no morir hambre?
Es una pena lo que se gasta hoy en hierros.
Es una pena lo que se gasta hoy en guerras.
Es una pena lo que se invierte en educarnos para la guerra.
Es una pena lo que se invierte en educarnos para la lucha.
¿Y cuánto invertimos en educarnos para la paz?
¿Cuánto invertimos en educarnos para vivir como hermanos?
Durante el adviento:
¿Podemos soñar un poco con un mundo nuevo?
¿Podemos soñar un poco con un mundo sin guerras?
¿Podemos soñar un poco con un mundo en fraternidad?
¿Podemos soñar un poco con un mundo con pan para todos?
El Adviento no es solo para celebrarlo.
El Adviento es para vivirlo.
Es para que todos seamos Adviento.
Clemente Sobrado C. P.
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