Frente a la finitud, a la ansiedad de lo bueno, verdadero y bello, nos situamos en actitud de cuestionamiento que exige respuesta. La realidad nos oprime. Exigimos algo distinto, algo que nos cambie. Probamos muchos caminos para lograrlo. Inventamos nuestros propios caminos. Caemos en el determinismo del destino o de los astros. Pero el aburrimiento igualmente nos invade. Porque no hay aburrimiento existencial más profundo que querer llenar la pasión por lo absoluto que pide el corazón, con lo pequeñamente limitado que puede crear mi imaginación.
Pero… la existencia cristiana nos propone otra realidad: salvados (Ef 2,8). Al Absoluto no lo invento sino que lo encuentro. Sale hacia mí y me saluda, me invita a entrar en su Reino de libertad y de amor. La verdadera realidad es esta: hay un Camino Verdadero que da Vida (Jn 14,6). Es este el que nos salva. Aunque no nos demos cuenta o no lo queramos. Es la gracia derramada lo que da el sentido y hace desaparecer el negro sopor que pesa sobre el aburrido. Es el don lo que me mantiene en la vida verdadera. Más aún, lo que da esta vida. ¿Y de mi parte? La apertura mediante la fe. Mi primer acto es dejar que el “Otro” actúe sobre mí y me salve. Lo demás viene por añadidura.
Etiquetas: búsqueda, gracia
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